miércoles, 12 de agosto de 2015

Recuerdos en la Cocina del Museo

LAREIRA DEL CONVENTO
Siempre he escuchado el calificativo “desertor del arado” como algo despectivo relativo a alguien que, precedente de antepasados labriegos, reniega de esa procedencia haciendo gala de un supuesto origen urbano. No obstante, esas deserciones del arado se huelen en cuanto los desertores abren la boca para decir dos palabras seguidas.


Pero voy a lo mío. En la antigua cocina del convento que hoy ha dado lugar a la sede del Museo Provincial de Lugo, hay una amplia, bonita e interesante colección de utensilios antiguos de cocina. Bien dispuestos, yo diría que casi con mimo, se han ido situando casi en los lugares en los que, antaño, habrían desempeñado la función para la que estuvieron diseñados.

La lareira, el lugar en que se hacía el fuego, está preparada como para acarrear leña y encenderla ahora mismo. Todas las piezas en sus sitios, parecen esperar una palabra mágica que las despertase de un sueño que viene desde vaya uno a saber cuándo. Jarras de barro colocadas en repisas, parecen hoy formar hermosos bodegones en los que el negro de las piezas de Gundivós juega felizmente con el encalado de las paredes. Lo mismo ocurre con las múltiples sartenes de mango largo, tan largo que permite acercarlas al fuego sin quemarse, que forman elegantes conjuntos en sus repisas y alzaderos.

MOLINO DE CAFÉ, JARROS, CERNIDOR
CESTO DE HUEVOS
Bajo un banco situado al lado del fuego, hay barrotes verticales que configuran una jaula. Sirvió para encerrar en ella gallinas o conejos. Calentitos, pasaron allí sus tiempos de productores domésticos antes de terminar en potes, cazos o sartenes.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que tras esos barrotes se colocaron gallinas disecadas para dar efecto de realidad, pero el efecto que daban no era el que se pretendía. Entonces, había también dos maniquíes en otro banco, vestidos de viejos (no de ancianos, de viejos). Su efecto no era el costumbrista pretendido y recuerdo más de un grito de sobresalto sorprendido por parte de algún visitante no avisado. Hoy todo aquello se ha retirado y la cocina luce limpia, sin esos pretendidos recuerdos ambientadores.

La visita a la cocina suele gustar mucho. Además, hay paneles que indican los nombres de los diferentes utensilios expuestos. Hay útiles diversos en estantes, repisas, sobre la mesas. Todos con su utilidad específica: transportar agua, hacer manteca, enjuagar platos, hacer filloas (nuestras crepes), hacer “flores”, que eran postres carnavalescos. Incluso hay una especie de jaula colgada de la pared, para tener en ella los quesos y protegerlos de indeseadas visitas de ratones. Hay, también, una jarra de Bonxe para vino, con tres pitorros: dos de broma y uno de verdad, con los que se pretendían ratos de juerga.

A veces, los visitantes llegan a la cocina, ven lo que hay en ella, en
SARTENES, CAZOS PARA PROBAR
GUISOS, APARATOS PARA HACER
FLORES
todo caso fotografían algo que les llama la atención y siguen su visita, parece que indiferente. Pero hace unos días vino alguien singular. Se trataba de una elegante mujer, vestida al modo veraniego, que enseñaba aquello a una pareja amiga. Era la primera visita que hacían al Museo, por tanto, ninguno sabía lo que encontrarían al entrar en la cocina. Desde el mismo umbral, la mujer de la que hablo se emocionó y lo manifestó a sus acompañantes.

Poco a poco reconstruyó para quienes estábamos allí el nombre y la utilidad de cada una de las piezas allí expuestas. No sólo eso, evocó su uso en una casa que fue de sus abuelos y a donde ella fue en más de una ocasión, quedando su memoria vinculada a aquel sitio y a aquel tiempo. Nos contó usos, trucos, mañas, y más detalles de su infancia que estaban despertando al conjuro de la visión de tantas cosas, para ella, hermosas. También, para quienes estábamos en la cocina, todo lo expuesto cobró nuevo significado, más vivo y profundo.

Pienso en esta mujer, elegante ella, que para nada ha renunciado a sus orígenes aldeanos y que es feliz al ver muchos objetos que se los recuerdan, ahora elevados a la dignidad de objetos de museo. Seguro que al verlos revivirá muchas escenas queridas de su infancia y agradecerá que en ese lugar se mantengan, con la dignidad que ella cree que merecen, esos exponentes de un tiempo pasado, superado, querido y, en muchos aspectos, añorado. No se deben, ni pueden, añorar los aspectos negativos de aquel modo de vida, pero sí otros, positivos, que se han ido abandonando con un necio afán de falsa modernidad.

Estaba feliz rememorando todo aquello y transmitiéndonos aquella
COLGADO DEL TECHO, DEFENDÍA
DE LOS ROEDORES
sana felicidad de quien nunca ha renegado de unos orígenes que, vaya uno a saber qué causas, se fueron quedando atrás en su vida, pero que estaban en su memoria como cimiento de su manera de ser, de su vida. Sus acompañantes la escuchaban embelesados ante tanto relato y yo también, pues al poco me sumé a la conversación.


Pienso en muchos desertores del arado que, sin ellos saberlo, nos dan un pésimo espectáculo de su modo de hacer las cosas. Me duele por ellos ese desarraigo cruel de sus esencias familiares y locales. ¿Qué recuerdos de su infancia serán los que evoquen con cariño? Me resulta muy doloroso, incluso por ellos mismos, constatar como esas personas pretenden vivir de espaldas a sus orígenes. Lo considero como una deserción en toda regla. Conocí a un personaje, supuesta y oficialmente culto, cuyos padres eran de una aldea de Ourense y no quería que viniesen a Santiago a visitarle, pues al verlos se comprobaría su origen aldeano.

Creo que esta cocina del Museo Provincial de Lugo, con sus enseres adecuados y sus casi seis siglos de funcionamiento, debería ser considerada como un santuario de las raíces de la gente de aquí, de la nuestra. Hay mucha vida alrededor de esta lareira. En muchas cocinas como ésta se fraguó la mayoría de la actual población de Galicia. En cocinas como ésta se consolidaron muchos noviazgos con sus posteriores casamientos. Aquí se cocinaron muchos platos que hoy seguimos consumiendo; se contaron muchas historias que hoy siguen vivas en nuestra tradición; se vivieron momentos históricos determinados. En esta cocina se cocinaban los alimentos de los frailes de entonces cuando, fuera, se desarrollaba la guerra de los Irmandiños. Seguro que en esta cocina se comentaron las novedades de un mundo nuevo descubierto más allá de Finisterre… por esta cocina pasó la vida en boca de unos frailes jóvenes, ilusionados y ansiosos de hacer y servir bien al mundo. Todo eso hasta que la desamortización de Mendizábal cortó la actividad haciendo que se apagase para siempre el fuego de la lareira.


Es el lugar que más respeto me inspira en el Museo Provincial de Lugo, el que visito con mayor recogimiento y en el que, por lo que cuento aquí, he vivido horas de alegre emoción. Porque sí, también el Museo es un lugar que sirve, que debe servir, para dignificar los recuerdos.

jueves, 6 de agosto de 2015

Sin agua en el Museo

EL POZO DEL CLAUSTRO
Originalmente, el edificio que alberga el Museo Provincial de Lugo fue un convento franciscano. Dicen que lo fundó San Francisco cuando iba de camino a Compostela. Puede ser cierto. El convento debió de tener muchos frailes, lo deduzco a partir de las dimensiones del claustro, pero todo terminó con la desamortización de Mendizábal. La iglesia conventual pasó a ser la actual parroquia de San pedro, y el edificio al principio albergó a militares y hoy es sede del Museo.


Su pasado conventual se puede rastrear en múltiples detalles. El antiguo refectorio hoy es sala de exposiciones itinerantes y salón de actos. El claustro acoge múltiples colecciones valiosas relativas a historia local. Además, está la antigua cocina, donde se expone una amplia colección de utensilios propios de su pasada actividad, pero también encuentro en ella indicios de otro tiempo que, a veces, me ofrece la opción de reflexionar.

EN VASIJAS COMO ESTA, LLAMADA SELLA,
SE TRAIA EL AGUA DESDE EL POZO
Aunque hay fregaderos, vertederos se llaman por aquí, no hay grifos ni tuberías. En un vertedero sí hay uno con su base removida que nos hace pensar en un depósito que, mediante artilugios concretos, descargaría agua. El agua provendría del pozo central del claustro, que se traería hasta aquí en sellas. Un agua utilizada para cocer, beber, lavar y, una ver realizada estas funciones, se echaría a la huerta para regar.

Muchas veces he pensado en ese ciclo del agua del pozo y en su actuación sobre la salud de la gente de aquella época, cuando tener pozo era un bien preciado pues, en caso de carecer de él, era conveniente proveerse del agua o bien en las fuentes públicas, o comprarla a quienes  lo tuviesen.

Me entra cierta tristeza respetuosa viendo esta cocina y pensando en las condiciones sanitarias de entonces. Me duelo que haya quienes nos hagan creer que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sin tener en cuenta la expectativa de vida de los que vivieron en aquellos tiempos, los que ahora se añoran. Muchos ignoran las causas de muerte de entonces, la mayoría de ellas superadas en la actualidad. No pocas mujeres murieron de infección contraída tras su primer parto.

En las ciudades, el acceso a los bienes sanitarios ha sido rápido. La limpieza se ha
vuelto casi un patrimonio de todos. Recuerdo, cuando yo era niño,
UN FREGADERO
un dicho que tal vez hoy se ha olvidado. “agua corriente, no mata a la gente…” Detrás de esta frase siempre creí ver un deseo de tener salud y disponer de sus medios. Este sueño de limpieza, este afán, nos viene de lejos. La limpieza como un bien a alcanzar, con su contrario como algo a erradicar: “Concebida sin mancha…” “Pobres, pero limpios…” “Limpieza de sangre…” “El honor mancillado…” Frases e ideas presentes en nuestro hablar cotidiano, llenas de sentido.


La limpieza, un bien preciado que se consigue gracias al agua y al jabón y cuya costumbre nos viene de los árabes. Dicen que los españoles somos muy dados a lavarnos, creo que es una herencia de ocho siglos conviviendo con ellos. En este plan, una de las denuncias admitidas por la Inquisición era que alguien “se lavaba mucho”, pues ese afán por el agua podía ser considerado signo de herejía. Los cristianos se lavaban poco, por eso olían mal. Cuando Isabel, reina de Castilla, decide no bañarse hasta estar en Granada, sólo está aplazando su baño inmediato para un mes o dos meses más tarde, que podría ser la frecuencia con que lo hacía.
OTRO FREGADERO

Mucha gente sólo se lavaba antes de ir al médico. Por eso, hacia mediados del siglo pasado, cuando alguien se cambiaba de domicilio y comentaba las excelencias del nuevo, al indicar que tenía baño, bajando la voz, añadía “Dios quiera que no se tenga que usar…”

Todo esto cambió a partir de mediados del siglo XX, que representó una gran revolución en el mundo de la higiene, personal y colectiva. El uso del agua se popularizó y muchos vieron sus propiedades benefactoras.


CON GRIFO RUDIMENTARIO
Recuerdo todo esto en la cocina del Museo Provincial de Lugo. Un exponente de un modo de vida, de cocinar en este caso, que ya es tiempo pasado. Hoy se tienen muy en cuenta las condiciones higiénicas en las que se desarrolla nuestra vida. Incluso hay leyes que lo previenen. Las cosas han mejorado y, la verdad, no todo tiempo pasado fue mejor. 

Por otra parte, sabemos que esa agua corriente, la que no mata a la gente, sigue siendo un bien escaso en muchos países del mundo, y se transige con que se la comercialice con precios abusivos.

viernes, 31 de julio de 2015

Lo mejor y lo peor

EL PANTOCRÁTOR
A veces, en las obras de arte nos encontramos lo mejor y lo peor de que somos capaces los humanos. Y voy a explicarme tomando como ejemplo algo que me es muy querido, la puerta del Pórtico Norte de la Catedral de Lugo. Muchos opinan que se construyó en tiempos del gótico, como atestigua la bóveda que cubre el pórtico. También hay quienes creen que este lugar se enriqueció con piezas  anteriores, procedentes de otras partes de la misma Catedral, que fueron quedando desubicadas por diversas causas.
Voy a comentar por partes. Sobre la puerta hay un Pantocrator de hechuras góticas, amplios ropajes y muy hermoso. Incrustado en una mandorla, es fácil ver que la parte superior se cortó para encajarla en este sitio.
Tal vez procediese de alguna fachada anterior, vaya uno a saber cuál. El Cristo está serio, vestido, coronado de rey y dispuesto a juzgar. Aún falta algo de tiempo para hacerlo. En su mano tiene un libro cerrado con siete sellos (se ven con facilidad). Ningún sello se ha abierto todavía y, según el Apocalipsis, entre la apertura de uno y otro transcurrieron amplios períodos de tiempo. El Juicio empezará tras abrir todos (cuando el cordero abrió el séptimo sello, se hizo un gran silencio…). A este Pantocrátor, el que comento, le falta la mano derecha. Por más que he mirado, nunca he visto algo similar a una huella en la piedra que me haga pensar que hubo mano y desapareció. Como en otras esculturas, la piedra utilizada no es de cantera local, induciendo a pensar que se trajo de fuera. Tal vez el mismo escultor la escogió lejos y la trajo.

EL CAPITEL PINGANTE
Bajo esta maravilla, una de las piezas mas valiosas de la Catedrallucense, hay un capitel que cuelga. Se llama pingante, de pingar. En un hermoso ejemplar, también realizado con piedra de fuera, en la uqe se representa de modo muy somero la Santa Cena, referencia al tema eucarístico del interior de la Catedral. Entreabreviaturas, se dice que el discípulo amado reclinó su cabeza sobre el pecho del señor durante esa cena y que, haciendo esto, vio maravillas celestiales.
Las hojas de la puerta las he comentado en otra entrada de este blog (Herrajes sagrados). Los herrajes que comentaba en esa entrada, proceden del Siglo XIII y parece que influyeron en otros de templos próximos, como los de Vilar de Donas o de Cruz de Incio. No obstante, quiero comentar que en el tramo horizontal superior, pueden apreciarse azucenas de tamaño natural. Tal vez no se pusieron en los tramos inferiores o tal vez fueron robadas, no me atrevo a inclinarme por una o por otra posibilidad.
HERRAJES Y ESCUDETE DE LA LLAVE
Está bien añadir, para aumentar este cúmulo de bellezas. que el escudete de la cerradura es también bonito y su figura ha sido utilizada como logotipo de algunas convocatorias de actividades que tuvieron a la Catedral como sede.
Curiosamente, la gente pasa por este puerta como con prisa, teniendo como meta el exterior o el interior del templo, pero no teniendo tiempo para detenerse y gozar contemplando tanta belleza junta. Belleza que, todo hay que decirlo, debemos agradecer a anónimos precursores que tuvieron el cuidado de rescatarlas de algunos sitios de derribo y ponerlas alli, para posterior contemplación y disfrute. Nuestro, por ejemplo.
INFERIOR HOJA DERECHA
No obstante, siempre hay un pero, los herrajes más próximos al suelo, también procedentes de tiempos pasados, están sufriendo una intensa y cruel destrucción debido a los orines de muchos lucenses que no tienen inconveniente en utilizar esta puerta, cuando está cerrada, como urinario. La intensidad del deterioro nos indica que la costumbre, la mala costumbre, viene de lejos y, por lo que yo sé, es algo desconocido por la mayoría de lucenses y, por desconocido, algo que no preocupa a nadie.
Hablaba al principio de esta entrada de lo mejor y lo peor. Lo mejor es toda la maravilla. Lo peor, tal vez no sea el que la gente orine allí. Lo peor es que no les preocupe a sus custodios.

INFERIOR HOJA IZQUIERDA
Custodios de toda índole, religiosos, políticos, culturales…

Entrada anterior sobre estos mismos herrajes:

http://emiliovalade.blogspot.com.es/2013/08/herrajes-sagrados.html


AZUCENAS EN LOS HERRAJES SUPERIORES

jueves, 23 de julio de 2015

Geometría como base

MOSAICO DE BATITALES
MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
A lo largo de las generaciones,los humanos hemos recurrido a varios símbolos que nos han servido como pauta de nuestras vidas. Pautas culturales quiero decir. Hace días hablaba del Espinario, pero hay más personajes cuya historia particular nos enseña lo que debemos o no debemos hacer. Por ejemplo, Caperucita sin ir más lejos..

En mi entrada anterior, hablaba de los torques y puse la foto del de Burela. Desde la primera vez que lo vi, y ya hace años de esto, me impresionó el trabajo de orfebrería que presenta su superficie. Una joya, podríamos decir. Sí, no solo por la cantidad de oro que la constituye, que también, pero con más razón por todo cuanto significa y nos dice de una civilización que entonces empezaba y muchas de cuyas características nos han llegado hasta hoy.


PORCION SUPERIOR DEL TORQUES DE BURELA


Los antropólogos culturales nos hablan de las primitivas tribus humanas nómadas, de costumbres ganaderas y con su ganado trashumante. Con la adquisición de modos agrícolas apareció, como consecuencia, la vida sedentaria. Estos ancestros nuestros, castreños, eran agricultores sin abandonar por eso sus modos ganaderos. Todo eso lo podemos ver con la imaginación ante los torques del Museo Provincial de Lugo, que nos hablan de una incipiente civilización asentada aquí, justo donde nosotros seguimos viviendo y casi en los mismos parajes.
DIDEÑOS GEOMÉTRICOS EN EL SUELO
DEL CLAUSTRO

Otra cosa que me sorprende es la ornamentación que posee el torques de Burela. La barra de oro aparece cuidadosamente enrollada en espiral, perece que diseñada al milímetro. Y más asombrosa es, según mi modo de verla, la parte correspondiente a las vértebras de quien lo portase, donde una zona sin espiral se adorna con dibujos formados por una delgada fibra, también de oro, que recorre el tramo y se vuelve formando un bonito dibujo geométrico. Un diseño ornamental muy de hoy. Más bien de entonces, que aún perdura.

Ahí es a donde yo quería llegar. Los dibujos geométricos. Me gustaría leer en algún libro de historia del arte, del dibujo, del diseño o de lo que sea, cómo los dibujos geométricos nos vienen acompañando desde hace milenios.

Podría hablar aquí de dibujos esculpidos en pirámides egipcias, o del ajedrezado en templos románicos, pero no quiero salirme del ámbito del entrañable Museo Provincial de Lugo. También aquí, en el Museo, es posible ver cómo este tipo de dibujo nos acompaña a lo largo del tiempo. A veces en solitario, como es el caso del dibujo plasmado en el torques, otras veces de modo repetitivo, que yo llamaría modular.

Ya en cierto modo es repetitivo, o modular, la repetición de columnas con arcos en el claustro, pero prefiero llamar la atención en su suelo, diseñado en adornos de cuadrados hechos con guijarros, trozos de pizarra y cantos rodados, definiendo múltiples formas geométricas, nunca repetidas, y formando un conjunto de gran serenidad.
CENEFA GEOMÉTRICA EN EL MOSAICO 
DE DEDALO Y PARSIFAE
DE LA CALLE ARMAÑÁ  (MPL)

Antes de estos suelos conventuales, de época medieval, tenemos los mosaicos romanos. En ellos, independiente de la figura central, casi siempre de tema mitológico, hay una gran borde con figuras geométricas de múltiples diseños y colores, pero donde siempre la geometría aporta la base ornamental.

Yo no sé si los dibujos geométricos significan algo para nosotros, algo como seguridad o serenidad. No lo sé. Pero sí recuerdo los suelos antiguos, de antes de 1960 más o menos, (cuando aparecieron los terrazos), que eran pródigos en colores y, cómo no, en diseños siempre geométricos. Me gusta creer que esos dibujos geométricos nos inspiran un cierto aire de seguridad íntima, Propicia para adornar nuestros lugares vivenciales. También puede ocurrir que nos transmitan esa serenidad los dibujos geométricos tomados como módulos que se repiten tantas veces como sea conveniente. No lo sé, pero lo constato en múltiples ejemplos, también presentes en el Museo Provincial de Lugo.

Incluso hoy, vemos que en superficies algo amplias, los suelos se acotan con cenefas alrededor, llamadas grecas, que son diseños geométricos. En el Museo Provincial de Lugo tenemos algunos ejemplos antiguos de esta costumbre ornamental, que tiene centenares de años de edad.

N.B. La foto de utilizo del torques de Burela, procede del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo.

jueves, 16 de julio de 2015

Oro en el Museo

TORQUES DEL MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
Asi, dicho como lo digo en el título, cualquiera podría imaginar que hay oro en el Museo Provincial de Lugo. No estaría equivocado en absoluto. Muchas piezas de oro, cuyo valor histórico sobrepasa en mucho al material, están expuestas y representan uno de los mejores exponentes de la orfebrería de una cultura que, poco a poco, se va dejando desvelar. Una cultura llamada “castrexa” (castreña), con muchas similitudes con la celta, pero que los que saben prefieren denominar con nombre diferente debido a peculiaridades que presenta.


Las joyas provienen de una colección particular y, en su mayor parte, fueron halladas en diversos castros de la Comunidad Gallega. Lo mismo que podemos ver las joyas, también resulta posible visitar los castros en los que fueron encontradas y, entonces, surge la maravilla y el asombro.

Las joyas nos hacen pensar en una cultura refinada en gustos y técnica, con alta capacidad para trabajar el oro. Los castros donde aparecieron nos permiten imaginar una vida dura, muy dura, para sus habitantes. Eso es lo que me maravilla y asombra, pues siempre fui proclive a pensar en otros tipos de vida en quienes alcanzaban tal desarrollo técnico.

EL TORQUES DE BURELA
Esta colección ha sido declarada Bien de Interés Cultural y es fácil visitarla. Sus joyas más preciadas son los torques y, entre éstos, el de Burela, una localidad al norte de la provincia, digamos que se lleva la palma en cuanto a calidad se refiere. Pesa 1,812 gramos y su oro posee una pureza de 23 quilates.

Procedentes de la edad del bronce, son collares en forma de herradura y se colocaban en el cuello con la abertura hacia delante. Sus extremos tienen salientes esculpidos en volúmenes de diverso tipo o zoomórficos.

Imagino a los jefes de los castros adornados con estas joyas como símbolos de su poder. Joyas de oro y pienso si tenían oro por ser poderosos o si, por el contrario, eran poderosos por tener oro. Es lo mismo. Oro y poder, una unión duradera en el tiempo. Una amiga mía me ha indicado que la más antigua referencia al oro como símbolo de poder, en Europa, proviene de Bulgaria, del quinto milenio A.C. Siete mil años de maridaje son muchos años como para intentar diluir un símbolo.

TAMBIEN EN EL MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
Ante estos torques pienso en el poder en un castro como colectividad como colectividad humana. Una familia dominante, o un hombre dominante. Tampoco es tan malo. En muchas manadas de mamíferos, de grandes mamíferos, también existe un macho dominante que ha logrado tal rango gracias a méritos propios. Cualquier etólogo nos puede hablar de eso. Pero veo que en esas manadas de mamíferos el rango no es hereditario. Me gustaría saber si en los castros la preponderancia familiar era tansmisible de padres a hijos, si era patrimonio familiar o no. Porque, de serlo, ya estaba instaurada en la humanidad ese lacre conceptual que es la posesión hereditaria. Porque también en mamíferos, nuestros parientes próximos, existe posesión, recordemos la territorialidad. Incluso en vegetales existe algo similar relativo al territorio ocupado por un árbol, por ejemplo. Lo malo de nuestra civilización es cuando aparece, no el concepto de propiedad, sino el de que sea hereditaria.
 

Los antropólogos buscan rastros concretos en los yacimientos prehistóricos por ver si aquellos seres ya eran humanos o no lo eran. Uno de ellos es la existencia de enterramientos rituales. Cuando "los de entonces" trataban a los cadáveres con respeto y los protegían, era porque ya creían que había alguna trascendencia en nosotros. Otra característica que hoy buscan los antropólogos son las piedras pulimentadas, pues las simplemente labradas también pueden ser fabricadas en la actualidad por seres no humanos. Pero las elaboradas, las pulimentadas, requieren un proceso mental que va de ver la piedra tal como está, imaginarla cómo puede ser una vez elaborada, y hacerlo. Ese proceso, en el que entra a formar parte la imaginación y la puesta a punto de una idea, se interpreta que ya es humano.

Indudablemente, en la elaboración de todas esas joyas de la colección del Museo Provincial de Lugo, hay muchos rasgos que nos hablan de seres humanos que los construyeron, que las fabricaron. A mí, me gustaría saber si ya en ellos había aparecido el concepto de “hereditario” referido a la propiedad.


Mientras, la colección permite recrearse con una y mil ensoñaciones acerca de los habitantes de entonces, los gallegos de entonces, que ya eran aficionados a joyas y adornos geométricos. Una afición que se mantiene. 

N.B. Las fotos de torques que utilizo proceden del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo. Muchas gracias.

sábado, 11 de julio de 2015

Más relojes en el Museo

12 x 8,6 cm
Paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo, nunca me canso de contemplar su hermosa colección de relojes de sol, muchos de ellos curiosos. Todos dispuestos para evocar mil historias a su alrededor.

Hay uno, chiquito, de pizarra, en cuya foto incluyo sus dimensiones para que se vean lo minúsculas que son. ¿Reloj de juguete? Tal vez, desde luego, un capricho para estar cerca de él, pues en lo alto de una pared sería casi invisible. Reloj bonito, casi entrañable, que me obliga siempre a imaginar por quién o quiénes fue utilizado.

Me gusta mucho un elegante reloj de mármol, también pequeño, del siglo XVIII. Para hacerlo, fue preciso traer la piedra de fuera ya con un destino marcado. La talla es bonita. Ya digo, lo encuentro elegante en su comedimiento.

RELOJ DE MÁRMOL QUE COMENTO
28,5  x  23,2 cm
Puestos a elegancia, hay uno de fantasía, con figuras hermosas, hecho en granito, que me gusta mucho por su armonía de composición y proporción en sus formas. Lo encuentro altamente logrado. Señorial, aunque tal vez incomprendido en algunos ámbitos descriptivos.

Vuelvo a lo que dije en otra entrada, ¿para quiénes marcarían las horas? ¿a quiénes señalarían los tiempos? Los tiempos suyos, los del sol al irse moviendo por el cielo, pues los tiempos de cada cual, van a su tiempo. De eso sabemos todos, qué fugaces son los tiempos felices y qué lentos los de tristeza. Qué lentos los de esperar un hecho concreto, feliz o aciago, y qué rápido después que ese mismo hecho ha ocurrido y va quedando atrás. Los tiempos y sus velocidades de paso.

¿Que qué miden, pues, los relojes? Los tiempos de referencia, los objetivos, los carentes de significado en nuestras vidas pero que la van pautando de modo anodino. En cuanto esos mismos tiempos entran en nosotros, su transcurso pasa a medir algo nuestro y, por tanto, lleno de significado para cada uno. (Siempre el mes de agosto, significando vacación, con 31 días, me pareció corto, mientras que encontré largo a febrero, obscuro con frío, lluvioso, y con 28 días).
GRANITO
76,5  X  44,5  X  31,5 cm.

Los tiempos de cada uno. Los míos, los tuyos y los suyos. Intentando a veces sincronizarlos para vivirlos, disfrutarlos y sacarles un significado conjunto. Pero, siempre a su lado, ese pequeño reducto de intimidad, de cada uno, a donde solo podemos entrar sin compartirlo con nadie, pues es donde vivimos de modo más sincero con nosotros mismos. En esos lugares tampoco el reloj significa mucho, pues una noche en vela es como un instante y un instante puede parecer una eternidad.

Recuerdo al monje aquel de la leyenda (nunca era una monja) que, saliendo a dar un paseo por los alrededores monacales quedó prendado del canto de un pájaro. Dicen que se sentó un rato para recrearse en tan sencillo placer, de modo que al regresar al convento lo encontró destartalado. No conoció a ninguno de sus moradores y, después de mucho charlar, se llegó a la conclusión de que era un monje de quien se tenía noticia de haberse perdido un siglo antes. ¡Había estado cien años escuchando los trinos!

ASÍ ENCONTRÓ EL MONJE MELÓMANO
SU MONASTERIO
Los pájaros de entonces cantaban más de cien años seguidos sin cansarse, justo cuando el reloj era un objeto de lujo y nadie sabía de calendarios. En Galicia, hoy son varios los monasterios que se pelean por ser la sede de la leyenda y como sé que es una farsa, quiero creer que los monasterios no se pelean por ser sede de farsa alguna.

Porque si lo queremos ver de otro modo, tal vez de forma arriesgada y atrevida, podemos decir que este monje se sintió tan embelesado, que se salió de esa común e inexorable coordenada, que es el tiempo, para irse a otra dimensión. Cuando regresó a la nuestra, pensando haber vivido un instante, se encontró que el tiempo había seguido su camino, no le había esperado. Ya Einstein habló del paso diferencial del tiempo y sus dimensiones variables. Hay muchos dispuestos a meter a Einstein en todo, como a Darwin.

En otro plan, es una experiencia muy común en todos nosotros. Después de vivir momentos muy intensos, de esos que nos parece que la vida se haya detenido (y así es para cada uno), nos parece raro que para los demás la vida siga como tal cosa. Una versión más de esa soledad propia de los seres humanos, de los que formamos parte.

Relojes, relojes en el Museo Provincial de Lugo…


lunes, 6 de julio de 2015

Caminos Patrimonio

Ayer, casi sin recordar que se había pedido, me encuentro con la agradable sorpresa de que dos Caminos a Compostela, el Norte y el Primitivo, han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los Caminos  y sus contenidos, claro. Con ellos han adquirido la categoría de Patrimonio todos cuantos monumentos jalonan estas sendas centenarias, sean grandes, asombrosos, espectaculares, o sean humildes enclaves que encontramos en el recodo de cualquier vereda. Todos esos lugares han presenciado el centenario pasar de peregrinos, con ellos llegaron, y marcharon, influencias de todo tipo y por allí circuló esa savia cultural que configuró lo que hoy conocemos como Europa. 

Camino de religiosidad, sí. pero también camino de vertebración de leyes, de idiomas, de maneras de ser. Muchos dicen que por ellos entraron en nuestra tierra abundantes ideas procedentes de lo que hoy conocemos como Europa. Cierto, pero también por ese camino se fueron a otras tierras ideas nuestras que sirvieron para enriquecer a los de más allá. Ideas de todo tipo que vinieron y fueron por unas sendas, los Caminos, y de la mano de unos caminantes que, en general, conocemos como Peregrinos. 
PORTAL DE SOUTOMERILLE
DESGASTADO POR LA CADENA
Compostela como meta de diversas motivaciones, pero siempre meta. Un amigo mío, decía que si entre sabios medievalistas, se pidiese una lista de las diez ciudades que, según el criterio de cada uno de ellos, habían ayudado a configurar la actual idea de Europa (o su concepto), en todas las listas aparecería Compostela. Otras ciudades estarían o no estarían, según cada cual. Compostela, siempre. 
A partir de hoy, son más los Caminos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por méritos propios. Tal vez un poco dejados por efecto de la popularidad del Camino Francés, pero, gracias a eso mismo, conservando toda su autenticidad, que será preciso conservar como uno de sus más genuinos valores. 
ABSIDE DE SOUTOMERILLE
RURAL Y PRERROMÁNICO
Son trayectos hermosos que cruzan parajes igualmente bellos. Bosques de caducifolios con bonitos otoños, ríos pequeños con sus riquezas piscicolas, paisajes inigualables y lugares impensables. Todos eso, y más, es lo que encuentran los peregrinos que se acercan por el Camino Norte o por el Primitivo. El Norte bordea la costa cantábrica y el Primitivo parte de Oviedo y, se dice, es el que transitó el rey Alfonso II el Casto cuando fue a Compostela a reconocer los restos del Apostol Santiago, recién encontrados. Hablamos del año 813. Por eso se dice que este rey fue el primer peregrino. 
Alfonso II patrocinó la construcción de la primera iglesia para venerar las reliquias jacobeas, pero también mandó edificar la catedral de Oviedo, llamada a ser la capital de su naciente reino. Esta catedral, dedicada al Salvador,  se enriqueció con múltiples reliquias promocionando su visita entre los peregrinos compostelanos con un dicho que ha llegado hasta hoy: "Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al Criado y deja al Señor". Las reliquias eran un tema muy serio en aquella época, siendo incluso objeto de un mercadeo inconfesable.
EL SOL, LA LUNA Y LAS ESTELLAS
Ahora, esos caminos son Patrimonio de la Humanidad. Me alegra mucho. Sus jalones también tendrán esa consideración: las catedrales de Mondoñedo y Lugo, el Monasterio de Sobrado de los Monjes, y pequeñas ermitas, como Soutomerille, llenas de arte e historia, situadas en enclaves que podrían parecer mágicos. Soutomerille tiene el tímpano frontal desgastado por la cadena de la campana y una celosía prerrománica en su ábside. 
Hay una capilla que no se ubicar, entre Friol y San Romao, que
CAMINO DE FRIOL
tiene un minúsculo tímpano en el que están representados "el sol, la luna y las estrellas". Como en muchas otras ocasiones, siempre me he parado a pensar qué significado tendría esto para el cantero que la esculpió, pero allí lo plasmó para quienes viniesen detrás.
Somos nosotros quienes hemos venido detrás. Sabemos, quiero creer que sabemos, cómo conservarlo y poner en valor este Patrimonio que nos ha caído del cielo. 


viernes, 3 de julio de 2015

Epitafios en el Museo

En el Museo Provincial de Lugo hay una amplia representación de monumentos funerarios, que recuerdan a personas que vivieron en Lugo o en sus alrededores (Vilarín, Crecente, Atán, Aday, Guntin, etc.). Estelas, lápidas, aras a dioses diversos, nos hablan de personas que vivieron por aquí hace unos dieciocho siglos y que, si bien no alcanzaron la inmortalidad, al menos han conseguido ser recordados hasta hoy. Sus recordatorios están expuestos en el claustro del Museo.

A LOS PRÍNCIPES VECIUS Y VECCO
Son abundantes y en muchos casos hallados en calles lucenses o bien en la muralla, pero eso será tema de otra entrada en este blog. En este caso, ahora, quiero reflexionar sobre el contenido de los epitafios, de lo que nos dicen o lo que nos permiten suponer.

Hay una placa en honor de dos príncipes indígenas, Vecius y Vecco, datada en el siglo I de nuestra Era. Esta placa, como otros muchos detalles, nos habla de un pacífico proceso de romanización en el que eran libres las honras públicas a los aristócratas del antiguo sistema, el que iba desapareciendo para dejar paso al nuevo, llamémosle romano. Encuentro interesante este período de tiempo en el que las viejas formas van dejando paso a las nuevas, más poderosas por venir de la mano de nuevos gobernantes, más poderosos también. Lo viejo no se destruye, simplemente se reemplaza.

Me emociona el ara en memoria de Philtates del siglo III d.C. Me conmueve quiénes erigen este recuerdo: “sus compañeros esclavos” ¿Cómo sería Philtates para desencadenar esta acción en sus compañeros? ¿Cómo serían sus compañeros que no se preocuparon en ocultar su identidad social? Allí está el ara, dedicada a los dioses Manes, los dioses de lo profundo. Seguro que les costó su dinero, pero quisieron dejar
A PHILTATES
constancia de que Philtates no había sido indiferente en sus vidas.


Y Luego, claro, encontramos los recuerdos familiares. Las esposas, los hijos, los desconsolados padres que erigen aras en recuerdo a sus hijos. El dolor en esas inscripciones es grande.

Porque ahí es a donde quiero llegar, al dolor que transmiten los textos. El desconsuelo ante la pérdida de los hijos, de los padres, del hermano, del amigo. Y como si el difunto pudiese leer las inscripciones, se le habla a él: “tus padres…” “tus amigos…” “tus hermanos…” Parece existir la idea de que el muerto no murió y, por eso, se le dirige el comentario.

Hoy, julio de 2015, en determinados ámbitos de las pompas fúnebres se sigue con estas maneras. Me refiero a las cintas que acompañan a las flores que se envían a los difuntos. También en ellas los textos van dirigidos a quienes marchan: tus vecinos, tus hijos, tus amigos… Casi veinte siglos con las mismas redacciones y los mismos destinatarios. Me emociona constatar en estos epitafios cómo no hemos cambiado en esta manera nuestra de expresarnos en tales momentos.

Hace tiempo veo en el periódico local, El Progreso, que las esquelas mortuorias
A LULIUS RUFINUS LEONTIUS POR SUS PADRES
tienen dos tipos de redacción, según quiénes las hayan encargado. Si la esquela es familiar, se supone que el destinatario del escrito es el público lector, y para él se escriben los textos: Su esposa…, sus hijos…  Ese “su” nos hace pensar que nos hablan a nosotros, los lectores, y nos comunican lo pertinente.

Pero si la esquela la han encargado personas con quienes el difunto no tiene mayor vínculo que la amistad (que no es poco), el texto parece dirigido a él. Así, leemos en estas esquelas: “los amigos de tu hijo”, “tus compañeros de equipo…”, “tus contertulios del bar…” De nuevo, otra vez, como en los epitafios romanos, los textos parecen redactados para ser leídos por quien marcha, que conservaría la capacidad de leer.

Me gusta ver que este espíritu se ha mantenido a los largo de todos estos siglos. También el dolor expresado en algunas lápidas parece un dolor de hoy, un dolor atemporal y, por tanto, válido en cualquier tiempo. La soledad, la angustia, la pérdida se reflejan en aquellos textos con una actualidad tremenda.

Tal vez a esos niveles de sentimientos, auténticos y profundos, los años no pasan porque hablamos de características consustanciales nuestras. Allí, en el claustro del Museo Provincial de Lugo, podemos comtemplar esos exponentes de un dolor de entonces, pero que es de siempre.





jueves, 25 de junio de 2015

Una estela en el Museo

Según el diccionario, una estela es un monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo. Allí queda hincada, hasta que por algún motivo cae, pudiendo perderse su recuerdo. Más tarde, es posible que se descubra y, con suerte, recibirá honores por parte de sabios que la estudiarán, interpretarán y llevarán a algún museo para ser admirada. En pocas palabras, tan pocas que podrían ser consideradas ofensivas, ésta viene a ser la historia de una estela que voy a comentar y que se puede ver y disfrutar en el Museo Provincial de Lugo.

LA ESTELA
Voy a comentar lo que me inspira, lo que me hace pensar, la estela de Crecente, de la zona periurbana de Lugo. Puesto que está muy bien estudiada, descrita y comentada por un reconocido especialista, (veáse cita abajo), me limito a decir aquí lo que yo siento al verla.

Se trata de una estela gigantesca, de 2,81 x 0,71 x 0,20 (magnitudes expresadas en metros). Una de las más grandes del norte peninsular. La primera cuestión que me impresiona es el material con que está realizada, nuestro granito. Se me puede decir que es la piedra de que se disponía, pero no. En otros casos se utilizó el mármol o la calcita para esculpir, piedras más fáciles de trabajar aunque, eso sí, también menos duraderas. Aquí, tenemos a nuestros canteros afanados en presentarnos la finura y la fidelidad de su trabajo en la piedra más dura, pero no la más ingrata. Los pliegues de las togas caen como caerían los naturales, los cabellos nos permiten ver cómo eran los peinados y son hermosas las joyas de los personajes representados. Todos los detalles que se quisieron exponer, se expusieron sin más límite que el deseo de quien encargó la obra.

Esta estela de Crecente, de aquí al lado, es muy completa.Tiene esculpido un epitafio, que viene a decirnos que “Apana, hija de Ambolo, que vivía en tierras de los Célticos, al norte del Tambre, murió a los 25 años y está enterrada aquí. Su hermano, Apano, fue el promotor de esto”. La traducción es muy superficial, mía, y lo primero que me impresiona es la temprana edad a la que murió Apana. Hoy, junio de 2015, casi sería considerada una adolescente, pero las expectativas de vida se han ido alargando considerablemente a lo largo de nuestra historia. Tal vez en aquel momento, Apana ya tuviese descendencia. Otra cosa que me llama la atención es el nombre de su hermano, Apano. Eso se puede explicar si cuando nació el chico, su hermana ya había fallecido.

Encuentro un contraste manifiesto en esta estela, y es el grupo familiar formado por el
LA INSCRIPCION
padre, de pie, tras dos mujeres sentadas, tal vez una de ellas Apana, y el niño que, por pequeño, aparece sentado sobre las rodillas de una de las mujeres. Es una composición clásica, muy del gusto romano, con el paterfamilias cobijando o amparando a los demás.

Sí, todo muy romano, la composición, las ropas, los peinados, pero no los nombres, ese es el contraste que encuentro. ¿Qué ocurre aquí? Los nombres son célticos, anteriores a la romanización. Es muy posible que la estela se realizase en una época en la que dicho proceso estaba en marcha, pero no consolidado. Entre los bien situados, y los personajes representados en la estela debieron pertenecer a ese grupo, ya se habían adoptado los modos de los invasores, tal vez formaban parte de una nobleza local emergente. Faltaban siglos para que alguien dijese que, en una época concreta, las ideas dominantes son las de la clase dominante. Ahí tenemos a esta familia con sus apariencias romanas, incluso con la de erigir una estela, socialmente venidos a más. No obstante, en su profundo sentimiento se mantienen apegados a sus orígenes celtas, de sus tierras más allá del Tambre, y así los nombres siguen testimoniando esa pertenencia, siquiera superada, pero no desdeñada. Siglos más tarde, tenemos que los nombres siguen siendo detalles muy identificativos de nosotros mismos.
EL GRUPO FAMILIAR

Por otra parte, y prescindiendo del material sobre el que se plasmó el grupo familiar, debo decir que la composición del grupo, digamos el cuadro, la encuentro muy permanente en los modos de representar familias hasta los mediados del siglo XX, hasta cuando el retratarse no se había popularizado y las fotos eran “de estudio” con motivo de algún evento familiar. Es curioso, pero esta representación familiar de la estela de Crecente, me resulta muy actual en ese aspecto.

Me gusta imaginar cómo debió ser Lucus Augusti en aquel tiempo, y ante esta obra y otras presentes en el Museo Provincial de Lugo, debo desterrar de mi idea muchas imágenes preconcebidas. En la época de la estela, aún no existía la muralla y, por los datos y hallazgos que se van realizando, nos encontramos con una zona periurbana rica en rastros culturales. ¿Qué había aquí? ¿Porqué la familia de Ambolo, el padre de Apana se vino desde el norte del Tambre hasta esta urbe? ¿Qué buscaba aquí como para realizar tan larga emigración?

Ojalá la arqueología nos siga aportando datos que nos permitan conocernos mejor. Mientras, la contemplación de la estela de Crecente es, para mí, una fuente inagotable de reflexiones, que siempre me ha dado nuevos motivos para volver frente a ella.


Antonio Rodríguez Colmenero

jueves, 18 de junio de 2015

La luz, la luz

He ido a visitar la iglesia de Meira, antigua abadía cisterciense venida a menos, después de Mendizábal. Su porte es completamente rural y desde fuera, no hace suponer la altura que nos encontraremos nada más penetrar en su interior. Sus puertas lucen unos herrajes que ya he comentado aquí mismo.

IGLESIA DE MEIRA. FACHADA
El interior apenas luce ornamentación. Sus paredes, unos cuantos retablos carcomidos y la recia arquitectura cisterciense, nos reciben casi como a unos intrusos que nos adentramos en aquellos muros, que definen un interior desacostumbrado. Ni una sola luz eléctrica, solo está iluminada por la luz exterior, natural, que penetra por ventanales laterales y el gran rosetón de la fachada. Hay mucha luz en el interior, aunque los tópicos tachen de obscuras a las construcciones románicas.
Cuando se construye la iglesia, principio del s.XIII, el gótico ya está al venir. Los arcos apuntados nos lo atestiguan, si bien aún no hay bóvedas de aristas. Sí, sabiendo verlo, comprobamos que el gótico llama en las puertas de los estudios de los arquitectos y pronto la luz penetrará a raudales en los interiores a través de vidrieras, pero aún no es el momento.
Esta última vez, visité Meira en un día soleado. De entonces son las fotos que publico
NAVE CENTRAL
ahora. Me pregunto qué impresión tendrían los visitantes de siglos pasados, al penetrar en este templo. Cuando, por no haber, ni existía luz eléctrica. Hoy la echamos en falta, incidiendo con sus haces en aquellos lugares que los técnicos han querido que observemos. Nos hemos hecho muy esclavos de estas técnicas de hoy.
Esto me hace pensar en cómo vemos los edificios actuales. La iglesia de Meira, por volver a ella, ¿sería reconocida por sus arquitectos? Quiero creer que sí. Está tan empobrecida, que pocas mejoras se le han podido añadir, para adecuarla a estos tiempos que vivimos. A veces, pienso que muchas de esas obras encaminadas a actualizar, alejan a los monumentos de la idea fundacional que tuvieron quienes los erigieron
Cuando los constructores alzaron la iglesia abacial de Meira,  hacia 1213, la dotaron de todo cuando estaba a su alcance técnico para hacer de ella algo especial. Orientada en el eje, este-oeste, garantizaba luz al amanecer, que entraría por el ábside, y al atardecer, que entraría por el rosetón de la fachada y llenaría las naves de luz. Esa fue la intención inicial.
DE NUEVO LA NAVE CENTRAL
¿Han mejorado los monumentos con la iluminación que se emplea hoy? Creo que la luz eléctrica ha venido, es un decir, a violar la intimidad para la que fueron construidos los edificios religiosos. Sí, cierto, podemos ver y admirar al detalle toda la perfección de la obra, toda la maravilla arquitectónica encerrada allí, pero esos edificios se hicieron para otra cosa y no para que hordas de visitantes (yo entre ellos), vayamos fotografiando este o aquel capitel, desdeñando, menospreciando y tal vez mancillando, el espíritu con que se construyeron.
Muchos me dirán que el interior de Meira es lóbrego, y claro que lo es para alguien que lo visita con ojos de 2015, pero quiero creer que no lo fue para entonces. A veces me gustaría visitar algunos lugares sin disponer de más recursos para visitarlos que aquellos de los que se disponía entonces. Bajaría a la cripta del Monasterio del Escorial, o a la de la Colegiata de Osuna, sin más iluminación que la que me aportase una antorcha o una vela. Muchos me dirían que es muy tétrico, pero es lo que había y quiero revivir aquel ambiente. Tampoco hay que desdeñar la dimensión tétrica al visitar tumbas.
NAVE LATERAL. ARCOS APUNTADOS
PRESAGIAN AL GÓTICO
Al lado de toda esta escasez de luz (no digo lobreguez), debió de ser simbólico su derroche en algunos lugares, por ejemplo, en la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, en una catedral  tan obscura como la de Lugo. Esos contrates de luces y sombras son unos de los componentes del barroco, como sabemos. Y sabrían encontrarle su significado.
AL FONDO, PUERTA DE
ACCESO CON EL ROSETÓN QUE CONTRIBUYE
A ILUMINAR EL INTERIOR DEL TEMPLO
No estoy en contra, faltaría más, de la iluminación de interiores. Evoco los de las catedrales de León o la de Chartres, por ejemplo, pero siento que a cuenta de esas “mejoras” nos hemos separado de su sentir inicial, cuando se pensó construir un espacio para, entre otros fines, acercar a Dios y encontrar su presencia en su interior. Hoy ese espíritu, que pudo haberse conseguido en otros tiempos, tal vez se ha perdido en muchos casos.
En múltiples ocasiones me he preguntado si estos adelantos y supuestas mejoras
aplicadas a los edificios religiosos,  no han alterado el ambiente de recogimiento que se quiso conseguir cuando se alzaron. Por eso, me gustaría que en algunos de ellos nos ofreciesen la posibilidad de visitarlos, en horas concretas, sin más luz que la natural, para verlos tal como fueron concebidos por sus autores y fueron vistos por nuestros antepasados. No sé cuántos visitantes harían uso de esta opción, pero hacerlo nos podría aportar dimensiones nuevas sobre los monumentos que visitásemos.