jueves, 21 de marzo de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO.(IV) CONSTRUCCIONES PROPIAS

El Camino cambia mucho al entrar en Galicia e irse adentrando en la provincia de Lugo, dejando atrás los rigores del Cebreiro. Con ojos avispados es posible encontrar similitudes en las construcciones de diferentes localidades, debido a los cambios en modos y suministros: los mobiliarios urbanos son similares así como los de hostelería y otros servicios. En cuanto a las fachadas de las casas, no nos resulta posible deducir en qué lugar nos encontramos a partir de lo que vamos encontrando en ellas. Todas lucen estructuras que les confieren habitabilidad. Pero han perdido singularidad, pues nadie se preocupó de que se conservase.
TRIACASTELA
Si nos fijamos en las viviendas tradicionales, hay dos tipos claros, el de las zonas del Cebreiro, con ventanas y puertas pequeñas, preparadas para soportar fríos largos y rigurosos, y el de zonas más templadas. En estas últimas, lejos de los rigores de la montaña, abundan los ventanales y balcones. Sus exteriores o bien son de pizarra vista o enlucida y pintada de blanco, con piezas de granito en bordes de vanos y en las esquinas del edificio.
Cuando hay balcones, me gusta fijarme en sus barandillas. En una zona en la que el hierro abundó, con herrerías como en O Incio, la forja se utilizó para fabricar utensilios domésticos, herrajes de caballos, ruedas de carros, etc. Pero no para fabricar flejes destinados a balcones. Las barandillas se fabricaron de madera.
Tampoco es tan extraño si tenemos en cuenta que las zonas de Triacastela, Samos, Val do Mao, etc., fueron zonas muy ricas en castaños y nogales, árboles suministradores de maderas recias y resistentes a intemperies crudas.

SAN EUFRASIO - VAL DO MAO
Algunas barandillas están muy desvencijadas y tal vez en trance de desaparición, pues supongo que cuando caigan las casas que las conservan, y caerán, nadie se preocupará de salvarlas. Con ellas se irá un vestigio más de nuestra historia cotidiana, de esa historia que no es la de reyes, princesas o palacios. Mas bien la historia de la gente del común, esa que ha ido dejando vestigios de cómo vivía, como vestía y, en fin, como transcurría su vida cotidiana. Muchos, ahora, parecen avergonzarse de dichos vestigios.
La barandilla más sencilla está formada por rastreles prismáticos de sección cuadrada, sin tornear, que van desde el suelo al pasamanos. Son frecuentes.
Otras veces aparecen los adornos, como en una que encontré en Val do Mao, en San Eufrasio, en la que los rastreles definen rombos por estar en dos capas inclinadas en sentido contrario una capa en relación a la otra.
TRIACASTELA
ENCAJE DE MADERA
En Triacastela hay una casa desvencijada que encuentro interesante. Tiene balcones con una barandilla de madera que parece de hierro forjado. Fijándose con atención es posible ver que se trata de madera muy trabajada, tal vez con sierra de pelo o similar, que da como resultado lo que podríamos considerar un encaje de madera. Es una barandilla que me gusta mucho. En realidad, lo que me gusta es el conjunto de la casa.
SAMOS -  PELIGRO DE EXTINCIÓN
En Samos, saliendo del pueblo a mano derecha, hay una casa muy deteriorada, deshabitada, con una hermosa barandilla, o con lo que queda de ella, para ser preciso.
Me apena pensar que nadie alza la voz reclamando protección para estos vestigios de nuestra historia cotidiana. Cuando todas las casas tengan ventanales modernos, aislados de sonidos y rigores climáticos, tal vez estas joyas sean solo reductos fotográficos que se guarden en algunos archivos.
Están pidiendo a gritos algo de protección, pero parece que nadie les presta atención.

viernes, 15 de marzo de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO (III): COMPAÑÍA DE CAMPANAS

Al recorrer hoy el Camino, viendo sus núcleos de población aún aislados en la actualidad, siempre se me ocurre la misma pregunta ¿Cómo viajaban las noticias? ¿Cuánto tiempo tardaba en llegar, por ejemplo, a Triacastela algún hecho importante acaecido en Roma? Porque en pleno siglo XII tuvo que llegar la noticia de que el Papa Calixto III había concedido la gracia del Jubileo a quienes visitasen la Basílica Compostelana… ¿Quién trajo la noticia? ¿Cuánto tardó en ser conocida?
MINIATURA DEL CODICE CALIXTINO
La pregunta es totalmente retórica, claro. Sabemos que cistercienses y cluniacienses jalonaron el Camino con monasterios donde acogían a peregrinos, a la vez que ofrecían cuidado asistencial a los necesitados de él. Entre unos y otros monasterios había un constante fluir de monjes y servidores que llevarían y traerían noticias de todo tipo. En los monasterios se disponía de información fiable, no siempre accesible al peregrino de a pie.
Pero ¿y el peregrino? Me gusta pensar en él caminando a su ritmo, sin mayores prisas, deteniéndose al abrigo reparador que le pudiese ofrecer alguna iglesia, trabajando allí en lo que supiese hacer, para ganarse el sustento y reemprendiendo su Camino cuando lo considerase oportuno. También cada peregrino traía noticias, las comentaba, las contrastaba y las llevaba. Si pensamos en el Camino como un reguero de gente que iba y venía con Compostela como destino, podemos imaginar que cada caminante llevaba sus propias noticias junto a sus propias vivencias.
SANTUARIO DEL CEBREIRO. SUS TAÑIDOS SE ESPARCIRÍAN
POR LOS VALLES CIRCUNDANTES
En las diferentes iglesias y capillas que jalonaban el Camino, siempre era posible al peregrino conocer novedades de cualquier parte, comentarlas y tener más o menos una opinión acerca de cuanto acaecía. Siempre que los portadores de las noticias fuesen de fiar, que no siempre se daba esta condición. Abundaban los fabuladores, los que exageraban lo existente o falseaban lo que fuese con tal de amedrentar y sacar provecho propio.
Las iglesias del Camino, como también las de fuera de él, tenían sus medios de informar al entorno de lo más inmediato, las campanas, que estaban colocadas en lugares concretos del edificio. Normalmente, en una iglesia había tres: una grande, de toques graves, otra pequeña de toques agudos y otra más, intermedia de tamaño y con sonido también intermedio. El toque de campanas era un idioma en clave, de tal modo que quienes las escuchaban sabían lo que se les anunciaba.
TRIACASTELA, OTRA IGLESIA, OTRO CAMPANARIO
Las iglesias con mayor entidad las tenían en torres apropiadas, llamadas campanarios. Tenían un cuerpo superior provisto de vanos en las paredes, donde estaban situadas las campanas, y una bóveda en el interior que servía de caja de resonancia de los tañidos. Si la iglesia era pequeña, las campanas solían estar en una pared que remataba la fachada. Se llamaba espadaña y era robusta con tres huecos, de forma triangular. En este caso, las campanas se disponían en dos hileras: en la superior, coincidiendo con el ángulo de remate, estaba la campana pequeña y debajo se colocan las otras dos campanas. Las humildes cuentan con una sola.
CERCA DE SAMOS. ESPADAÑA
Los toques eran múltiples a lo largo del día, desde el matutino hasta el anochecer pasando por el toque de ángelus, oración, vísperas y más. Cada tipo de toque con su nombre, los repiques eran alegres y basados en la campana aguda mientras que los dobles eran tristes, normalmente por los difuntos, basados en la campana grande.
En el Camino hubo un tipo de toque frecuente, era el que servía para orientar a los peregrinos en tiempos adversos. Nieves, lluvias intensas o nieblas justificaban estos tañidos que actuaban como faros sonoros de quienes anduviesen en el Camino. (Recuerdo algunas oraciones de mi infancia en las que se pedía por caminantes…)
Hoy día nadie se suele perder en el Camino. Muchos peregrinos llevan sus propios aparatos GPS o MP3, van provistos de móvil y constantemente suelen saber dónde están. Pero aún quedan campanarios o espadañas sobresaliendo entre grupos de tejados. Vestigios de otros tiempos
CASTROMAIOR. ESPADAÑA HUMILDE.
FIJARSE EN LA HUELLA
DE LA CADENA QUE IBA AL BADAJO 
DE LA CAMPANA,
HOY INEXISTENTE
Eso sí, casi se ha perdido la oportunidad de oír tañidos sin poder detectar su procedencia. Tañidos desperdigados por el campo, por el monte o por el valle, indicándonos que cerca hay una iglesia que puede ser final de etapa o refugio temporal.
Faltan campaneros que sepan sacarle los tañidos  apropiados a las campanas, pero hay aparatos electrónicos que, debidamente instalados, pueden hacer sonar todos cuantos tipos de dobles y redobles que tengan programados.
El Camino sigue fiel a su idea, con campanas o sin ellas, haciendo suyas las novedades, no sé si añorando tiempos pasados. No lo creo. Porque como todo lo vivo, el Camino, y los caminantes, se adaptan a los tiempos de cada tiempo.
Me imagino a los peregrinos al llegar a Santiago y escuchar el repiqueteo de sus múltiples campanas recibiéndoles. Debía de sonarles a música celestial. Aquí dejo un enlace con el sonido contemporáneo de dicho toque.

martes, 12 de marzo de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO (ii) EL CAMINANTE SOLITARIO

A lo largo del Camino, en los pueblos, aldeas o en los albergues, es frecuente ver grupos bullangueros de gente que, una vez terminado el día , se desparraman por el lugar con la alegría propia de haber terminado una etapa más. Son peregrinos que hacen su Camino en grupo. Los grupos alegres suelen estar formados por numerosos peregrinos, normalmente jóvenes de ropas multicolores. Los grupos sosegados son más pequeños y de gente algo entrada en años. Caminan de otra forma, buscando otras metas aunque vayan al mismo sitio. La amistad también peregrina formando parte de todos los grupos.
UN RATO DE SOLEDAD CUSTODIANDO MOCHILAS
Hay otros peregrinos que prefieren hacer el camino en solitario. Esos me impresionan profundamente. Me siento solidario con ellos. Siempre me ha gustado el paseo en solitario, pero a veces resulta muy duro no tener con quién compartir experiencias, dudas, emociones. Contrastar lo que sea. Charlar con alguien afín. Pero para quien va solo, toda sensación que se viva, y a lo largo del Camino se prevén múltiples, serán vividas en solitario, sin poder hacer partícipes de ellas a quienes potencialmente hubiesen compartido itinerario de haber ido en grupo. Esa soledad propiciará unas vivencias muy profundas, análisis intensos de la situaciones y tomas de decisiones muy responsables. Todo se hará sin nadie en quien apoyarse, pero quien inició el Camino en ese plan, ya sabía lo que encontraría.
Esto no quiere decir que el caminante solitario no tenga con quién comentar, que los tiene. Siempre aparecen personas con quienes compartir experiencias, siquiera de modo somero. Son compañeros de etapa que se van encontrando en múltiples lugares a lo largo de cada día y todos los días: en el albergue, en una fuente, en cualquier descanso, comiendo en la cantina y seguro que vuelta a verse en el albergue, al caer la noche. Al final, surge el saludo educado, incluso cordial, pero no es del tipo íntimo, con tintes de compartir, que se podría haber producido con amigos. Esto es otra cosa.
ANOTANDO EN EL DIARIO. PORTOMARIN
El caminante solitario quiere vivir esta experiencia, el Camino, en soledad. Quiere encontrase consigo mismo en las largas y agotadoras marchas, en los repechos, en las soledades de las cuestas aparentemente interminables, en el trago de vino reparador del anochecer o al escuchar un cántico entonado por algún grupo que acampa cerca. No quiere compartir con nadie estas sensaciones. Y no por egoismo, sino porque ha venido buscando estos momentos de soledad y así hacer un viaje a su interior, tal vez necesitado de hacerlo. Solos, a veces con un pequeño diario en el que van anotando todo cuanto se les ocurre a la vez que trazan esquemas de lo que ven, estos caminantes en soledad van tejiendo una peregrinación hacia sí mismos que, ojalá, les hará reconciliarse con su propia vida.
LA PEREGRINA MEJICANA QUISO HACERNOS ESTA FOTO 
En Liñares, ese sitio siempre me impresiona e intranquiliza, nos encontramos un verano a una mujer que venía sola desde Méjico. Allí se había decidido a peregrinar. Voló hasta París donde dejó su equipaje en una consigna, se echó al Camino, y a pie venía desde allí, para “poner orden en su vida” según nos dijo. Esta es una historia, la de ella, pero tienen que haber tantas diferentes como peregrinos solitarios.
En la iglesia de O Cebreiro, en otra ocasión encontramos un grupo procedente de Lyon que cantaba un hermoso motete acompañados por una flauta travesera. Tal vez, aquel grupo francés era parte de la esencia del Camino. Pero en Barbadelo vimos a un muchacho solitario, con los pies metidos en un riachuelo para refrescarlos.   También en aquella ocasión tuvimos la impresión de palpar esa esencia.
Mil peregrinos, mil modos de venir, todos ellos válidos. Amparados en el grupo, que también se tienen ratos de soledad en esos casos. Solitarios desde el comienzo, con conversaciones profundas con peregrinos anónimos a quienes ni se le pregutna el nombre.
Siempre compartiendo, ese es el lema, siempre entregando, siempre caminando.

miércoles, 6 de marzo de 2013

LETAL, ORIGEN Y DERIVADOS



En determinadas combinaciones, algunas estructuras genéticas pueden provocar la muerte de sus poseedores. Se llaman letales.
El término “letal” ha sido recogido del habla no genética. En general siempre que se utiliza, y vale tanto para armamentos como para ambientes, significa lo mismo: que es capaz de producir la muerte.


Paso de la laguna Estigia
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “letal” deriva del latín, letalisque quiere decir mortífero. Relacionado con letal está letum que significa muerte y éste a su vez deriva del griego, lethe que significa olvido. En este sentido, el río Leteo era de los primeros que cruzaban, ya en el Hades, quienes acababan de morir, de tal modo que al cruzarlo olvidaban todos sus hechos vividos. Otro mito decía que para que se produjese tal olvido era preciso beber las aguas. La laguna Estigia tenía significados similares relativos al proceso de la muerte de cada uno y su marcha al otro mundo, con los consiguientes olvidos.
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En Galicia, antiguamente el río Limia se llamó Leteo y los nativos cultivaron la leyenda que indicaba que quienes lo cruzasen olvidarían todo, confundiendo, por su nombre, a este río con el del Hades. Es lógico que tal leyenda actuase a modo de barrera para quienes la creyesen, que era la mayoría de forasteros y de las tropas romanas. Mientras durase la creencia, Galicia estaría a salvo de la invasión romana.
Creo que fue hacia el año 138 A.C. cuando el general romano Décimo Junio Bruto Galaico intentó deshacer el mito entre su tropa, pues la creencia obstaculizaba sus campañas militares en la zona. Se dice que el general cruzó el Limia y desde la orilla opuesta fue llamando a sus soldados por sus nombres uno a uno. Los soldados, asombrados de que el general recordase cómo se llamaban, comprendieron la falsedad del mito, cruzaron el río sin temor y comenzó la conquista de Galicia.
Me gusta pensar que detrás de aquella tropa nos llegaría el idioma latino, el derecho romano, la ingeniería romana y el principio de una colonización que nos ha dejado, entre otras cosas, las murallas de Lugo, los múltiples puentes romanos que aún están en uso, la Torre de Hércules, los castaños y tantos otros vestigios que hoy conforman muchas señas de nuestra identidad.

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La verdad es que esta leyenda no me la creo por muchas razones. Nunca he creído en la generación espontánea y me resulta muy extraño que en las tierras aún no conquistadas existiese una leyenda similar a la mitológica griega, incluido el nombre del río. Entonces debemos pensar que el mito ya existía cundo llegó el general Décimo Junio con sus tropas.¿Quién la trajo antes de que eso sucediese? ¿Tal vez algún romano anterior a él que quería impedir la colonización? Es posible, pero en ese caso, ese romano se habría tenido que ganar la confianza de los nativos del territorio, pues no solo admitieron sus mitos, sino también le permitieron dar nombre a los ríos. Tampoco me creo esta posibilidad por  precisar demasiados hechos aleatorios juntos.
Sí creo que el general, de vuelta a Roma, y para magnificar su hazaña, la adornó con esta fábula que tuvo buena acogida entre sus oyentes. 
A fin de cuentas, la historia siempre la ha escrito el vencedor.

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En Ponte de Lima hay un bonito mural que representa este hecho, con el general desde una orilla del río llamando a unos soldados situados en la otra orilla y asombrados al ver que el jefe recuerda sus nombres en contra de lo que el amenazante mito aseguraba.
Desde hace unos años, en Xinzo de Limia se celebra en el mes de agosto la “Festa do esquecemento”, (Fiesta del olvido) en la que se recrean estos hechos y se aprovecha para festejar todo cuanto parezca oportuno, con personas vestidas de romanos, ferias a la antigua usanza, comidas al aire libre, y un amplio programa festivo.
Es una más de las múltiples celebraciones que han aparecidos por diversos lugares de nuestra geografía y que, gracias a un hecho histórico, que se recrea, se tienen unos días de diversión, se mueve dinero y se conoce gente nueva. Cosas buenas todas ellas dados los tiempos que corren.

viernes, 1 de marzo de 2013

POR EL CAMINO... (I)


Me gustan los paseos de rutas cortas, los de volver a casa por la noche, después de haber pasado un día fuera. En este plan, me gusta andar por el cercano Camino de Santiago, sus aldeas y monumentos, que creo conocer siquiera superficialmente. Siempre me han dado motivo de reflexión, por eso tengo cariño a esos entornos llenos de evocaciones.
CEMENTERIO DE PADORNELO
El Camino ha originado grandes núcleos de población, como pueden ser León, Astorga o Santo Domingo de la Calzada. Pero también ha dado lugar a pequeños enclaves, puede que hoy olvidados por muchos, como son Liñares, Padornelo, Leboreiro y tantos otros. Esos pequeños lugares me gustan y me atraen por eso, porque me obligan a reflexionar sobre ellos mismos y su historia, tan común a todos ellos.
Su estructura urbana, si es que puede llamarse así, es siempre homogénea: una porción de Camino flanqueada de cuatro o cinco casas, la iglesia y nada más. En Galicia, alrededor de la iglesia está el cementerio, en otros lugares, éste está algo alejado del núcleo de población. Pero en cuanto se entra en tierras galaicas, salta a la vista la familiaridad que desde siempre existe en esta parte del mundo con los habitantes de ultratumba. Vivos y muertos confundidos en el mismo poblado.
Me gusta visitar los cementerios rurales, son el último reducto de la actividad de los escultores populares, de los canteros que quedan. En lápidas de granito se imprimieron las últimas tendencias ornamentales plasmadas por un oficio casi en trance de desaparición. Hoy, junto a lápidas antiguas, hermosas y bien trabajadas, aparecen panteones modernos, de catálogo y corte urbano, instalados por industrias con fines muy diferentes a los de rendir un homenaje de cariño a los difuntos de cada casa. Hasta los muertos sufren los efectos de la globalización y su falta de sentimientos.
En Padornelo, en pleno Porto do Poio, vemos la estructura del lugar con alguna reminiscencia ajena. La iglesia, con espadaña para tres campanas, está justo a la entrada del lugar. El caminante, según avanza por el lugar camino de Compostela, va encontrando casas, pocas, y al final le despide un cementerio solitario de planta ovalada. Es el único exento que conozco con este tipo de planta. Cuando rodea la iglesia, se ciñe a las posibilidades del entorno, pero puestos a dotarlo de perímetro, me resulta extraño este óvalo, estoy acostumbrado al cuadrangular. Pero dejemos los cementerios.
Puerta. Liñares
Pienso en siglos pasados, el XIV, por ejemplo, con caminantes que venían a Compostela, o que iban a Roma (Todos los caminos llevan a Roma, se sigue diciendo) o que, incluso, se arriesgaban hasta Jerusalén. Aquellos aventureros por mil motivos, trazaron arterias de comunicación entre los pueblos, llevaron nuestros romances de un lado para otro, nos trajeron leyendas de más allá de los Pirineos, y comenzaron a configurar lo que hoy llamaríamos el primer espacio cultural europeo, aunque entonces nadie pensara en espacios culturales y mucho menos en que fueran europeos. Esos conceptos vendrían mucho más tarde.
Les bastaba con caminar con rumbos y metas fijas. Hoy vamos por caminos a ninguna parte, atolondrados, casi con el norte perdido, sin recordar que “el norte” es la guía indefectible de los navegantes. Muchos caminantes de hoy lo han perdido y no lo saben. Por eso no lo buscan.
Puerta. Leboreiro
Muchos de estos lugares están hoy abandonados, o casi, Se adentra uno por su calle y no ve a nadie entre sus casas. En todo caso, suena un taladro a lo lejos, muge una vaca en algún establo y un perro somnoliento nos mira sin molestarse mayormente. Hay indicios de vida, alguien que vive, pero no sabemos nada más. En lugares más poblados siempre hay una tasca que también vende bocadillos y, donde al despedirnos, el tabernero nos recuerda dónde estamos o por dónde vamos:
        -    Buen Camino…
Es el saludo de siempre en este itinerario, al que nos hemos acostumbrado como si fuese una caricia o una consigna entre quienes estamos a lo mismo. Haciendo Camino al andar.

jueves, 14 de febrero de 2013

REFRANES. MAJADAS Y MAJADEROS



Muchos de nuestros refranes vienen del mundo romano. En diferentes lenguas románicas existen refranes, todos ellos procedentes del latín, con significados similares aunque con construcciones algo diferentes. (Nosotros decimos “las paredes oyen” y los franceses “las paredes hablan”, por ejemplo).





Me gustan los refranes por la cantidad de saber que encierran. Un saber extraído muchas veces de relacionar de modo inteligente causas y efectos. Hay refranes acerca de costumbres, de relaciones familiares, de agricultura. También los hay que ayudan a predecir el tiempo más o menos inmediato.




Al contrario que la Farmacología ha sabido transformar en conocimiento científico todas las cualidades medicinales atribuidas a las plantas y guardado en la tradición, no ha ocurrido así con la Climatología y los refranes referidos a ella, al menos hasta donde yo sé. Claro que “cielo empedrado, suelo mojado” es de comprensión climatológica sencilla o que “cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo” lo comprendemos sabiendo que el grajo es un ave insectívora, que caza sus presas al vuelo y a bajas temperaturas son los insectos los que vuelan a ras del suelo. Hay uno que no logro comprender “Marzo ventoso y abril lluvioso, hacen a mayo florido y hermoso” Siempre pensé que el viento de marzo polinizaría las flores, pero éstas, según lo dicho en el mismo refrán, no aparecerán hasta mayo, es decir, en el mes de marzo del refrán aún no hay flores. El efecto del agua sobre los vegetales es obvio, pero para mi entender, el viento poliniza y dispersa frutos y semillas. ¿Qué frutos o semillas hay en las plantas en el mes de marzo? ¿Algunos del verano anterior que han permanecido durante todo el invierno? No entiendo, la verdad, el efecto beneficioso que sobre las plantas silvestres pueda tener el viento de marzo, como no sea la polinización, si hay flores, claro. Cuando haya frutos o semillas que diseminar, será otra cosa, pero eso no ocurre en marzo




Hay un refrán que me gusta mucho, “Hombre refranero, hombre majadero” y es el objeto de este escrito. Lo voy a comentar con algo de detalle.


En nuestra lengua los términos relativos a oficios agrícolas pueden terminar siendo despectivos. Por ejemplo, la última edición del diccionario de la RAE atribuye a “rústico” una serie de acepciones relativas al campo y su ambiente, pero en ediciones anteriores también incluía “rudo, tosco, grosero”. Tras reiteradas quejas, se retiró esta acepción.


En “Fortunata y Jacinta”, Galdós utiliza el adjetivo “hortera” para calificar al hacendado que no vive en la ciudad, sino en el campo, en sus huertas. Vemos que el significado de esta palabra ha cambiado en muy poco tiempo.


Algo así ocurrió con la palabra “Majadero”. Ya Quevedo la utiliza como menosprecio. En principio, puede derivar de “majada”, relativo a los pastores trashumantes que pasaban las noches durmiendo a la intemperie, en las majadas, por eso majaderos. Para ellos era útil y necesario el poder saber el tiempo que haría en un futuro inmediato. Aquellos majaderos supieron relacionar las causas con los efectos y encerraron su saber en dichos cortos y escuetos, los refranes.


Pero esta capacidad de aprender de la naturaleza, de comparar diversas causas con sus respectivas consecuencias y plasmarla en sentencias apropiadas, tal vez no siempre fue entendida y apreciada por los habitantes de las ciudades. En vez de querer aprender de ellos, se les menospreció. Más sencillo.


Siglos más tarde, Antonio Machado se quejaría de una manía muy nuestra de despreciar lo que ignoramos. Parece que viene de lejos esta costumbre...

viernes, 1 de febrero de 2013

JÓVENES ALEGRES BAJO EL ORBALLO


En Galicia llamamos orballo a esa lluvia menuda, pausada, que en otras partes llaman “calabobos” y también “chirimiri” De orballo derivamos a la acción, orballar. En estos días orballó en Santiago. Todo el día orballando, tiempo propicio para calarse un sombrero impermeable, embutir las manos en los bolsillos y echarse a pasear por las rúas y disfrutar de lo íntimo del orballo.
Así estaba la Catedral ayer  Otros tiempos volverán
Las torres de la catedral se difuminan entre las nubes bajas, mientras los visitantes piensan que se encuentran con la cuidad en su más pura esencia… Yo les diría que se encuentran con “otra” ciudad, mas vacía, mas calmada, sin los ajetreos y griteríos consustanciales a peregrinos y turistas, pero la misma ciudad, fiel a sí misma, con una cara diferente según qué tiempo le toque vivir.
Las calles húmedas reflejan todo cuanto pueden reflejar, los suelos son espejos difusos de su entorno y algunos peregrinos anacrónicos pasean desangelados por la rúa del Vilar. ¿Son tardíos del 2012? ¿Acaso tempranos del 2013? No lo sé, en todo caso han venido fuera de época y encuentran muchos sitios cerrados. Se pasean por lo que llamo el “parque temático” turístico, similar en todas las ciudades que atraen visitantes y con las mismas ofertas mercantiles: camisetas con textos horteras, paraguas, supuestas gaitas, cds con música, buena música, de grupos locales, tartas de santiago y más paraguas en oferta del dos por uno. Gente que, después de la grata sorpresa del orballo ahora se siente como traicionada y sin saber a dónde ir.
Entro en una cafetería de la zona monumental. Encuentro el aire limpio, olvidados ya los humos de los fumadores de hasta hace poco. El murmullo de las conversaciones en voz baja habla de un público educado, culto. Son los estudiantes de hoy, de 2013, que saben del incierto futuro que tienen ante sí, pero que viven su presente con ilusión.
Miro los grupos que forman y quiero adivinar en ellos heterogeneidad de orígenes. De ciudad, de pueblo, de aldea. Sin ellos saberlo, están haciendo realidad uno de los principios biológicos claves en nuestras poblaciones: la ruptura de la consanguinidad. Buscando pareja en personas procedentes de otros pueblos, de otras localidades, obedecen al instinto que les lleva a la ruptura de la endogamia.
Siempre me gustaron los comportamientos que llevamos a cabo sin conocer su fundamento biológico. Uno de ellos es éste, el de romper la consaguinidad y originar nuevas combinaciones génicas (“mezclar las sangres”, que se diría en otros tiempos). También las discotecas situadas en zonas rurales, equidistantes de núcleos de población diversos, pretendiendo  captar su clientela entre jóvenes procedentes de ellos, tienen la misma base biológica: la ruptura de la consanguinidad.
…Como suele ocurrir, el biólogo que soy me ha llevado a pensar en temas biológicos a partir de lo que veo… Yo, que pensaba en el orballo…


miércoles, 30 de enero de 2013

CLASES DE ESPAÑOLES


Un amigo me envía esto y lo traigo aqui, pues me parece interesante. Puestos a llamar a las cosas por su nombre, tampoco veo que hayan ocurrido tantos cambios, a pesar de que esta clasificación de Pío Baroja se produjo hace 109 años.

Don Pío ¿es que aquí nadie sabe siquiera algo? 


CLASES DE ESPAÑOLES SEGÚN PÍO BAROJA

Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.

Pero en la noche del 13 de mayo de 1904, el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo:

“La verdad es que en España hay siete clases de españoles, sí, como los siete pecados capitales. A saber:

1)     los que no saben;
2)     los que no quieren saber;
3)     los que odian el saber;
4)     los que sufren por no saber;
5)     los que aparentan que saben;
6)     los que triunfan sin saber, y
7)     los que viven gracias a que los demás no saben.

Unamuno y Benito Pérez Galdós aplaudieron a Baroja. Sobre todo por el último punto, el que dice “los que viven gracias a que los demás no saben”. 
Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.

Genial Baroja. 


martes, 29 de enero de 2013

PREGÓN DE SEMANA SANTA – SANTIAGO DE COMPOSTELA, 1998



Con ciudades monumentales ocurre lo mismo que con algunas personas singulares, que sobrecogen a quien se les acerca por primera vez. Luego, es el roce el que va haciendo que sea llevadero el trato con esa singularidad.
Grandiosa y entrañable parecerían dos calificativos que no podrían coincidir si se quisiesen aplicar a algo o a alguien, aunque todos sabemos que aquí, en Compostela, podemos utilizarlos sin miedo alguno para definir a esta ciudad en la que transcurre nuestro paso por la vida.
Pero si bien creo conocer a la ciudad, si bien la quiero y cada recodo suyo me evoca hechos de mi vida, si bien estoy acostumbrado a sus dimensiones humanas, también es cierto que nunca me acostumbro a ella, como si siempre estuviese sorprendiéndome en su grandiosidad. Aún hoy siento un cierto respeto cuando tengo que enfrentarme a comentar parte de su ser, el mismo que siento ahora cuando pretendo pronunciar el pregón de unas celebraciones que ya están en puertas y de las que ustedes conocen más que yo. Por eso, y avisando de la trampa, escaparé de las anécdotas, de los comentarios circunstanciales y me detendré en lo intemporal, en lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros al reclamo de unos estímulos externos.
Hecha esta salvedad, no tendré reparos en adentrarme en ese aspecto del patrimonio nuestro que es la Semana Santa. Porque, para mí, patrimonio son los monumentos, las calles, el entorno. También es patrimonio la historia y todo cuanto ella abarca. Y patrimonio son las costumbres y los modos y las maneras. Por eso, considero un bien patrimonial nuestro la manera de mecer el botafumeiro, el modo de bailar el Coco y la Coca, los fuegos del Apóstol, la Quema de la Fachada y, cómo no, la Semana Santa. Pero no un patrimonio declarado de interés por algún organismo internacional, ni para el que haya que pedir subvenciones con miras a su restauración, adecuación y conservación. No, es más bien un patrimonio inmaterial que califica a nuestra ciudad y de cuyo mantenimiento y conservación estamos encargados los mismos ciudadanos. Es ese conjunto de ritos y costumbres que todos aprendimos una vez y que ahora transmitimos a quienes vienen detrás para que, en su momento, ellos hagan otro tanto. Son unos usos y modos ciudadanos que nos configuran como comunidad, de cuya conservación todos somos responsables y de cuyo deterioro a todos nos pedirán cuentas.
Patrimonio nuestro y para los de dentro. Como en las antiguas casas en las que, mientras existía un recibidor para las visitas, también había una sala para los amigos y una salita para los de casa en las que transcurría lo cotidiano, no por ello menos importante, en Santiago tenemos lugares y fiestas para los invitados y otras, más íntimas, que son para nosotros. Casi nadie foráneo sabe de ellas. El Obradoiro es para los de fuera, la Quintana para nosotros. El Apóstol es una fiesta anunciada a los cuatro vientos, la Ascensión es para los de casa. Del Año Santo se manda recado a donde no seamos capaces de llegar, de la Semana Santa no se comenta. Y no por ningún tipo de secreteo o de ocultismo, ni porque la consideremos como algo secundario. Nada más lejos de la realidad. No se habla de ella, en todo caso se hace con recogimiento, simplemente porque la queremos salvaguardar de esas visitas tumultuarias a las que tan acostumbrados estamos cuando se trata de peregrinos jubilosos. No, la Semana Santa la queremos nuestra, recogida, íntima, muy de cada uno, para vivir en soledad o con la más entrañable compañía sin que los amigos foráneos la vengan a compartir con nosotros tal vez porque temamos que pierda su aspecto y cariz de intimidad.

Pero déjenme echar un poco la mirada atrás y hacer algo de historia. Según tengo entendido, fue San Francisco de Asís quien, allá por los albores del siglo XIII, construyó el primer Nacimiento en una Navidad. Eran épocas en que se configuraba un nuevo modelo social, los monasterios habían dejado paso a los conventos, los monjes a los frailes y éstos se echaran a los caminos a predicar a gentes sencillas pero deseosas de verdades trascendentes. Los romeros iban a Roma, los palmeros a Jerusalén y los Peregrinos venían a Compostela. Los caminos eran ríos humanos de gente que iba y venía sin mayores conocimientos pero con grandes afanes. A éstos había que evangelizar, era preciso inculcarles las verdades de la fe. Los frailes incorporaron las artes plásticas como auxiliares de sus labores de catequesis. Y mientras los dominicos erigieron en sus iglesias los grandes retablos en los que, como en carteles de ciego, se relatan episodios de las vidas de Santos o del Señor, quiero creer que los franciscanos tuvieron la idea de representar mediante grupos escultóricos algunos episodios de la vida de Jesucristo. Llamaron "misterios" a esos grupos, y todavía hoy, en Navidad llamamos "misterio" al grupo de figuras que representa el portal de Belén y en Semana Santa un paso de "misterio" es aquel que, mediante más de una figura, representa algún aspecto de la Pasión del Señor.
He observado que, en todas las localidades que conozco, las cofradías más antiguas tienen sus sedes en conventos de Franciscanos o en antiguas sedes suyas y esto es válido, por citar algunos casos, tanto en Viveiro, Santiago, Lugo, Córdoba o Sevilla cuya cofradía más antigua, la del Silencio, tiene como escudo precisamente el de la Orden Franciscana.
Luego Europa se partió en dos a causa de diferentes maneras de entender la religión y ya nada fue igual. Hubo guerras de religión, los peregrinos dejaron de venir a nuestra catedral y en toda la cristiandad un Concilio, el de Trento, recondujo las creencias y se hizo intérprete de todo cuanto era preciso interpretar. As¡ nació todo ese movimiento religioso que conocemos con el nombre de Contrarreforma. Era necesario, por otra parte, que las gentes conociesen las verdades de la fe, y más aquellas dañadas por la herejía. De ah¡ surgieron muchos aspectos de nuestra cultura, como podrían ser las procesiones de Corpus, los villancicos navideños y, como es el caso que nos tiene aquí congregados, las celebraciones de la Semana Santa. Por eso muchas de las cofradías de penitencia que existen por toda nuestra geografía nacen en los siglos XVI y XVII, por eso los grandes imagineros y los grandes pintores de esa época tratan temas religiosos y también debido a la misma causa tenemos los autos sacramentales, todo un género literario de nuestro Siglo de Oro, que no hacen más que dar vueltas alrededor de eternas preguntas que se hace el hombre y que trascienden lo cotidiano. En pintura y escultura se pactan formas de representar a los personajes de un misterio: los buenos están adornados por la belleza mientras que los malos siempre son feos. Todo ello amparado por un espíritu concreto y expresado mediante un estilo artístico que hizo suya la exageración, la riqueza y el realismo efectista: el barroco, un estilo del que podemos hablar los compostelanos por ser, casi, de la familia. Barroca es la Virgen al llorar, barrocos son los bordados de su manto, la forma de enjoyarse una enlutada o la sangre que corre por la frente de su Hijo. Barroca en sí es la misma celebración callejera de la Semana Santa, y ah¡ la tenemos y aquí estamos como muestra de que es algo que sigue vivo.
En aquella ‚poca de Contrarreforma, y mientras en la Catedral seguían las celebraciones en honor del Apóstol si bien con menos peregrinos europeos, me gusta imaginar que en las parroquias hubo deseos, incluso puede ser que apareciese la necesidad, de hacer profesión de fe mediante celebraciones concretas y propias de ellas mismas. Fue entonces cuando las cofradías se fueron configurando tal como las conocemos hoy. Y sin embargo, yo no quedo tranquilo si digo "tal como las conocemos hoy" y no matizo nada más. Me gustaría saber qué pensaban, cuáles eran las preocupaciones de los menos de siete mil habitantes que tenía Santiago en el siglo XVII, cuando se fundó la Cofradía de la Soledad, o las de los ocho mil y pico compostelanos del siglo XVI, cuando de San Francisco comenzó a salir la cofradía de la Vera Cruz.
Nuestra Semana Santa no es catedralicia, más bien es algo nacido fundamentalmente en las comunidades parroquiales y conventuales. Frente al esplendor de las manifestaciones organizadas alrededor del Apóstol, ante esas grandiosas liturgias cuyo reclamo se expande por el mundo entero, las parroquias y conventos supieron organizar actividades de dimensiones más cotidianas, más a la escala del tamaño de la población, pero con un gran sentido de dignidad. Aquí estamos, parecen decir, ni enfrentadas ni queriendo insinuar comparaciones. Cada uno en su sitio derrochando buen hacer y dignidad... Es lo de siempre en las historias urbanas, el centro y la periferia. El centro creyéndoselo desde el principio y la periferia, destino de emigrantes, que llama a la puerta de la historia ciudadana aportando la savia nueva que significan los aluviones culturales humanos aportados por ellos. Desde San Miguel dos Agros, desde San Bieito do Campo, desde San Agustín o desde San Francisco, o sea, desde las afueras de antaño, vuelven los nazarenos a las rúas con sus túnicas multicolores y dando guardia a sus titulares, para decir en el centro que allí, en sus barrios de la periferia, también tienen sus modos y maneras de sentir y venerar las verdades de todos. Para ello se vestirán adecuadamente, llenarán sus pasos de flores y no escatimarán nada para mostrar a propios y extraños que, puestos a ensalzar lo propio, nadie tiene que darles lecciones de buen hacer.

Muy bien podría haber comenzado este pregón con un anuncio gozoso que, correspondiendo a una festividad religiosa, incluso podría haber sido pronunciado en latín: Nuntio vobis gaudium magnum... Os anuncio una gran alegría, la Semana Santa está en puertas... Yo no sé si comenzar este mío con ese anuncio de alegría o si comenzar de otra manera. Porque para mí, la Semana Santa representa uno de esos hitos anuales en los que hay que meterse de lleno para vivirlo del modo más intenso posible, con la seguridad de que, siendo rica como lo es en aspectos y facetas, cada uno encontrará en ella claves personales que le sirvan, que le ayuden en su transcurrir por la vida. Hay citas a las que no podemos faltar a no ser que exista un impedimento extraordinario. Siempre estaremos en el Obradoiro la noche del 24 de julio pensando que un año m s en el mismo sitio. También la noche del cinco de enero nos cogerá en la calle viendo la cabalgata de Reyes y pensando que un año más. Y en el atardecer del viernes de Dolores estaremos por las rúas para ver pasar a la Señora un año más. Siempre un año más y siempre nosotros viendo transcurrir nuestra historia personal a los pies, o junto, a los mismos hitos. Luego, a lo largo del año, cada uno por sus derroteros, cada uno a sus afanes, cada uno con su brega personal a vivir esa historia nuestra de cada día. Pero en determinadas ocasiones cada uno en su sitio como acudiendo a una cita personal que hicimos con nosotros mismos. Entonces, mientras suenan los cohetes, mientras arde la fachada o mientras pasan los nazarenos y al fondo ya se ve a la Virgen y ya se siente la música, evocaremos este año que ha pasado desde la última vez que estuvimos en el mismo sitio.
Y as¡, estas celebraciones, en el fondo, son momentos de reencuentro, ojalá que honrado, Dios quiera que enriquecedor, con nosotros mismos. Por eso no son pocos los que reniegan de este tipo de actos, tal vez porque se han metido o se han dejado ir hacia un vértigo de actuaciones sin sentido y tienen miedo a ese encuentro consigo mismo, a ese íntimo mirarse cara a cara sin necesidad siquiera de formularnos ningún tipo de pregunta porque las conocemos de antemano, aunque no queramos darles respuestas, porque puede que las temamos.
Nuestras vidas han sido comparadas con los ríos, pero yo diría ahora que también lo pueden ser con vueltas de noria que vamos dando, siempre rodeando los mismos temas, pero enriqueciéndonos en experiencias en cada una de ellas. Nunca somos los de antes aunque estemos en el mismo lugar que el año anterior esperando otra vez a la Santa Cena cuando dobla la esquina aquella de la rúa para enfilar hacia la Conga. Allí estamos, todo parece igual, incluso, lo pensamos y lo creemos, pero sabemos que no, que nada es repetible, que a lo largo del año hemos hecho, hemos desecho, hemos aprovechado, hemos desperdiciado, hemos vivido. Conviene recapacitarlo y estos son momentos apropiados porque nosotros, perecederos y carentes de importancia, estamos enmarcados por la trascendencia histórica y esto, en Compostela, lo sabemos muy bien porque nos sabemos el Pórtico de la Gloria con los ojos cerrados.
Es el momento de aceptar lo relativo de nuestros problemas, la nimiedad de nuestras preocupaciones y la intranscendencia de todo cuanto nos parece importante. Es preciso para nosotros, nos conviene desde muchos puntos de vista. Entre casas centenarias, celebrando unos hechos casi bimilenarios, no vendrá mal que pensemos qué será dentro de un año de los problemas que hoy nos preocupan. Tal vez la Semana Santa sea un buen momento para adentrarnos por los senderos, siempre personales, de la reflexión en busca de posibles ajustes en m s de un aspecto de nuestra conducta.
 
Las cofradías por las calles compostelanas desde el tiempo de la contrarreforma... A veces, parece que queramos indicar inmovilismo al hablar de costumbres que vienen de lejos y nada más lejos de lo cierto. Muchos de los presentes hemos visto cómo nacieron un montón de costumbres y modos que hoy consideramos completamente normales y que ya están enraizados en nuestras costumbres. Las misas vespertinas, la matinal procesión del patronato o la inclusión de los rayos láser en los fuegos del Apóstol podrían ser algunos ejemplos de cómo lo duradero ha de saber acomodarse a los tiempos. Hay que buscar la esencia de las costumbres para custodiarla sabiendo transcender todo cuanto es accesorio. Lo esencial de la Semana Santa es que, en determinados días, las cofradías salen y discurren por las calles compostelanas como un acto de fe de sus cofrades. El resto es accesorio, el resto es modificable, el resto es lo que, a veces, conviene cambiar y adaptar a los tiempos para que lo esencial permanezca.
De este modo, cada época va teniendo sus protagonistas que hacen y acomodan. Sus responsables que, sin más bagaje que la propia intuición, lo que han visto hacer y su deseo de eficacia, reciben, administran y transmiten en su momento. Transmiten después de acomodar lo acomodable y de no tocar lo intocable. Las sucesivas Juntas de Cofradías dictarán normas, interpretarán sentimientos, indicarán cambios que serán o no serán tenidos en cuenta, pero que tendrán la cualidad de hacer que todo se vaya adecuando a las novedades, que todo siga estando acorde con los tiempos de cada tiempo. La gente también dirá lo que le gusta y lo que no, lo que sobra y lo que añora, también desde fuera de las cofradías surgirán comentarios que convendrá tener en cuenta, y as¡ la Semana Santa seguirá siendo algo vivo, algo que un día concreto se echa a la calle para seguir diciendo que, desde hace siglos y siglos, aquí estamos un año más.
Un año m s. Para mí es una frase que repito muchas veces en esas citas que cada uno tiene consigo mismo al amparo, o al abrigo, de celebraciones anuales, un año más con las doce uvas, un año más en las cacharelas de San Juan, un año más en la Virgen de Acá de Córdoba, un año más en el Domingo das Mozas en el San Froilán lucense, un año más en la apertura de curso académico, un año más con mi Cofradía Servita sevillana. Pero siempre es lo mismo, un año más agradeciéndole a la vida que siga contando conmigo y dándome la oportunidad de ser consciente del tremendo regalo que es vivir.
Porque, al amparo de estos días, volveré‚ a pensar y a preguntarme si la Semana Santa es un canto a la vida o a la muerte. No faltan quienes hablan de imágenes tétricas, de que sobra sangre en muchos Cristos, de que ya está bien de tantas cadenas y flagelaciones... Yo, sin embargo, pienso que es una celebración que tiene lugar en primavera, cuando la naturaleza renace y cuando las primeras flores se van a los pies de nuestros Cristos y de nuestras Vírgenes. Y pienso, también, que todo viene a estar trucado, porque, en el fondo, sabemos que en la noche del sábado el Señor resucitará y se formulará la gran pregunta: Ubi est, morte, victoriam tuam? ¨Dónde está, muerte, tu victoria? Para mí es una celebración de la vida, del esplendor de la vida que brota por los cuatro costados del mundo, incluso desde nuestro interior. Al día siguiente, Domingo de Pascua, y después de una Semana intensa nos iremos de fiesta a Padrón porque la vida, por suerte, sigue y estamos subidos a su carro. Pero antes de las celebraciones pascuales, hemos de ver al Nazareno casi caído, ayudado por el Cirineo y mirando hacia los lados, como buscando a alguien, mientras avanza por la Algalia o atraviesa la Plaza de san Roque. Antes, las mujeres compostelanas, pensando en esa madre que ha perdido a su Hijo ese mismo Viernes por la mañana, habrán acompañado a la Virgen de la Soledad en su primera noche sin El. Antes del Domingo triunfal, del día en que se cumplirá todo cuanto estaba escrito, es preciso que transcurran esos otros días de dolor en los que, también, se tienen que cumplir las escrituras.
Fiesta de la muerte, fiesta de la vida, fiesta religiosa, fiesta familiar, fiesta íntima... Cuántas cosas nos pueden traer estos días. Porque todo eso, y más, puede representar para nosotros la Semana Santa. También, cómo no, momento para el recuerdo. Recuerdo de quienes estuvieron y no están, recuerdo para quienes querían tanto a la virgen de la Quinta Angustia y ya no la volverán a ver, recuerdo de quienes no podían faltar en la salida, o en la entrada, del Flagelado y ya nunca los encontraremos allí. Recuerdo, en suma de quienes vivieron y ya sólo habitan en nuestros recuerdos. Sí, también momentos para volverlos a traer al primer plano de nuestros afectos y de irnos acostumbrando a sus ausencias, que todos estos lastres tenemos que tener.
Y cuando en cualquier momento, no sabemos aún cuándo, no sabemos aún dónde ni sabemos aún al reclamo de qué, se nos abra el corazón y la emoción nos apriete la garganta, seamos generosos con nosotros mismos, dejemos que lo más íntimo sea protagonista de nuestros sentimientos durante el tiempo que sea, porque también para eso estamos aquí, para vivir de mil maneras, incluso para no poder ver porque las lágrimas nos han empañado los ojos, para no poder hablar porque la garganta se acongoja, y casi ni podamos sentir pues los sentimientos se entorpecen unos a otros por salir todos a la vez. Porque esto ocurrirá, que en estos días, en cualquier sitio, por cualquier motivo nos encontraremos con nosotros mismos. Ojalá nos sea provechoso ese encuentro que todos sabemos que estamos necesitando.

Y todo irá  llegando poco a poco, como sin avisar aunque a gritos, que conocemos muy bien las pautas. Cuando no esté nublado, comprobaremos que los días han crecido mucho. Más tarde, por Calderería, Huérfanas o el Toral aparecerán palmas en los escaparates o en los portales de las tiendas y veremos que en la prensa se anuncia un acto penitencial. Luego todo sucede sin tregua. La fiesta en San Lázaro viene seguida del Viernes de Dolores y ya estamos. Y eso que ahora no se tapan las imágenes de los Santos como se hacía antaño. Es lo mismo, aunque estaba muy anunciado, casi sin pensarlo estamos en el Domingo de Ramos. Y el rito se desencadena si no está desencadenado. Una vez metidos en ella, la Semana irá pasando sin darnos cuenta, pues los afanes cotidianos han de complementarse con estos otros, pero viviremos un año más esta Semana que desde hace milenios es el centro de nuestro ciclo anual. Antes, desde Moisés, prefigurando lo que ocurriría. Ahora, después de Cristo, evocando lo que ocurrió.
Y la viviremos recordando nuestras diferentes edades, pues si bien durante la infancia nos hizo ilusión nuestro ramo, o nuestra palma, y nos apeteció salir vestido de romano, luego fueron otras las cosas que nos atrajeron, otros los detalles que nos llamaron la atención, pero siempre al final de la semana, fuese como fuese la manera en que la habíamos vivido, nos encontramos con la noticia ante la que sigue siendo preciso tomar una actitud personal. Al amanecer el domingo, el ángel anuncia a Mar¡a Magdalena, y a nosotros de modo intemporal, que el Señor resucitó, "non est hic, sed surrexit..." Ya el anciano Simeón había profetizado al tener al niño en brazos que "Ecce positus est hic in ruinam, et in resurrectionem multorum in Israel: et in signum, cui contradicetur" Ayer como hoy, Jesús sigue siendo signo de contradicción y piedra angular de muchas posturas. ¨Resucitó? ¨No resucitó? Ante estas preguntas, la ciencia no puede decir nada y nos metemos en el terreno de lo inefable. Que cada uno conteste honradamente a estas cuestiones y, luego, que adecúe sus actuaciones a la repuesta que llegue a dar.
Hemos empezado la semana como con cosas de niños, evocando nuestra infancia, y la terminamos buscando nuestra respuesta personal a una pregunta propia de la madurez, la nuestra.
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Mañana, Domingo de Ramos, espero estar a estas horas en Sevilla. A eso de la medianoche me acercaré‚ a la Capilla donde tiene su sede mi Hermandad Servita y esperaré la visita de otra Hermandad querida, la de la Virgen de la Hiniesta. Cuando pase por nuestra puerta, la Virgen nos saludará y allí procuraremos estar todos los Servitas a recibirla. Siempre es algo muy emotivo.
Pero tengan muy claro que en Sevilla y en cualquier momento, yo estaré orgulloso, muy orgulloso, de haber sido este año el pregonero de la Semana Santa de Santiago de Compostela. Sí, muy orgulloso y muy agradecido a la Junta de Cofradías por haberme invitado a hacerlo, pues para mí, que quiero a la Semana Santa y que creo conocerla, siquiera de modo superficial, el poder pronunciar su pregón en la ciudad en que habito es algo que, sin merecerlo, ha sido de lo más hermoso que me ha tocado vivir.
Señoras y Señores, Muchas gracias.


Santiago de Compostela, 4 de abril de 1998