miércoles, 30 de septiembre de 2015

Un Salvador intrigante

El SALVADOR
A veces, cuando nos encontramos ante una escultura no figurativa, se nos ocurre pensar que qué habrá querido decir su autor con ella. En el Museo Provincial de Lugo, al pie de la escalinata que da acceso al primer piso, hay una obra figurativa que, sin embargo, también me suscita grandes interrogantes y voy a comentarla.

La obra procede de Muxa, una aldea situada en zona periurbana lucense, y fue regalada al Museo Provincial de Lugo por un vecino, que la tenía en un desván de su casa. Su origen es incierto. Se quiso representar un Salvador sentado, en postura previa a juzgar. Pero cuando se esculpe ya no es la época del románico, era finales del Siglo XII. Los tiempos del gótico llegaban, aunque de modo rudimentario y se notan sus aires, toscos también. Tal vez no se disponía de una piedra de mayor tamaño (88cm de altura), y hubo que ceñirse a sus escuetas dimensiones. Pero salió una obra bonita. De todos modos, no sé si la pieza fue esculpida por una sola persona o si intervinieron más en su ejecución. Para mí, es la obra más extraña del Museo.

PLIEGUES DEL MANTO Y
LATERAL DEL TRONO
Parece que el Cristo está a punto de juzgar, pues lo vemos representado como juez. Sentado, esgrime en su mano izquierda un libro con sellos para ir abriendo según lo pautado en el Apocalipsis. Pero a diferencia del Pantocrátor del Pórtico Norte de la catedral lucense, cuyo libro presenta los siete sellos apocalípticos, éste, el de Muxa, sólo tiene uno. Tal vez nadie dijo al escultor que debían ser siete y, cuando alguien se dio cuenta de lo hecho, ya no tenía arreglo. Eso lo digo yo ahora, también puede ser que nadie reparara en el detalle.

Por otra parte, el Salvador es completamente asimétrico en las dimensiones de sus brazos. El izquierdo, el que sostiene el libro, es un brazo corto. Aunque el derecho está roto, pues le falta una mano con la que posiblemente esbozase el gesto de bendecir, debió ser un brazo muy largo. Curioso esto de que ambos brazos sean diferentes en su longitud.

Quien esculpió la figura no tuvo mucha suerte al repartir y asignar proporciones y volúmenes. O tal vez sí. Si miramos al Salvador con los criterios de la época en que fue esculpido, siglo, XII, la verdad es que se quedó muy desproporcionado. Los brazos asimétricos, los muslos grandes, las piernas casi esbozadas, todo parece un contrasentido si se  tiene en cuenta que se quiso representar una figura sagrada.

Sin embargo, si lo miramos con criterios del siglo XXI, pero con ojos de gente nacida en el XX, el siglo de Picasso, Miró, Chillida, y nuestros Díaz-Pardo o Paco Pestana, esta figura no nos desconcierta en absoluto. Al menos, a mi me gusta mucho y no hay nada en ella que repugne a mi gusto estético.

Podría interpretar estos desajustes de tamaños de dos modos, y los dos me gustan. Por una parte, la falta de proporciones anatómicas en el cuerpo del Salvador, tal vez sean debidas a que el escultor realizó una obra que estaría colocada sobre algo alto y, por tanto, se contemplaría desde un plano inferior. Las irregularidades en las proporciones podrían estar causadas a que quiso corregir los desajustes de perspectiva en la visión de los devotos, como siglos más tarde haría Mantegna con su Cristo muerto, o como procedió nuestro marmolista D.Severo Lois, con las esculturas funerarias que esculpió para el cementerio de S.Froilán, de Lugo. Esta explicación, posible, sólo me resulta extraña porque habría que admitir un escultor adelantado en el tiempo y en los modos de creación, y esta manera de actuar se contradice con la rusticidad de su obra.

COLUMNAS DEL RESPALDO
Pero también podemos recordar a los primeros impresionistas franceses. Aquí traigo mi segunda interpretación de los fallos en las proporciones. Pienso que es posible que el escultor representase al Salvador como él lo quería ver. O como él quisiese que fuera. Una mano, la de juzgar, corta, la que tiene el libro que servirá de guía en el juicio. Otra mano, la benevolente, la que bendice y perdona, larga. Aquella que por su longitud se ha roto y no ha llegado a nosotros.

El Salvador, sea asimétrico por los motivos que sean, está sentado sobre una pequeña silla con bonitos laterales y un respaldo que, otra vez, resulta extraño. Tiene como dos torres, una de las cuales podría representar un obelisco con ventanas o perforaciones y la otra recuerda las columnas salomónicas. Las dos están rotas no pudiendo, por tanto, deducir su altura.

Ante toda esta intriga escultórica, el maestro esculpió un rostro hermoso, sereno, que recuerda otros de la misma época. Concretamente, el del Pantocrátor del Pórtico Norte de la catedral de Lugo podría haber salido de las mismas manos. Peinado con raya al medio, tiene un rostro muy expresivo con grandes ojos almendrados y una barba recortada, aspecto de limpia, como algo más tarde tendrán las figuras del Pórtico de la Gloria y muchas más figuras masculinas en el arte, hasta llegar a nuestras calles de hoy. Si reparamos en la tosquedad de la mano izquierda y la finura de este rostro, podríamos pensar que fueron dos escultores los que dieron forma a esta pieza. Quién sabe. 

Por otra parte, debo admitir que el escultor se recreó en su trabajo, como nos lo muestran las hojas esculpidas en los bordes del código. No me encaja todo esto, por eso digo que me resulta una figura extraña. Un 
ROSTRO DEL SALVADOR
Cristo hermoso en una figura de difícil interpretación. Sobre todas esas desproporciones, destacaría en su obra el rostro, atractivo, sereno, acogedor. Esta obra, como la dama de Elche en otro Museo, es capaz de sembrar enigmas en mi ánimo, formularme preguntas que yo mismo me debo responder y, en general, hace que me desasosiegue al contemplarla.

Por eso recomiendo verla, contemplarla, recrearse ante ella, como hago yo siempre que visito el Museo Provincial de Lugo.

Las fotos utilizadas en esta entrada proceden del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El recelo a los transgénicos

Hoy es posible conseguir los llamados “organismos genéticamente modificados” (OGM). Consisten en organismos cuyo material genético ha sido modificado mediante técnicas de laboratorio. En pocas palabras, se consigue la inserción de uno o varios genes de un organismo en el genoma de otro con fines concretos. Los OGM incluyen microorganismos como bacterias o levaduras, insectos, plantas, peces y animales. Estos organismos son la fuente de los alimentos genéticamente modificados, y son muy utilizados en investigaciones científicas con el fin de producir diversos bienes.
Desde siempre, nuestra cultura receló de los seres monstruosos, aquellos cuyos cuerpos eran mezclas definidas de los de otros. Las esfinges, las quimeras, las gorgonas o las sirenas eran seres que, en la mitología griega, jugaron continuamente papeles malvados: mentirosos, criminales, vengativos o traicioneros, siempre estuvieron del lado de la falsedad y la traición.
Tal vez estos monstruos han permanecido vivos en nuestro subconsciente y, con estos planteamientos, no es raro que hoy exista un manifiesto rechazo a esos seres surgidos como consecuencia de mezclas de caracteres de otros, previos, que pudieron no ser malos ni perniciosos cuando estaban solos: la maldad intríseca residía en la misma mezcla.
Recordemos que las sirenas, con la mitad del cuerpo en forma de pez y mitad superior como una mujer hermosa, habitaban arrecifes y lugares marinos peligrosos y, mediante sus cantos, atraían a los marineros para que acercasen a ellas sus embarcaciones, haciéndolas naufragar. La esfinge, con cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león y alas, mataba a quienes no podían resolver un enigma que les proponía, cuya solución acertó Edipo. Quimera era una cabeza de cabra implantada en un cuerpo de león y con cola de serpiente. Despedía fuego por la boca. No es preciso seguir con este desagradable catálogo.
Durante la Edad Media se siguió creyendo en seres monstruosos (niños con cabeza de perro o de ave, nacidos de relaciones ilícitas entre mujeres y otros seres, animales o el mismo demonio). En tales casos, los monstruos, al igual que sus madres, eran condenados a muerte. Recientemente, y ya con medios actuales de creación y transmisión de mitos, Frankenstein representa, una vez más en la historia de nuestra cultura, ese ser fallido cruel y pernicioso que está hecho, no obstante, de partes buenas de seres previamente existentes, también buenos de por sí.
Vemos que en todos estos casos, los seres que contribuyen a formar el monstruo son buenos. Lo intrínsecamente malo es el monstruo mismo. Aparece entonces un comportamiento perverso y dañino en el ser anormal, que solamente se podrá resolver destruyéndolo.
A veces los temas culturales son recurrentes. Van apareciendo a lo largo del tiempo, siempre con visos de novedad. Ahora estamos en un momento en que los mercados se van llenando de nuevos seres, consistentes en individuos de especies bien definidas a los que se han introducido genes de especies afines para mejorarlos de acuerdo con criterios preestablecidos y hacerlos, de este modo, más rentables en términos de economía o de utilidad para el hombre. Estos seres, por ser producidos luego de un paso de genes desde un ser donante a otro receptor, se denominan genéricamente "transgénicos" y es sobradamente conocida la polémica que han originado en su entorno.
Surge el recelo de nuevo. Parecía desaparecido, pero sólo estaba dormido en nuestro subconsciente colectivo. Bastó que apareciesen los transgénicos para que, sin saber siquiera que por nuestra parte era atávico su rechazo, muchos se echasen a la calle protestando contra ellos y sembrando entre muchos esa total desconfianza que genera lo desconocido.
Dicen los enemigos de los transgénicos que, al comerlos, comemos genes de otras especies. Pero siempre ha sido así: ingerimos partes de seres que nos sirven de alimento, sean animales o vegetales. Cuando ingerimos esos alimentos, tomamos también sus genes. Luego, en la digestión, estos genes ajenos se descomponen en sus unidades bioquímicas elementales (nucleótidos) y, como tales, son absorbidos a nuestro medio interno donde comienzan un proceso de integración en nuestra propia bioquímica. A ese proceso le llamamos digestión, y mediante él, los componentes moleculares presentes en los alimentos pasarán a ser componentes moleculares de quien los ha ingerido. No tiene ningún sentido científico hablar de “comer genes”.
De todas formas, dentro del recelo a los transgénicos, encuentro que existen lagunas, serias lagunas, de información, en espera de respuesta. En primer lugar, un individuo transgénico cualquiera, con un metabolismo perfectamente ajustado, se encuentra con genes nuevos que determinan procesos bioquímicos nuevos en él. Debemos pensar que su metabolismo se enriquece con la presencia activa de estos genes, (para eso se ha manipulado genéticamente). Pero, ¿qué ocurre con los productos de desecho generados a partir de esa novedad metabólica? Porque ésta es una cuestión importante para nosotros y cuya respuesta aún no está claramente definida, que yo sepa.
En el metabolismo celular, es muy importante el destino de los productos de desecho originados del correcto funcionamiento bioquímico. Normalmente, ese destino es la excreción que en animales termina en forma de orina o de sudor. No obstante, hay ocasiones en que esos productos pueden ser depositados en órganos concretos, como pueden ser los cuerpos grasos de insectos. En vegetales, los productos destinados a la excreción suelen ser depositados o bien en órganos especiales de almacenamiento (vacuolas), o bien en las paredes celulares. En ambos casos, los productos de desecho, que pueden ser tóxicos, permanecen en las mismas células, aunque de manera inocua para ellas.
Creo que no se han realizado los estudios necesarios que garanticen, para cada caso concreto, la ausencia de productos tóxicos de desecho en los transgénicos. Pues, por cuanto he dicho, la manipulación genética ha podido producir un organismo nuevo, intrínsecamente mejor que aquel del que
básicamente procede,pero que puede almacenar substancias tóxicas aparecidas como consecuencia de las alteraciones metabólicas que se han generado en él. Estas substancias, perfectamente aisladas y, por tanto, inocuas para el mismo transgénico que las ha generado, pueden ser perjudiciales para cualquiera que lo utilice como fuente alimenticia.

Hasta que no aparezcan esos análisis, realizados por entidades de contrastada honorabilidad en sus procedimientos, seguirá presente el recelo contra esa versión actualizada de los antiguos monstruos. No sé si muchos de los productos actualmente en el mercado constan de los necesarios avales sanitarios que tranquilicen a sus consumidores.

Las imágenes que utilizo en esta entrada proceden del fondo de Google.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Lo que espero del otoño

O VERAL. LUGO- 1965
Lo sabemos, hoy comienza una estación que, por lo que veo, suscita muchos comentarios. Es posible que este año yo esté especialmente sensible ante cambios de este tipo, no lo sé, pero creo que nunca he visto tanto saludo a la nueva estación. No ha llegado como la primavera del poeta (La primavera ha venido/y no sé cómo ha sido), no. En esta ocasión el otoño ha entrado avisando, poco a poco, pero dejando ver que ya estaba, digamos, tras la puerta. Las lluvias, las nieblas, los aires y, al final, como coda de preludio, la gran ciclogénesis, que antes se llamaba temporal, y que nos ha dicho sin derecho a réplica que las cosas han cambiado.

Para mí, biólogo, el otoño significa madurez. La naturaleza termina un ciclo y elegantemente baja el telón. Los últimos frutos, los que maduraron al sol de agosto, ya están disponibles, sabrosos y con ese toque familiar que dan sabor a las largas tertulias de fin de semana sin prisas, aprovechando el sol. Porque ahora lo aprovecharemos, no es como en verano, cuando era normal tenerlo, Me gustan los frutos del otoño, las uvas, las granadas, las manzanas, las moras. Todas generosas en sus dádivas. Nos darán vinos, sidras y postres con fiestas cargadas de tradiciones, rituales, canciones y encuentros familiares.
CARRETERA LUGO-FRIOL 1965
Los ciclos anuales comienzan con la vendimia y sus actividades derivadas. Las familias y amigos se reúnen para recolectar la uva y preparar, según las posibilidades de cada cual, sus vinos y derivados. El aguardiente, también saldrá de estos días y las comidas al abrigo de un sol que ya no es lo que fue, serán agradables. O comeremos a la lumbre de la lareira. Nos metemos en actividades de siempre, la historia y la Biblia nos hablan de vendimias y ahora nos toca a nosotros vivirla y protagonizarla.

Las plantas anuales cierran ciclo con semillas dispuestas a ser diseminadas, y de ese modo, contribuir al mantenimiento de la población y de la especie de la que forman parte. Es hermoso pasear por el campo y poder observar todo esto. Y, claro, si además uno es aficionado a las setas, en otoño vivirá de nuevo toda esa aventura humana que se envuelve tras una recolección. Porque ellos saben, los amantes de las setas, que todo el día, el paseo o la excursión, están pautados por múltiples detalles que jalonan el paseo campestre. Hay que determinar la seta, recogerla con cuidado, cocinarla y, al final, vivir la gran merienda en compañía de todos quienes han participado en la aventura.
HOMBREIRO- LUGO- 1965

El otoño, a través de sus ritos, favorece los encuentros de los amigos. Aquellos que en verano se desparramaron por mil sitios diferentes, ahora vuelven a reunirse alrededor del fuego acostumbrado para vivir de nuevo los ritos de siempre, los que mantenemos nosotros mismos.

Notaremos que las tardes se van acortando, y cuando las castañas estén listas, llegarán los magostos, nuestras meriendas con el vino nuevo, castañas asadas y amigos reencontrados. Estos conocidos que están cercanos, aunque lejos, de quienes se tienen noticias a lo largo del año, pero con quienes es difícil encontrarse, ahora estarán en el magosto y aprovecharemos para ponernos más al día. Volvernos a ver cara a cara.

Me gusta mucho comprobar que los jóvenes asisten a todas estas celebraciones como algo suyo. La tradición está viva, tal vez más viva de lo que muchos puedan creen.

En los cielos también se nota el otoño. Dentro de poco, veremos las bandadas de aves migratorias que marchan. El reclamo de un tiempo cálido las lleva a emprender su viaje hacia tierras del sur. Pero hay, por la zona de Sarria, poblaciones de cigüeñas que se han hecho estables allí durante todo el año. Estas zancudas son así. Han llegado hace poco, siendo sin pretenderlo un exponente del cambio climático, y ahora quedan volviendo a señalarnos con su conducta que el clima cambia.

Pero no son las aves migratorias los únicos animales que se ausentan. Los de
POR VILAR DE DONAS - 1965
ciclo anual, ya han puesto sus huevos y desaparecieron. En ese estado de huevo, muchos insectos y otros invertebrados esperarán a que los calores de la primavera próxima los estimule para comenzar a desarrollarse. Otros animales, mamíferos inferiores, o no tan inferiores, se sumirán en ese sueño largo y profundo que conocemos como letargo invernal.

Y los árboles. ¿Qué decir de los árboles? En los de hoja caduca, la clorofila, que es de síntesis costosa, se retira a la raíz, dejando en las hojas otros pigmentos, amarillos, rojizos o pardos, que antes estaban enmascarados por el verdor de la clorofila. Los bosques se ponen espléndidos. Los colores son espectaculares. Los chopos se vuelven amarillos; los castaños, marrón claro; los carballos, adquieren tonos de bronces y los arces son capaces de mil colores diferentes en un solo árbol. Los pinos mantienen su coloración verde, como el resto de coníferas. Las mezclas de árboles se han pasado a mezclas de colores.

El monte se vuelve un regalo para la vista, junto con un olor como de nuevo, el suelo está mullido por las hojas que van cayendo y todo esto se ve realzado por el sol que, no tan fuerte como en verano, ahora cae oblicuo describiendo mil juegos de luces y sombras.


Es tiempo de salir abrigados, de vivir con los amigos los múltiples reclamos que nos irán convocando las fiestas rituales de este fin de ciclo. Ahora, estaremos con los amigos. Cuando cerremos el ciclo, habremos llegado al entrañable tiempo de estar con la familia: será Navidad.

PAZO DE RIVADULLA - 1977

Muchos de los lugares fotografiados han sido destruidos, sacrificados al "progreso".

lunes, 21 de septiembre de 2015

No seremos como dioses


AHI EMPEZÓ TODO
El Génesis nos relata que quien instigaba a Eva para comer el fruto prohibido, le prometió “Seréis como dioses”. ¿Qué se entendía por ser como dioses? Tal vez poseer la sabiduría total, el ser inmune al dolor y, fundamental, disfrutar de inmortalidad. Está claro que, sigo con el Génesis, Adán y Eva no lograron lo prometido. Pero este deseo de ser divinos ha sido una constante de la humanidad.

Siglos más tarde, en la religión griega existía una sola falta contra los dioses, llamada Hybris, consistente en quererlos emular, ser como ellos. Recuerdo ahora a Ícaro queriendo volar y pegándose con cera unas alas en su espalda. Nos cuenta el mito que, al subir, el sol derritió la cera e Ícaro cayó al suelo. En las diferentes religiones, siempre los sacerdotes nos dijeron que a los dioses no les gusta que queramos invadir su territorio y, por eso, nos castigan cuando queremos hacerlo. En un cuadro, atribuido a Brueghel, se representa esta caída de Ícaro entre gentes dedicadas a sus tareas cotidianas porque, piensa el pintor, a nadie le importan los castigos que otros puedan recibir de los dioses. Incluso para el mismo pintor, la caída es algo secundario e Ícaro aparece
ÍCARO CAE AL MAR
en un lateral del lienzo.

No obstante, ese deseo de emular a los dioses sigue presente en nuestro inconsciente. Cuando un muchacho, en un momento bravucón dice estar “como dios”, tal vez crea pronunciar una brutalidad muy soez, cuando realmente su dicho está enlazando con una tradición cultural tan antigua como el hombre, al menos en el sentido bíblico.

Ser como dioses… La hybris griega como estímulo conceptual, querer saber cada vez más, generar vida, erradicar el dolor de nuestras vidas, ser inmortales, entre otros deseos. ¿Son sueños realizables? Vamos a ver:

Creo que la génesis de vida artificial es algo que perseguimos, aunque está lejos de ser alcanzada. No obstante, está siendo un reto muy fecundo en descubrimientos, en proyectos de investigación y en ríos de tinta en prensa más o menos sensacionalista revestida de aires serios.
BIOLOGÍA MOLECULAR
UNA FALSA PUERTA

La erradicación del dolor sí está bastante lograda, creo yo, si bien es una opinión puramente personal. Sigue habiendo dolor, pero es posible disimularlo con tratamientos paliativos.

La inmortalidad (¡Ah!, la inmortalidad), constituye un sueño que cada vez está mas claro que nunca será conseguido, si bien se incrementa la expectativa de vida, retrasándose la muerte. No obstante, a veces parece como que se nos quiera confundir. Por ejemplo, se persigue la curación de una enfermedad que causa un elevado índice de mortalidad, haciéndonos creer que, una vez erradicada tal enfermedad, ya nadie morirá. Eso ocurrió con la tuberculosis, por citar un caso, ya (casi) nadie muere de esa enfermedad, pero ahora se muere por otras causas. A veces se acomete el arreglo de curvas en carreteras porque en ellas “muere mucha gente”. Está bien que se haga, pero no que nos hagan creer que los que allí morirían ya se han salvado de morir.

Hoy ya no está bien visto recordar que somos mortales, pero es así. Incluso en nuestra Galicia, hace años las aldeas convivían con los cementerios, que estaban en medio de los núcleos de población, a veces compartiendo espacio con los lugares de fiestas. En esas
ESPADAÑAS EN UN CEMENTERIO
RURAL GALLEGO
mismas poblaciones, hoy los cementerios se han trasladado a las afueras, pensando tal vez que no recordando la muerte podremos ser más felices.

A veces cuesta admitir nuestras limitaciones. Creo, es mi opinión, que hasta que no las admitamos, en cierto modo seremos seres inmaduros. Y creo que en esto hemos dado un paso atrás, queriendo olvidar que una espada de Damocles se cierne sobre cada uno de nosotros.

Mientras, que la investigación biológica siga descubriendo cosas relativas a la vida, que serán logros de la Humanidad y tal vez nos confieran mayor calidad de vida, mientras la disfrutemos...

La imagen de las espadañas la he realizado yo. Las otras tres son del fondo de Google.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Hermano Rompesuelas, en tu memoria

Ya se ha cometido la barbarie de este año y un muchacho ha mostrado a todos su valía dentro de ese mundo de grito y aspaviento, en el que parece ser ciudadano de honor por méritos propios. Ha matado al Toro de la Vega y, según dicen sus cánones, a traición y por la espalda. Toda una hazaña para el mozo. No puedo hablar ahora de arte ni logros del espíritu creador del hombre, mientras a mi lado el debate está abierto con posturas enfrentadas. A veces, agriamente enfrentadas. Se esgrime la tradición como valor incuestionable. También fue tradición el derecho de pernada, por ejemplo.


MUY VALIENTES

¿De dónde viene esta tradición? ¿Tiene raíces históricas? Creo que sí, y pienso que desde muy lejos, aunque tal vez mal interpretadas. Ya en la Biblia se nos dice que Dios creó a Adán, le hizo dueño del mundo y le transmitió este mandato: “Creced y multiplicaos, y dominad la tierra…” Desde entonces, el hombre se ha constituido como Rey de la Creación (para algunos grupos sigue siendo algo incuestionable) y todo cuanto haga y deshaga no es más que cumplir aquel mandato. Todo cuanto fuese “dominar” la tierra no era más que obedecer, cosa que el hombre no está muy acostumbrado a hacer, la verdad. Jugar con los animales hasta darles muerte no es más que una consecuencia de ser su propietario.


VALOR NO LE FALTA

Esto funcionó, con sus injusticias incluidas, mientras la población humana mundial fue pequeña, pero iba en en progresión geométrica. Recuerdo cuando fuimos tres mil millones de habitantes. Se había tardado milenios en alcanzar ese número, pero al poco ya fuimos seis mil millones y así vamos. Lo que antes sobró, ahora empieza a escasear. Muchas cosas se replantean a todos los niveles, pero hay quienes se mantienen en la idea de que somos propietarios de la tierra para hacer con ella, y con sus habitantes, lo que nos venga en gana.

San Francisco ya había modificado este modo de ver el mundo. Si todos somos hijos de Dios, razonó, tenemos el mismo padre y, por tanto, somos hermanos. Ese es el origen conceptual de su famoso poema en el que habla del “Hermano sol, hermano lobo”. Este poema, por cierto, le trajo problemas con la Inquisición, que ya entonces andaba mirando de soslayo a quien se salía de madre con sus pensamientos.

HAY QUIENES SE QUEJAN DE ESTA IMAGEN
Este modo de ver el mundo ha sido propio de las religiones derivadas de la Biblia. En países orientales, la visión del mundo ha estado más en consonancia con la idea de unidad de todos los seres vivos. Cuando en la década de 1960, muchos intelectuales del mundo occidental viajaron al Tibet y regiones similares, conocieron esta idea y se la trajeron consigo de vuelta a este mundo. Mientras, aquí vivíamos una época convulsa, comenzaban los planteamientos ecológicos, el sistema capitalista hacía aguas y a todos los jóvenes nos horrorizaba la guerra del Vietnan, sus planteamientos y sus consecuencias. Películas como Hair nos hicieron mella y se hizo popular el slogan de “haz el amor, no la guerra”, con su logotipo, que entonces no se llamaba así.

OTROS SIMBOLOS
Comenzamos a cuestionarnos muchas cosas crueles de nuestra España, que no tenían mayor justificación que la de ser “tradicionales”. Había tantas injustificables… Aún se esgrime lo de tradicionales para justificar su permanencia. No nos engañemos, muchos las quieren porque aportan dinero a las localidades donde se perpetran. Bien promocionadas, estas algaradas atraen a gente dispuesta a dejar sus cuartos. Seguro que ayer, en Tordesillas, los hosteleros se frotaron las manos con el consumo de tantos como fueron por lo del toro, fuesen del bando que fuesen. El dinero es así,  mezquino y hace mezquinos de ese tipo.

No digo que una corrida de toros, el hombre luchando con el astado, no tenga sus raíces culturales en Creta, con Teseo luchando y mostrando sus habilidades frente al Minotauro, y que sea algo propio de la cultura mediterránea, no lo discuto, está ahí. Pero ¿Tenemos que seguir manteniendo ese símbolo? ¿Ese salvaje símbolo de incultura de otros tiempos? 
PREFIERO ESTA PALOMA

Me duelen esas luchas dialécticas entre unos y otros. Los defensores del toro y los de su muerte alanceado, y me duele porque no puedo creerme que en este país de 2015, haya quienes tengan argumentos a favor de una cosa de ese tipo.


Las figuras que utilizo en esta entrada proceden del fondo de Google.

martes, 15 de septiembre de 2015

Animales sin costumbres sanguinarias

LA VIDA FLUYE. PREDADOR-PRESA
Veo en la televisión un programa divulgativo y hablan de las "costumbres sanguinarias" de los animales carnívoros, mientras se ofrecen imágenes de animales atacando y persiguiendo a sus presas. Pienso que no se debe hablar de un modo tan fuera de lugar, pues es preciso dar a las cosas, y a los procesos, el nombre que en realidad les corresponde. En la Naturaleza no hay asesinos, nadie mata con premeditación, alevosía o con otras finalidades perversas. Eso solamente lo hace el hombre. En la Naturalezase mata para vivir y nada más. Ni siquiera hay muertes que pudiéramos calificar como "en defensa propia", pues los animales han desarrollado mecanismos que "enseñan" a quienes les atacan que conviene no repetir la agresión, gracias a provocar en ellos, la aparición de oportunos actos, que conocemos como reflejos condicionados.

De manera paralela, en algunos vegetales aparentemente indefensos, no son pocos los agentes bioquímicos que provocan reacciones de tipo alérgico en los herbívoros que intentan comerlos: los efectos urticantes de las ortigas y de espinas de algunos cactus, acebos y similares, funcionan de esta manera. Del mismo modo, las agujas de silicio o de carbonato presentes en no pocas gramíneas o en hojas de higueras, les sirven para realizar esa defensa. Por no hablar de otros mecanismos más complicados, como sería el de aquellas
SE DEFIENDEN
especies que, si bien son inofensivas, adoptan morfologías semejantes a las de otras especies poseedoras de mecanismos de defensa (se conocen como mimetismo estos tipos de defensa). Pero ningunha planta tiene mecanismos que maten a su posible predador, cuando menos en las dosis en que éste la come. Cosa distinta (y desastrosa) ocurre cuando el hombre se mete por medio de todo, aplicando sus conocimientos. Capítulo aparte lo constituyen las plantas carnívoras, que deben ser consideradas como predadoras.
También en animales aparecen otros mecanismos de defensa, que básicamente consisten o en escapar o en esconderse. Hay animales que corren mucho, pudiendo desarrollar velocidades asombrosas. Otros no corren a gran velocidad, pero lo hacen describiendo trayectorias sinuosas, o suben a los árboles, o hacen cosas raras con tal de conseguir huir de su perseguidor. Hay animales que no escapan y, para librarse de sus predadores, o se esconden o se disimulan gracias a coloraciones especiales que hacen que, de permanecer quietos, sea difícil distinguirlos del entorno (se llaman crípticas las coloraciones de este tipo.

SE DEFIENDEN
Los animales necesitan comer por dos razones fundamentales. La primera de ellas es obtener la energía que les llega contenida en las moléculas biológicas presentes en cuanto comen. La otra razón que tienen los animales para comer, es la obtención de esas mismas moléculas biológicas para construir con ellas las estructuras necesarias para su propia vida. Es decir, comiendo satisfacen sus necesidades energéticas y estructurales.
A veces no nos damos cuenta de que, gracias a la alimentación, hay moléculas que hoy forman parte de cada uno de nosotros, pero que hace unos pocos días formaban parte de aquellos seres que nos sirvieron de alimento. Una molécula de glucosa, por citar un caso, sintetizada por un vegetal y que fue almacenada en el mismo en forma de almidón, a los pocos días puede estar en nuestro organismo participando de nuestras funciones biológicas. Esto es válido también si hablamos de grasas o de aminoácidos.
Gracias a la energía que reciben con la alimentación, los seres vivos, además de realizar todas las actividades vitales que deben realizar, y que le aprovechan a él mismo, tienen que ejercer las funciones relativas a la reproducción, contribuyendo de este modo al mantenimiento de la población a la que pertenecen. Esa, la de la reproducción, es una actividad que tiene que realizar cada individuo y que, generación tras generación, se traduce en el mantenimiento de la especie.

A LA CARRERA
En los humanos existe una costumbre, que viene de la Edad Media, que consiste en enjuiciar las prácticas animales como dictadas por virtudes o vicios, sin tener en cuenta que tanto virtud como vicio son componentes de la conducta humana y de cada una de sus múltiples culturas. Se nos ha enseñado a admirar a las hormigas por laboriosas, a odiar a las serpientes por engañosas, a menospreciar a los zorros por astutos o a los mulos por tercos. Las cigarras son ejemplo de vagancia inútil. Tenemos insultos que hacen referencia a supuestas conductas animales, como zorrería o burrada. Bajo este mismo concepto, los animales carnívoros son asesinos y, por tanto, no está mal recriminar sus conductas o, incluso, condenarlos a morir, y matarlos sin justificación de ningún tipo.
LA LUCHA PREDADOR-PRESA
En general, podríamos decir que asesino sería el animal que mata movido por unas motivaciones que aparecerían como negativas en caso de ser definidas con criterios humanos. No obstante, esas motivaciones están por completo ausentes en las conductas animales. Nunca hablamos de conductas sanguinarias o criminales ni de los asesinatos que se perpetran en la Naturaleza, porque en ella no hay nada ni de una cosa ni de otra. Hay necesidades de energía a corto y a largo plazo. Las necesidades a corto plazo, son las propias de cada individuo. A largo plazo, son las necesidades de la especie de la que forma parte y que hay que mantener. Ambas se satisfacen con la dieta de cada uno de los individuos concretos.

De conductas asesinas sabemos mucho los seres civilizados, no los animales.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Escultura popular en el Museo

LAS TRES IMÁGENES QUE COMENTO
En el Museo Provincial de Lugo, quiero decir y supongo que como tal se entiende el título. En su claustro, hermoso, estilizado, apuntando en él el nacimiento del gótico, encuentro múltiples motivos para echar mi pensamiento a volar, a divagar sobre las mil cosas que son capaces de evocarme todo cuanto hay en él expuesto.


A veces son obras cargadas de historia, de historia nuestra, como las lápidas, aras y estelas funerarias. Otras veces los relojes de sol me hacen pensar en tiempos palaciegos de hidalgos locales. También hay figuras, esculturas, en las que encuentro un entrañable aire popular, ese adjetivo tan vidrioso cuando se aplica a este tipo de obras.

¿Qué qué entiendo yo por arte popular? A diferencia de un arte que pudiéramos llamar ·académico”, al arte popular lo podríamos considerar como el hecho para el pueblo o por el pueblo. En ambos casos, pensamos en gente de gustos más sencillos, puede que con criterios menos especializados ni impregnados de esas consideraciones que se suelen tener en cuenta en el momento de enjuiciar una obra.

Tal vez, lejos de parámetros clásicos, el arte popular busque simplemente transmitir una idea, una emoción, un sentimiento. En este plan, se busca, pienso yo, un recuerdo o una evocación sin mayor pretensión. Solo se quiere eso, inspirar, recordar.

ANGUSTIA
El artista popular, cuando hablamos de arte realizado para o por el pueblo, tiene claro lo que debe representar. Creo que sabe captar los rasgos esenciales de esos hechos. Una vez captados, los plasma con pocos trazos, pero con tal fidelidad que todos sabemos interpretar lo que se ha querido representar. Normalmente se trata de figuras simples, en actitudes concretas y fácilmente reconocibles por esas mismas actitudes. El estilo, ya no sé qué decir de su estilo. Algún historiar ilustre dijo que en Galicia vivimos un románico permanente y no voy a ser yo quien le contradiga. Eso en cuanto al estilo en general, si bien hay detalles impregnados del sentir gótico y del barroco.

Voy a imaginar un taller con un maestro afamado en el trabajo clásico y con honorarios también clásicos. Es posible que, sin tanto presupuesto, hubiese quienes querrían una talla de la virgen o de un santo. Puestos a buscar quién se la pudiese esculpir, pensaron en un muchacho joven, del taller del maestro, afamado por sus buenas maneras pero con mucho por madurar, y le encargaran la obra a realizar en sus ratos libres. Que ¿por qué imagino esto? Porque muchas veces los autores de piezas populares nos muestran, casi sin pretenderlo, estar cerca de fuentes clásicas de inspiración. Por eso. Porque a veces se me hace difícil imaginar cómo pudieron llegar detalles concretos de corte académico a los autores populares. Esta puede ser una explicación. También se puede tratar del artesano que formó parte de un taller, pero que tuvo que regresar a su lugar de origen, donde se estableció sin mayores pretensiones. Incluso ese aire de la inspiración, que sopla donde quiere, pudo posarse sobre alguien a quien ahora calificamos de autodidacta. Y mil posibilidades alternativas.

ROSTRO DE LA ANGUSTIA
Con estas reflexiones, estoy en el claustro de Museo, frente a tres imágenes de la Virgen con su niño. O con su hijo adulto, pues una de ellas representa una Angustia, en granito policromado. Realizada en el siglo XIX por canteiros de Román,(Vilalba), representa a una mujer con manto y zapatos de color negro, que tiene en sus rodillas a su hijo muerto, con melena y barba también negras. Es una figura esbelta, tal vez hecha para estar situada en el reverso de un cruceiro. Su aspecto es triste, tal vez porque así es la cara de la Virgen. Pero nadie dice que tenga que ser alegre la imagen de una madre con su hijo muerto en su regazo. Ayudándose con la policromía, el escultor nos ha dejado una imagen desgarradora de la Virgen.

Otro aspecto, también porque es otro momento de la vida en este caso alegre, es el de una Virxe do Leite. Vamos, una Virgen dando el pecho a su hijo. Esta imagen es una preciosidad. La madre, modosa, tiene la cabeza inclinada porque el escultor intuía que tal gesto representa humildad. Gruesa, con amplias caderas, como cualquier madre que amamanta a su hijo, está apoyada en un


VIRXE DO LEITE
asiento bajo. Desde sus rodillas vemos que caen varias prendas del vestuario femenino, que a ras de suelo, se alzan algo para dejar que asomen los pies. Nada de primores palaciegos ni de representar a la madre como a una princesa en la que todo fuese lujo y glamur. Con manto y joya al cuello, modosa, da el pecho a su hijo. Efectivamente, tenemos una bonita representación del gesto maternal de una mujer con su hijo al que, a decir verdad, tiene muy desabrigado en aquella Galicia fría, como debió de ser cuando se esculpió la imagen. Tal vez esa desnudez no sea más que una concesión a la libertad del artista, no obligado a una estricta representación. Imagino a la modelo. ¿Cuál sería su nombre? Tal vez Lola, Manola o Pepita. Vaya uno a saber cómo se llamaría esta moza campesina que sirvió de modelo al escultor. Allí sigue en el claustro, dando de mamar a su hijo. Una preciosidad de figura. Y alegre, como cualquier madre que alimenta a su hijo.

Hay otra Virgen, que parece sentada, pues así se explica la postura del niño. Encuentro rasgos góticos en la composición y me explico. En la época del gótico, las Vírgenes se representan manteniendo relaciones maternales con sus hijos. Para quien contemple la
VIRGEN CON NIÑO
escultura queda claro que se trata de una maternidad. En este caso, el niño, vestido con túnica de manga corta, mantiene cerrado el manto de su madre. Una relación que también encontramos en la Virgen del Pilar. Me gusta esta imagen del Museo Provincial de Lugo. Una Virgen majestuosa, serena, con la mirada al frente y con un hijo al que sostiene de modo teatral (en la realidad, ese niño se caería al suelo). Mantos con pliegues bien dibujados. Y un detalle, para mí entrañable: el escultor dejó entrever los pies del niño, descalzos. Y mas que los pies, lo que nos deja ver son diez deditos muy juntos, en fila, de la misma longitud, que parecen las púas de un único peine.

Pero estamos ante esculturas populares, conviene que no lo olvidemos. Y los escultores tienen su ética y su estética. ¿Qué es más importante para aplicarla a una obra? ¿La ética? ¿La estética? Vaya uno a saber.

 
LOS PIES DEL NIÑO

viernes, 4 de septiembre de 2015

Mi aplauso a la Milagrosa

Este artículo lo escribí en septiembre de 2003, después de haber ido, un año más, a visitar el lucense barrio de la Milagrosa con motivo de sus fiestas anuales. Lo traigo aquí, pues puede gustar a alguien.
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Como todos los años desde no sé cuándo, fui a darme una vuelta por las fiestas del barrio de La Milagrosa. Muchascosas han cambiado desde sus tímidos inicios con las atracciones apiñadas alrededor de la Iglesia Parroquial. Ahora todo es mayor, desde el programa de festejos hasta la extensión del recinto ferial. Nada de esto sería posible de no haber existido un trabajo tenaz, entusiasta y resuelto por parte de las sucesivas Comisiones de Fiestas, que sin más afán que el de prestigiar al barrio y que sus vecinos lo pasen bien, viene trabajando día a día durante los doce meses que tiene cada año. Los resultados de su gestión saltan a la vista para quien quiera pasarse por allí en esos días en que están de fiesta y nos invitan a visitarlos. Paseando por allí encontré cosas nuevas y eché en falta otras, lo mismo que con las personas. Es lo de siempre, gente que llega, gente que falta. La vida que sigue como un río por su cauce y nosotros con la suerte de poderlo contemplar.
Todo esto lo pensaba yo el otro día, cuando paseaba sólo por entre las muchas atracciones instaladas en el recinto ferial y entre sonidos de altavoces que dejaban salir al aire mil y un reclamos dispares. Porque a esos sitios me gusta ir sin compañía para dejar que mis pensamientos vayan por los derroteros que quieran.
La verdad es que esto de las fiestas de barrio no es una costumbre exclusiva del de La Milagrosa. A lo largo del año, en Lugo tenemos fiestas que van jalonando el transcurrir del tiempo, desde las tempranas de San Lázaro, pasando por las veraniegas de San Antonio, hasta llegar a la fiesta por excelencia, la otoñal de San Froilán. Pero ésta ya no es de barrio, es la oficial de la ciudad.
Tampoco es que las fiestas de barrio sean un invento reciente, más bien
tienen un fundamento medieval que, aunque casi nadie lo sepa, sigue candente en el subconsciente de las personas. Eso es una historia que tal vez sea interesante comentar, pues ocurre algo curioso cuando se obedece a motivos concretos, pero que resultan desconocidos.
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No es hasta finales de la Edad Media cuando las ciudades adquieren una cierta seguridad, de modo que las murallas dejan de ser estructuras defensivas. En las proximidades de sus puertas aparecen las primeras viviendas y los Burgos (las ciudades) se desparraman por terrenos de los alrededores si bien, en caso de peligro, los habitantes del extrarradio se podían refugiar en el interior de las murallas. Los barrios aglutinan a un sinfín de familias, la mayoría pertenecientes a gremios, que llamadas por el atractivo que representa el futuro de una ciudad en paz, llegan a ella con la ilusión de prosperar en todos los sentidos. Solía ser gente de diversas procedencias, modos y costumbres, que comienzan a caracterizar a los barrios por la riqueza que confieren las mezclas culturales.
Es entonces cuando aparece una dinámica ciudadana inesperada. Por
una parte están los habitantes del interior, del centro, que se consideran los depositarios del criterio, del sentir ciudadano y los únicos intérpretes válidos del espíritu local. Por otra parte, los habitantes de los barrios, seguros de sí mismos, conscientes de ser cada vez más necesarios para el futuro desarrollo de la ciudad y con hondos deseos de integrarse en ella. En el centro se presume de ciudadanía, en la periferia se jactan de la novedad y potencialidad que aportan los grupos y las personas llegadas desde muy dispares lugares.
La historia ha dado mucha importancia a esa dinámica, centro-periferia, pues ha generado, y genera, mucha riqueza cultural en no pocas ciudades, también en la nuestra. En núcleos urbanos con fuertes costumbres que arrancan en la Edad Media, el hecho de vivir en el centro o fuera de él parece indicar mucho acerca de una familia. No digamos en ciudades amuralladas, en las que la identidad del centro con el espacio interior de murallas es intensa. Sabemos que en Lugo siempre ha sido un dato a tener en cuenta el hecho de que se viva dentro o fuera de murallas. Pero no es sólo en Lugo donde esto ocurre.
Hoy, esta relación se traduce en rivalidades pacíficas, pero en su día pretendieron significar más de lo que hoy podemos ver. La fiesta del Palio, en Siena, sólo la podemos explicar como un exponente de ese tipo de relación. Otro tanto ocurre con la Semana Santa de muchas ciudades españolas, en las que las Cofradías del centro tienen una expresión completamente diferente de la que tienen las de los barrios.
Los motivos que generaron esta dinámica ya están superados y los centros de las ciudades se han quedado casi vacíos (creo que en el interior de Lugo hay censadas menos de 3.000 personas). En las ciudades europeas sus habitantes actuales se decantan por zonas periurbanas y los barrios han dejado de tener el significado que pudieron tener en otro tiempo.
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No voy a decir que las fiestas de la Milagrosaobedezcan a estímulos pasados, pero sí pienso que de un modo subconsciente se ha mantenido en las personas este sano, y creativo, afán de rivalizar con el centro. En algo al menos, en diseñarse unas fiestas sobradamente dignas, los barrios quieren demostrar a la ciudad entera que allí, en sus sitios, hay quienes son capaces de presentar alternativas organizadoras, que tienen su propia fuerza de convocatoria y que, puestos a compararse con el centro, nada tienen que envidiarle. En este sentido, al igual que en el Palio o en la Semana Santa, los barrios tienen en sus fiestas un exponente de sus muchas posibilidades.
Por eso felicito al de La Milagrosa, porque un año más han demostrado estar sobrados de aptitudes, poseer buen sentido organizador y saber ofrecer a propios y extraños muchas ocasiones de pasarlo bien que, en el fondo, es lo que se pretende y de lo que se trata.