sábado, 11 de julio de 2015

Más relojes en el Museo

12 x 8,6 cm
Paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo, nunca me canso de contemplar su hermosa colección de relojes de sol, muchos de ellos curiosos. Todos dispuestos para evocar mil historias a su alrededor.

Hay uno, chiquito, de pizarra, en cuya foto incluyo sus dimensiones para que se vean lo minúsculas que son. ¿Reloj de juguete? Tal vez, desde luego, un capricho para estar cerca de él, pues en lo alto de una pared sería casi invisible. Reloj bonito, casi entrañable, que me obliga siempre a imaginar por quién o quiénes fue utilizado.

Me gusta mucho un elegante reloj de mármol, también pequeño, del siglo XVIII. Para hacerlo, fue preciso traer la piedra de fuera ya con un destino marcado. La talla es bonita. Ya digo, lo encuentro elegante en su comedimiento.

RELOJ DE MÁRMOL QUE COMENTO
28,5  x  23,2 cm
Puestos a elegancia, hay uno de fantasía, con figuras hermosas, hecho en granito, que me gusta mucho por su armonía de composición y proporción en sus formas. Lo encuentro altamente logrado. Señorial, aunque tal vez incomprendido en algunos ámbitos descriptivos.

Vuelvo a lo que dije en otra entrada, ¿para quiénes marcarían las horas? ¿a quiénes señalarían los tiempos? Los tiempos suyos, los del sol al irse moviendo por el cielo, pues los tiempos de cada cual, van a su tiempo. De eso sabemos todos, qué fugaces son los tiempos felices y qué lentos los de tristeza. Qué lentos los de esperar un hecho concreto, feliz o aciago, y qué rápido después que ese mismo hecho ha ocurrido y va quedando atrás. Los tiempos y sus velocidades de paso.

¿Que qué miden, pues, los relojes? Los tiempos de referencia, los objetivos, los carentes de significado en nuestras vidas pero que la van pautando de modo anodino. En cuanto esos mismos tiempos entran en nosotros, su transcurso pasa a medir algo nuestro y, por tanto, lleno de significado para cada uno. (Siempre el mes de agosto, significando vacación, con 31 días, me pareció corto, mientras que encontré largo a febrero, obscuro con frío, lluvioso, y con 28 días).
GRANITO
76,5  X  44,5  X  31,5 cm.

Los tiempos de cada uno. Los míos, los tuyos y los suyos. Intentando a veces sincronizarlos para vivirlos, disfrutarlos y sacarles un significado conjunto. Pero, siempre a su lado, ese pequeño reducto de intimidad, de cada uno, a donde solo podemos entrar sin compartirlo con nadie, pues es donde vivimos de modo más sincero con nosotros mismos. En esos lugares tampoco el reloj significa mucho, pues una noche en vela es como un instante y un instante puede parecer una eternidad.

Recuerdo al monje aquel de la leyenda (nunca era una monja) que, saliendo a dar un paseo por los alrededores monacales quedó prendado del canto de un pájaro. Dicen que se sentó un rato para recrearse en tan sencillo placer, de modo que al regresar al convento lo encontró destartalado. No conoció a ninguno de sus moradores y, después de mucho charlar, se llegó a la conclusión de que era un monje de quien se tenía noticia de haberse perdido un siglo antes. ¡Había estado cien años escuchando los trinos!

ASÍ ENCONTRÓ EL MONJE MELÓMANO
SU MONASTERIO
Los pájaros de entonces cantaban más de cien años seguidos sin cansarse, justo cuando el reloj era un objeto de lujo y nadie sabía de calendarios. En Galicia, hoy son varios los monasterios que se pelean por ser la sede de la leyenda y como sé que es una farsa, quiero creer que los monasterios no se pelean por ser sede de farsa alguna.

Porque si lo queremos ver de otro modo, tal vez de forma arriesgada y atrevida, podemos decir que este monje se sintió tan embelesado, que se salió de esa común e inexorable coordenada, que es el tiempo, para irse a otra dimensión. Cuando regresó a la nuestra, pensando haber vivido un instante, se encontró que el tiempo había seguido su camino, no le había esperado. Ya Einstein habló del paso diferencial del tiempo y sus dimensiones variables. Hay muchos dispuestos a meter a Einstein en todo, como a Darwin.

En otro plan, es una experiencia muy común en todos nosotros. Después de vivir momentos muy intensos, de esos que nos parece que la vida se haya detenido (y así es para cada uno), nos parece raro que para los demás la vida siga como tal cosa. Una versión más de esa soledad propia de los seres humanos, de los que formamos parte.

Relojes, relojes en el Museo Provincial de Lugo…


lunes, 6 de julio de 2015

Caminos Patrimonio

Ayer, casi sin recordar que se había pedido, me encuentro con la agradable sorpresa de que dos Caminos a Compostela, el Norte y el Primitivo, han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los Caminos  y sus contenidos, claro. Con ellos han adquirido la categoría de Patrimonio todos cuantos monumentos jalonan estas sendas centenarias, sean grandes, asombrosos, espectaculares, o sean humildes enclaves que encontramos en el recodo de cualquier vereda. Todos esos lugares han presenciado el centenario pasar de peregrinos, con ellos llegaron, y marcharon, influencias de todo tipo y por allí circuló esa savia cultural que configuró lo que hoy conocemos como Europa. 

Camino de religiosidad, sí. pero también camino de vertebración de leyes, de idiomas, de maneras de ser. Muchos dicen que por ellos entraron en nuestra tierra abundantes ideas procedentes de lo que hoy conocemos como Europa. Cierto, pero también por ese camino se fueron a otras tierras ideas nuestras que sirvieron para enriquecer a los de más allá. Ideas de todo tipo que vinieron y fueron por unas sendas, los Caminos, y de la mano de unos caminantes que, en general, conocemos como Peregrinos. 
PORTAL DE SOUTOMERILLE
DESGASTADO POR LA CADENA
Compostela como meta de diversas motivaciones, pero siempre meta. Un amigo mío, decía que si entre sabios medievalistas, se pidiese una lista de las diez ciudades que, según el criterio de cada uno de ellos, habían ayudado a configurar la actual idea de Europa (o su concepto), en todas las listas aparecería Compostela. Otras ciudades estarían o no estarían, según cada cual. Compostela, siempre. 
A partir de hoy, son más los Caminos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por méritos propios. Tal vez un poco dejados por efecto de la popularidad del Camino Francés, pero, gracias a eso mismo, conservando toda su autenticidad, que será preciso conservar como uno de sus más genuinos valores. 
ABSIDE DE SOUTOMERILLE
RURAL Y PRERROMÁNICO
Son trayectos hermosos que cruzan parajes igualmente bellos. Bosques de caducifolios con bonitos otoños, ríos pequeños con sus riquezas piscicolas, paisajes inigualables y lugares impensables. Todos eso, y más, es lo que encuentran los peregrinos que se acercan por el Camino Norte o por el Primitivo. El Norte bordea la costa cantábrica y el Primitivo parte de Oviedo y, se dice, es el que transitó el rey Alfonso II el Casto cuando fue a Compostela a reconocer los restos del Apostol Santiago, recién encontrados. Hablamos del año 813. Por eso se dice que este rey fue el primer peregrino. 
Alfonso II patrocinó la construcción de la primera iglesia para venerar las reliquias jacobeas, pero también mandó edificar la catedral de Oviedo, llamada a ser la capital de su naciente reino. Esta catedral, dedicada al Salvador,  se enriqueció con múltiples reliquias promocionando su visita entre los peregrinos compostelanos con un dicho que ha llegado hasta hoy: "Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al Criado y deja al Señor". Las reliquias eran un tema muy serio en aquella época, siendo incluso objeto de un mercadeo inconfesable.
EL SOL, LA LUNA Y LAS ESTELLAS
Ahora, esos caminos son Patrimonio de la Humanidad. Me alegra mucho. Sus jalones también tendrán esa consideración: las catedrales de Mondoñedo y Lugo, el Monasterio de Sobrado de los Monjes, y pequeñas ermitas, como Soutomerille, llenas de arte e historia, situadas en enclaves que podrían parecer mágicos. Soutomerille tiene el tímpano frontal desgastado por la cadena de la campana y una celosía prerrománica en su ábside. 
Hay una capilla que no se ubicar, entre Friol y San Romao, que
CAMINO DE FRIOL
tiene un minúsculo tímpano en el que están representados "el sol, la luna y las estrellas". Como en muchas otras ocasiones, siempre me he parado a pensar qué significado tendría esto para el cantero que la esculpió, pero allí lo plasmó para quienes viniesen detrás.
Somos nosotros quienes hemos venido detrás. Sabemos, quiero creer que sabemos, cómo conservarlo y poner en valor este Patrimonio que nos ha caído del cielo. 


viernes, 3 de julio de 2015

Epitafios en el Museo

En el Museo Provincial de Lugo hay una amplia representación de monumentos funerarios, que recuerdan a personas que vivieron en Lugo o en sus alrededores (Vilarín, Crecente, Atán, Aday, Guntin, etc.). Estelas, lápidas, aras a dioses diversos, nos hablan de personas que vivieron por aquí hace unos dieciocho siglos y que, si bien no alcanzaron la inmortalidad, al menos han conseguido ser recordados hasta hoy. Sus recordatorios están expuestos en el claustro del Museo.

A LOS PRÍNCIPES VECIUS Y VECCO
Son abundantes y en muchos casos hallados en calles lucenses o bien en la muralla, pero eso será tema de otra entrada en este blog. En este caso, ahora, quiero reflexionar sobre el contenido de los epitafios, de lo que nos dicen o lo que nos permiten suponer.

Hay una placa en honor de dos príncipes indígenas, Vecius y Vecco, datada en el siglo I de nuestra Era. Esta placa, como otros muchos detalles, nos habla de un pacífico proceso de romanización en el que eran libres las honras públicas a los aristócratas del antiguo sistema, el que iba desapareciendo para dejar paso al nuevo, llamémosle romano. Encuentro interesante este período de tiempo en el que las viejas formas van dejando paso a las nuevas, más poderosas por venir de la mano de nuevos gobernantes, más poderosos también. Lo viejo no se destruye, simplemente se reemplaza.

Me emociona el ara en memoria de Philtates del siglo III d.C. Me conmueve quiénes erigen este recuerdo: “sus compañeros esclavos” ¿Cómo sería Philtates para desencadenar esta acción en sus compañeros? ¿Cómo serían sus compañeros que no se preocuparon en ocultar su identidad social? Allí está el ara, dedicada a los dioses Manes, los dioses de lo profundo. Seguro que les costó su dinero, pero quisieron dejar
A PHILTATES
constancia de que Philtates no había sido indiferente en sus vidas.


Y Luego, claro, encontramos los recuerdos familiares. Las esposas, los hijos, los desconsolados padres que erigen aras en recuerdo a sus hijos. El dolor en esas inscripciones es grande.

Porque ahí es a donde quiero llegar, al dolor que transmiten los textos. El desconsuelo ante la pérdida de los hijos, de los padres, del hermano, del amigo. Y como si el difunto pudiese leer las inscripciones, se le habla a él: “tus padres…” “tus amigos…” “tus hermanos…” Parece existir la idea de que el muerto no murió y, por eso, se le dirige el comentario.

Hoy, julio de 2015, en determinados ámbitos de las pompas fúnebres se sigue con estas maneras. Me refiero a las cintas que acompañan a las flores que se envían a los difuntos. También en ellas los textos van dirigidos a quienes marchan: tus vecinos, tus hijos, tus amigos… Casi veinte siglos con las mismas redacciones y los mismos destinatarios. Me emociona constatar en estos epitafios cómo no hemos cambiado en esta manera nuestra de expresarnos en tales momentos.

Hace tiempo veo en el periódico local, El Progreso, que las esquelas mortuorias
A LULIUS RUFINUS LEONTIUS POR SUS PADRES
tienen dos tipos de redacción, según quiénes las hayan encargado. Si la esquela es familiar, se supone que el destinatario del escrito es el público lector, y para él se escriben los textos: Su esposa…, sus hijos…  Ese “su” nos hace pensar que nos hablan a nosotros, los lectores, y nos comunican lo pertinente.

Pero si la esquela la han encargado personas con quienes el difunto no tiene mayor vínculo que la amistad (que no es poco), el texto parece dirigido a él. Así, leemos en estas esquelas: “los amigos de tu hijo”, “tus compañeros de equipo…”, “tus contertulios del bar…” De nuevo, otra vez, como en los epitafios romanos, los textos parecen redactados para ser leídos por quien marcha, que conservaría la capacidad de leer.

Me gusta ver que este espíritu se ha mantenido a los largo de todos estos siglos. También el dolor expresado en algunas lápidas parece un dolor de hoy, un dolor atemporal y, por tanto, válido en cualquier tiempo. La soledad, la angustia, la pérdida se reflejan en aquellos textos con una actualidad tremenda.

Tal vez a esos niveles de sentimientos, auténticos y profundos, los años no pasan porque hablamos de características consustanciales nuestras. Allí, en el claustro del Museo Provincial de Lugo, podemos comtemplar esos exponentes de un dolor de entonces, pero que es de siempre.





jueves, 25 de junio de 2015

Una estela en el Museo

Según el diccionario, una estela es un monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo. Allí queda hincada, hasta que por algún motivo cae, pudiendo perderse su recuerdo. Más tarde, es posible que se descubra y, con suerte, recibirá honores por parte de sabios que la estudiarán, interpretarán y llevarán a algún museo para ser admirada. En pocas palabras, tan pocas que podrían ser consideradas ofensivas, ésta viene a ser la historia de una estela que voy a comentar y que se puede ver y disfrutar en el Museo Provincial de Lugo.

LA ESTELA
Voy a comentar lo que me inspira, lo que me hace pensar, la estela de Crecente, de la zona periurbana de Lugo. Puesto que está muy bien estudiada, descrita y comentada por un reconocido especialista, (veáse cita abajo), me limito a decir aquí lo que yo siento al verla.

Se trata de una estela gigantesca, de 2,81 x 0,71 x 0,20 (magnitudes expresadas en metros). Una de las más grandes del norte peninsular. La primera cuestión que me impresiona es el material con que está realizada, nuestro granito. Se me puede decir que es la piedra de que se disponía, pero no. En otros casos se utilizó el mármol o la calcita para esculpir, piedras más fáciles de trabajar aunque, eso sí, también menos duraderas. Aquí, tenemos a nuestros canteros afanados en presentarnos la finura y la fidelidad de su trabajo en la piedra más dura, pero no la más ingrata. Los pliegues de las togas caen como caerían los naturales, los cabellos nos permiten ver cómo eran los peinados y son hermosas las joyas de los personajes representados. Todos los detalles que se quisieron exponer, se expusieron sin más límite que el deseo de quien encargó la obra.

Esta estela de Crecente, de aquí al lado, es muy completa.Tiene esculpido un epitafio, que viene a decirnos que “Apana, hija de Ambolo, que vivía en tierras de los Célticos, al norte del Tambre, murió a los 25 años y está enterrada aquí. Su hermano, Apano, fue el promotor de esto”. La traducción es muy superficial, mía, y lo primero que me impresiona es la temprana edad a la que murió Apana. Hoy, junio de 2015, casi sería considerada una adolescente, pero las expectativas de vida se han ido alargando considerablemente a lo largo de nuestra historia. Tal vez en aquel momento, Apana ya tuviese descendencia. Otra cosa que me llama la atención es el nombre de su hermano, Apano. Eso se puede explicar si cuando nació el chico, su hermana ya había fallecido.

Encuentro un contraste manifiesto en esta estela, y es el grupo familiar formado por el
LA INSCRIPCION
padre, de pie, tras dos mujeres sentadas, tal vez una de ellas Apana, y el niño que, por pequeño, aparece sentado sobre las rodillas de una de las mujeres. Es una composición clásica, muy del gusto romano, con el paterfamilias cobijando o amparando a los demás.

Sí, todo muy romano, la composición, las ropas, los peinados, pero no los nombres, ese es el contraste que encuentro. ¿Qué ocurre aquí? Los nombres son célticos, anteriores a la romanización. Es muy posible que la estela se realizase en una época en la que dicho proceso estaba en marcha, pero no consolidado. Entre los bien situados, y los personajes representados en la estela debieron pertenecer a ese grupo, ya se habían adoptado los modos de los invasores, tal vez formaban parte de una nobleza local emergente. Faltaban siglos para que alguien dijese que, en una época concreta, las ideas dominantes son las de la clase dominante. Ahí tenemos a esta familia con sus apariencias romanas, incluso con la de erigir una estela, socialmente venidos a más. No obstante, en su profundo sentimiento se mantienen apegados a sus orígenes celtas, de sus tierras más allá del Tambre, y así los nombres siguen testimoniando esa pertenencia, siquiera superada, pero no desdeñada. Siglos más tarde, tenemos que los nombres siguen siendo detalles muy identificativos de nosotros mismos.
EL GRUPO FAMILIAR

Por otra parte, y prescindiendo del material sobre el que se plasmó el grupo familiar, debo decir que la composición del grupo, digamos el cuadro, la encuentro muy permanente en los modos de representar familias hasta los mediados del siglo XX, hasta cuando el retratarse no se había popularizado y las fotos eran “de estudio” con motivo de algún evento familiar. Es curioso, pero esta representación familiar de la estela de Crecente, me resulta muy actual en ese aspecto.

Me gusta imaginar cómo debió ser Lucus Augusti en aquel tiempo, y ante esta obra y otras presentes en el Museo Provincial de Lugo, debo desterrar de mi idea muchas imágenes preconcebidas. En la época de la estela, aún no existía la muralla y, por los datos y hallazgos que se van realizando, nos encontramos con una zona periurbana rica en rastros culturales. ¿Qué había aquí? ¿Porqué la familia de Ambolo, el padre de Apana se vino desde el norte del Tambre hasta esta urbe? ¿Qué buscaba aquí como para realizar tan larga emigración?

Ojalá la arqueología nos siga aportando datos que nos permitan conocernos mejor. Mientras, la contemplación de la estela de Crecente es, para mí, una fuente inagotable de reflexiones, que siempre me ha dado nuevos motivos para volver frente a ella.


Antonio Rodríguez Colmenero

jueves, 18 de junio de 2015

La luz, la luz

He ido a visitar la iglesia de Meira, antigua abadía cisterciense venida a menos, después de Mendizábal. Su porte es completamente rural y desde fuera, no hace suponer la altura que nos encontraremos nada más penetrar en su interior. Sus puertas lucen unos herrajes que ya he comentado aquí mismo.

IGLESIA DE MEIRA. FACHADA
El interior apenas luce ornamentación. Sus paredes, unos cuantos retablos carcomidos y la recia arquitectura cisterciense, nos reciben casi como a unos intrusos que nos adentramos en aquellos muros, que definen un interior desacostumbrado. Ni una sola luz eléctrica, solo está iluminada por la luz exterior, natural, que penetra por ventanales laterales y el gran rosetón de la fachada. Hay mucha luz en el interior, aunque los tópicos tachen de obscuras a las construcciones románicas.
Cuando se construye la iglesia, principio del s.XIII, el gótico ya está al venir. Los arcos apuntados nos lo atestiguan, si bien aún no hay bóvedas de aristas. Sí, sabiendo verlo, comprobamos que el gótico llama en las puertas de los estudios de los arquitectos y pronto la luz penetrará a raudales en los interiores a través de vidrieras, pero aún no es el momento.
Esta última vez, visité Meira en un día soleado. De entonces son las fotos que publico
NAVE CENTRAL
ahora. Me pregunto qué impresión tendrían los visitantes de siglos pasados, al penetrar en este templo. Cuando, por no haber, ni existía luz eléctrica. Hoy la echamos en falta, incidiendo con sus haces en aquellos lugares que los técnicos han querido que observemos. Nos hemos hecho muy esclavos de estas técnicas de hoy.
Esto me hace pensar en cómo vemos los edificios actuales. La iglesia de Meira, por volver a ella, ¿sería reconocida por sus arquitectos? Quiero creer que sí. Está tan empobrecida, que pocas mejoras se le han podido añadir, para adecuarla a estos tiempos que vivimos. A veces, pienso que muchas de esas obras encaminadas a actualizar, alejan a los monumentos de la idea fundacional que tuvieron quienes los erigieron
Cuando los constructores alzaron la iglesia abacial de Meira,  hacia 1213, la dotaron de todo cuando estaba a su alcance técnico para hacer de ella algo especial. Orientada en el eje, este-oeste, garantizaba luz al amanecer, que entraría por el ábside, y al atardecer, que entraría por el rosetón de la fachada y llenaría las naves de luz. Esa fue la intención inicial.
DE NUEVO LA NAVE CENTRAL
¿Han mejorado los monumentos con la iluminación que se emplea hoy? Creo que la luz eléctrica ha venido, es un decir, a violar la intimidad para la que fueron construidos los edificios religiosos. Sí, cierto, podemos ver y admirar al detalle toda la perfección de la obra, toda la maravilla arquitectónica encerrada allí, pero esos edificios se hicieron para otra cosa y no para que hordas de visitantes (yo entre ellos), vayamos fotografiando este o aquel capitel, desdeñando, menospreciando y tal vez mancillando, el espíritu con que se construyeron.
Muchos me dirán que el interior de Meira es lóbrego, y claro que lo es para alguien que lo visita con ojos de 2015, pero quiero creer que no lo fue para entonces. A veces me gustaría visitar algunos lugares sin disponer de más recursos para visitarlos que aquellos de los que se disponía entonces. Bajaría a la cripta del Monasterio del Escorial, o a la de la Colegiata de Osuna, sin más iluminación que la que me aportase una antorcha o una vela. Muchos me dirían que es muy tétrico, pero es lo que había y quiero revivir aquel ambiente. Tampoco hay que desdeñar la dimensión tétrica al visitar tumbas.
NAVE LATERAL. ARCOS APUNTADOS
PRESAGIAN AL GÓTICO
Al lado de toda esta escasez de luz (no digo lobreguez), debió de ser simbólico su derroche en algunos lugares, por ejemplo, en la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, en una catedral  tan obscura como la de Lugo. Esos contrates de luces y sombras son unos de los componentes del barroco, como sabemos. Y sabrían encontrarle su significado.
AL FONDO, PUERTA DE
ACCESO CON EL ROSETÓN QUE CONTRIBUYE
A ILUMINAR EL INTERIOR DEL TEMPLO
No estoy en contra, faltaría más, de la iluminación de interiores. Evoco los de las catedrales de León o la de Chartres, por ejemplo, pero siento que a cuenta de esas “mejoras” nos hemos separado de su sentir inicial, cuando se pensó construir un espacio para, entre otros fines, acercar a Dios y encontrar su presencia en su interior. Hoy ese espíritu, que pudo haberse conseguido en otros tiempos, tal vez se ha perdido en muchos casos.
En múltiples ocasiones me he preguntado si estos adelantos y supuestas mejoras
aplicadas a los edificios religiosos,  no han alterado el ambiente de recogimiento que se quiso conseguir cuando se alzaron. Por eso, me gustaría que en algunos de ellos nos ofreciesen la posibilidad de visitarlos, en horas concretas, sin más luz que la natural, para verlos tal como fueron concebidos por sus autores y fueron vistos por nuestros antepasados. No sé cuántos visitantes harían uso de esta opción, pero hacerlo nos podría aportar dimensiones nuevas sobre los monumentos que visitásemos.


miércoles, 10 de junio de 2015

BARROCO EN EL MUSEO

En el Museo Provincial de Lugo, en su claustro, me encuentro con hermosos exponentes del barroco hecho granito. Plasmado en piedra recia y dura, fueron nuestros canteros los que supieron sacarle todo un esplendor figurativo como si fuese blanda y obediente. Aunque  lo de obediente, vemos que  sí lo tiene el granito cuando se encuentra con quien le mande como tiene que ser. Por Galicia entera encontramos sinfonía de barroco en granito, pero no me puedo salir del claustro del Museo, y no me quejo, que tengo mucho para reflexionar con él.

LA PUERTA QUE COMENTO
Yo diría que queda poco del barroco en el claustro, todo del siglo XVIII. En otras partes, el barroco es propio del siglo anterior, del XVII, pero ya sabemos que a nuestra tierra, estas corrientes llegan con cierto, o bastante, retraso. Y como Lugo era ciudad feudal, los restos que tenemos son recuerdos de dos obispos, Izquierdo y Armañá, y de algunos representantes de la nobleza local. Poco más, pero tampoco nada menos.

Hay una puerta, enmarcando un reloj de sol que he comentado, policromada, de la época del obispo Izquierdo. La puerta es pequeña, estrecha y de bajo dintel. Policromada, tiene un relieve que nos dice que se construyó en época del prior tal Es decir, una puerta monacal y, sobre ella, el escudo del mecenas, el Obispo. El escudo es el mismo que campea en el lienzo interior de la puerta de Santiago.

Me gusta el granito policromado, tiene un tono que siempre me ha resultado entrañable. Está claro que es difícil este tipo de policromía, pero ahí está, venciendo el paso del tiempo y los avatares que debió sufrir la puerta antes de terminar aquí. Y luce, como luce también todo el relieve de la talla del símbolo episcopal, el capelo, con sus cuerdas y borlas labradas como si se tratase de una piedra blanda. Me gusta este barroco con la exhuberancia de adornos, cabezas de querubines, hojas de acanto y la indicación pretendida de que, aunque exagerado, el adorno es eclesial. Eso, que no se dude.

NOBLEZA LOCAL
Dejamos atrás esta puerta, mas bien su marco, y siguiendo mi sentido del paseo, desde lejos veo un gran escudo. Maravilla barroca. De familia noble local, hidalgos, no se escatimaron símbolos en él. Fuera de los múltiples cuarteles, que aún conservan policromía, encontramos banderas abatidas a ambos lados del yelmo. Cayendo a lo largo del escudo, racimos de frutos al estilo compostelano, como si se derramasen desde sendas cornucopias evocando la idea de Casas Novoa. Los frutos caen de arriba y se esparcen entre todos como lluvia de favores que nos vienen de lo alto. Hermoso escudo, también.

En mitad de la pared, de procedencia desconocida y hecho en el siglo XIX, nos
ANGEL TROMPETERO
encontramos un ángel con trompeta. La otra cara del barroco, Memento homo… la muerte. ¿Porqué en esa época se nos recuerda de modo tan insistente? Todos sabemos que hemos de morir, pero al barroco parece gustarle recordárnoslo constantemente. Incluso, con figuras e imágenes hermosas. Miro este ángel y pienso que esas trompetas no existen en Galicia, que son propias de países orientales, ¿quién le hablaría de ellas al anónimo escultor? También le debieron contar de los ángeles tocando las trompetas en el Apocalipsis. Todo eso lo vertió en su ángel que, por suerte, no desapareció y allí está, en aquella pared del claustro recordándonos nuestra cita inexcusable. Gracias al ángel trompetero y a quien lo supo cuidar hasta que llegase hasta aquí.


Lo que más me llama la atención es el último escudo que voy a comentar, el último, también, que encontramos en nuestro paseo por el claustro. Corresponde a uno del Obispo Armañá, con medallón granítico adjunto. Ese medallón es lo que me gusta, donde encuentro lo más genuino del barroco en este claustro del Museo. Ciertamente, el medallón nos habla del “episcopi ac domni lucensis” obispo y señor de los lucenses… y nos indica que se hizo en el año MDCCXXVI, La verdad es que todo eso poco me importa ahora. Hay algo en el conjunto que siempre me ha llamado la atención.

Toda esta leyenda está esculpida en un óvalo que quiere imitar una medalla. Y esa medalla quiere imitar, o parecer, o hacernos creer, que está colgada mediante un ligero y elegante lazo en un clavo. Para que el viento, o lo que sea, no consiga que tal medallón caiga, el clavo se ha remachado dejándolo bien sujeto. Como es lógico, todo es figuración, artificio. La piedra en que está esculpido estuvo bien asentada en el muro frontal del edificio y no hubo peligro de caida. En todo caso, de derrumbe, pero eso sería otra cosa. Aquí es el artificio de hacer lo ficticio como necesario y real. El ligero medallón bien sujeto por un clavo remachado.

Y ese clavo doblado es lo que más me hace pensar en el barroco, el detalle en el que encuentro la exaltación de un estilo que quiso expresarse con lo exagerado como norma de belleza, aunque para hacerlo de modo coherente, necesitase de nuestro consentimiento cómplice.

EL CLAVO SOSTENIENDO EL FRÁGIL MEDALLÓN 
Yo me siento partícipe del sentir del escultor e invito a todos los que lo vean que hagan lo mismo. Tal vez durante un instante, puede que fugaz, veamos el barroco de un modo diferente.



miércoles, 3 de junio de 2015

ESPINARIOS

EL ESPINARIO DE MI POSTAL
Recibo una postal desde Florencia con esta imagen. En el reverso, en cuatro idiomas (ni español ni portugués entre ellos), se lee que se trata de un “muchacho que se saca una espina del pie. Figura hecha a partir de un original griego en bronce del siglo I a.C.” Como se quita una espina, le viene el nombre por el que lo conocemos, El Espinario. Se trata de una escultura de la época Helenística, cuando el arte griego se hace, es un decir, costumbrista y retrata a personan en su vida cotidiana, olvidándose de dioses y atletas. En esta época se representan ancianos figuras dolientes, o en cualquier actitud en la que cualquier griego se podía sentir representado.


OTRO ESPINARIO
Lo del niño este ya es otra cuestión. ¿Qué le ocurre? Hay quienes dicen, es la opinión mayoritaria, que representa a un adolescente, Martius de nombre, a quien se le encomendó llevar un recado al Senado. El niño corrió hasta terminar su cometido. Fue entonces cuando se quitó una espina que se le había clavado en la planta del pie durante su carrera. La actitud de Martius fue tomada como modelo a seguir y como ejemplo a presentar ante la infancia, por eso se hicieron numerosas copias de la escultura, muchas de las cuales han llegado hasta nosotros. La verdad, no es que me guste mucho esta idea, pues a nadie se le ocurre mandar a un recado a un muchacho desnudo. Antes se le mandaría cubrirse con algo.

PUERTA EXTERIOR, HOY INTERIOR
DE LA CATEDRAL DE LUGO
Por eso me gusta más, por verosímil, otra interpretación, aunque menos extendida. Según ella, Martius sería un atleta (corrían desnudos) que se clava una espina durante una carrera. La escultura lo coge en el momento en que se quita la espina.

En ambos casos, la espina viene a truncar un trabajo, que el adolescente termina más o menos bien. Si la espina ha sido puesta por los dioses en el camino de Martius, el muchacho lo tomará como una acción divina contra él, pero no sabemos qué actitud toma ante ella, puesto que le vemos concentrado en lo inmediato, en quitarse la espina y que termine el daño.

ESPINARIO DE LA CATEDRAL DE LUGO
FIJARSE EN SU ACTITUD BURLONA
Conozco dos representaciones diferentes del espinario, las dos esculpidas en nuestra tierra, pero muchos siglos más tarde, en plena época del románico. En ambos casos se trata de dos canecillos, uno de ellos en la iglesia de Ansemil (Silleda) y el otro, en la catedral de Lugo.

El espinario de la catedral de Lugo se encuentra en la puerta que da paso desde la capilla del Pilar a las naves. Antiguamente, esta puerta constituyó una fachada lateral de la catedral. Como tal, tenía su ornamentación. El de Ansemil, exterior, es el primero de la derecha del templo, según se mira de frente.




ANSEMIL. IGLESIA CON SU  ESPINARIO


En ambos casos, el tema es perfectamente reconocible debido a la postura inequívoca del hombre, con su pie izquierdo, el dañado, sobre la rodilla derecharda y con ambas manos en él. Pero a diferencia del muchacho de inspiración helenística, concentrado en su lesión e intentando eliminar la causa, estos dos espinarios se desentienden del pie y miran enojados al cielo, residencia de la divinidad. El de Ansemil tiene un gesto retador, enfadado. El de Lugo, mira hacia el cielo haciéndole la burla y echándole la lengua.

ESPINARIO DE ANSEMIL
Para mí, siempre ha sido motivo de reflexión esta diferente actitud de unos y otros frente a un mismo hecho y debido a una misma causa. Tal vez por aquí, y no sé con base a qué, nos creamos con derechos a pedir unos supuestos tratamientos de favor por parte divina. Tal vez es lo mismo que le ocurrió a un muchacho sevillano, malcriado y acostumbrado a hacer ley de su capricho, cuando, siglos más tarde, y ante hechos que no le venían muy a favor, no tuvo más idea que gritar de modo insolente:

Llamé el cielo y no me oyó
Y pues sus puertas me cierra,
De mis pasos en la tierra,
Responda el cielo, no yo.


Puede que no le hubiese venido mal a este niño sevillano de la familia Tenorio, y a nuestros espinarios, que alguien les hubiese dicho, cuanto antes mejor, que los responsables de sus actos eran ellos mismos y nadie más. Hay cosas que conviene saber pronto.

jueves, 28 de mayo de 2015

LA CADENA DEL MARISCAL

Sigo paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo.
CADENAS Y CANDADOS
Camino dejando a mi derecha el centro del patio, el pozo y el nogal. A mi izquierda, las paredes presentan piezas de su colección. 



Al iniciarse un tramo, junto a un gran escudo, en un rincón pero no arrinconadas, vemos unas cuantas cadenas antiguas: hierro oxidado, un par de candados y mucha historia. Una de las cadenas retuvo preso al Mariscal Pardo de Cela. Voy a contar la causa de esta desubicación, pues el Mariscal no estuvo preso en Lugo y sí en Mondoñedo, en cuya catedral está enterrado desde finales del siglo XV.

CONCEPCIÓN ARENAL

Pero antes de seguir, me conviene presentar a una mujer, injustamente olvidada por muchos. Concepción Arenal fue una ferrolana del siglo XIX, de quien más de los que son deberían sentirse muy orgullosos. Hija de familia, en principio, acomodada, vivió los rigores de una dictadura, viendo cómo su padre sufría diversos castigos por oponerse al absolutismo de Fernando VII. Siendo aún niña, murió su padre y algún hermano. Eran los tiempos de entonces, con alta mortalidad y baja expectativa de vida.


Muy joven, ya en Madrid, decidió estudiar Derecho y, para hacerlo, debió ir a clase vestida de varón. Era impensable una mujer en las aulas, cuando lo que tenía que hacer era prepararse para ser buena ama de casa. (La única carrera de la mujer es el matrimonio, solía decir). Su vida no debió ser nada fácil en esa época. Pronto destacaron sus escritos a favor de la dignidad de los presos. Sabía que en las cárceles no se respetaba a las personas. Toda su vida giró sobre estas preocupaciones, siendo nombrada Visitadora de Cárceles de Mujeres y, también, Inspectora de Casas de Acogida de Mujeres. Escritora fecunda, dejó muchas obras y frases que resumieron su modo de pensar. Una de ellas ha llegado hasta hoy; Odia el delito y compadece al delincuente.

Tras su muerte, frente a cárceles españolas se instalaron monumentos en su recuerdo y, en época de la II República se pensó erigir un monumento en Madrid, utilizando para hacerlo hierro de cadenas existentes en prisiones. Si las cadenas poseían significado histórico, mejor que mejor. 

Desde Mondoñedo y otros lugares de la provincia y a través de Lugo, se mandaron a Madrid algunas cadenas, entre ellas las del Mariscal, pero estalló la Guerra Civil y nunca llegaron a su destino, quedando en Lugo y, consecuentemente, terminando en su Museo Provincial. Allí están, a la vista de todos. Junto a estas cadenas, hay otras procedentes de fortalezas de Castroverde y Guntín. Lugares en los que, supongo, no habría más ley que el sentir del señor, ni mayor baremo que  el modo en que le afectasen las acciones de sus vasallos, de quienes se sentía propietario y ejercía como tal de manera incuestionable.

Hoy, mayo de 2015, veo las cadenas con sus grandes eslabones, los candados con sus moldes para apresar tobillos y no puedo dejar de estremecerme pensando en quienes los llevaron, en aquellos que se sintieron sujetos por estas armas de poder dirigidas contra quienes lo cuestionaban. 

Las armas del poder contra los indefensos. Prisioneros de guerra, transformados en mercancía a la espera de un rescate. Prisioneros por capricho, por rencor u odio, prisioneros por diversas cosas inexplicables, pero que hicieron que muchos dejasen de disfrutar un bien muy preciado por todos, la libertad. Eso ocurrió en múltiples ocasiones, y no son pocas las cárceles en las que tal situación sigue estando de actualidad. Novelas, películas, historias diversas nos dicen que todo esto sigue vivo y siempre se genera un temor al hablar de eso, por aquello de que “las paredes oyen”.

Si, el monumento a Concepción Arenal no se llegó a levantar, pero sus obras están presentes en muchas bibliotecas públicas y privadas. Se le considera una de las primeras feministas españolas, de aquellas que, esforzadamente, abrieron camino a toda una pléyade de mujeres que, con valentía aún hoy, luchan por unos derechos en plano de igualdad con los hombres, de modo que el matrimonio deje de ser su mejor salida profesional.

Aquellas cadenas en el rincón dan mucho para pensar. En los presos de entonces y, también, en los de hoy.

jueves, 21 de mayo de 2015

BALDAQUINOS

BALDAQUINO DE
VILAR DE DONAS
Siguiendo el paseo por el claustro del Museo Provincial de Lugo, en la pared situada frente a la colección de relojes que he comentado, hay diversas esculturas pequeñas que quiero comentar ahora. Todas ellas son de factura popular, pero no hechas por ignorantes, pues no es la misma cosa.
Existen diversas vírgenes, ángeles y los cuatro frontones de un baldaquino. Como muchos de ellos, de inspiración gótica, pues era el tiempo en que se comenzaron a hacer.

Se me podrá preguntar qué es un baldaquino, y nada mejor que recurrir al diccionario, que nos dice que es un “Pabellón que cubre el altar”. De origen italiano, suele representar un templete con cuatro columnas que sostiene una especie de cúpula. Bajo esta estructura se colocaba el altar principal del templo.

EL CASTILLO DE PAMBRE
EN EL BALDAQUINO DE
VILAR DE DONAS
Por diversas razones dejaron de construirse en la época del barroco, siendo uno de los más conocidos el de la Basílica de San Pedro, de Bernini. Por nuestra tierra, en el Camino, conozco el existente en Vilar de Donas, aunque quitado de su sitio, arrinconado, si bien no destruido. Éste, el de Vilar de Donas, tiene en su cima una representación del cercano castillo de Pambre. A muchos les puede parecer una casualidad esa presencia, yo lo encuentro lógico si pensamos que ya se representaban a los entonces llamados donantes o mecenas, que podríamos traducir como sponsors de hoy. En muchos cuadros coetáneos aparecían los mecenas en actitudes piadosas junto a los Magos en el portal de Belén, por citar un caso. (Curiosamente, no los he visto en las crucifixiones, tal vez por miedo a ser confundidos).

BALDAQUINO DEL MUSEO DE LUGO ADORACION DE LOS MAGOS
El del Museo de Lugo, muy catequético, presenta diversas escenas de la vida de Jesús en sus cuatro frontones, sobre un borde inferior decididamente gótico. Falta el copete del baldaquino, así que no podemos hacernos una idea de cómo sería en su conjunto.

En algunos lugares de Galicia he visto esos frontones tirados o menospreciados, a veces empotrados en paredes y, aunque no me gusta el remedio, al menos nadie los va a destruir ni contribuirá a su desaparición.

BALDAQUINO DE LA
CATEDRAL DE SANTIAGO
Parece que al Gelmírez le gustaba el baldaquino de su catedral. Conforme fue modificándose la estructura del Altar Mayor de la catedral compostelana, también lo hizo su baldaquino. Hoy es difícil adivinarlo, pero allí está. Las columnas sostienen una gran plataforma muy historiada coronada por un Santiago matando moros. Pero no llegan al suelo, están disimuladas en forma de ángeles que se apoyan en una cornisa que rodea el ábside y sostienen la plataforma con sus hombros.

¿Tienen algún significado histórico o de cualquier otro tipo, o simplemente se trata de un elemento ornamental caído en desuso? Bueno, aunque no lo he leído en ninguna parte, voy a exponer mi idea. En primer lugar, sobre el altar se celebra la Misa, es decir, la Eucaristía. Se le considera un pilar fundamental de la Fe Católica, muchas veces llamado Nuevo Testamento como alternativa al Antiguo Testamento, procedente de la época de Moisés.

VIRGEN SEVILLANA BAJO PALIO
Nos cuenta la Biblia que durante el éxodo, cuando los judíos atravesaron el desierto hacia la Tierra prometido, Jehová le entregó a Moisés las tablas de la Ley y, entre otros favores, les sustentó con comida caída del cielo, el maná. Los judíos construyeron un arca, el Arca de la Alianza, en la que guardaron la Tablas y una muestra del maná como símbolo de su alianza con Jehová. El Arca poseía argollas laterales y, mediante varas, era transportada hasta llegar a la Tierra Prometida. Se hizo una tienda para cobijar el Arca durante las noches y en las paradas en el camino. El baldaquino representa esa tienda, pues bajo él se renueva la Alianza de Dios con los hombres.

La tienda del Arca está rememorada en otro ornamento litúrgico, el palio. Lujoso, con excelentes bordados, sirve para cobijar en su interior la Eucaristía en las procesiones de Corpus o bien ir, de respeto, tras las carrozas procesionales que salen ese día. También, en Andalucía, la vírgenes suelen ir bajo palio cuando van en procesión. Es lo mismo, se le cubre con él, pues durante nueve meses, María fue quien llevó en su seno a Jesús, quien instauraría el Nuevo Testamento. Realmente, entre un palio y un baldaquino no existen diferencias de estructura, sí de materiales constructivos. 

Estas cosas me llevan a pensar en otras cosas. El rey mago
ANGEL EN RIBADAVIA
arrodillado en el baldaquino del Museo de Lugo, tiene la misma composición que tiene un ángel anunciaciador que vi en Ribadavia y que he comentado aqui. La túnica que cae y se alarga, plisada, me parecen tan similares, que pienso en una inspiración, no sé de quién a quién, o en un mismo escultor que se repite sin recato, pensando que la distancia no descubriría su copia. Sea como fuese, quiero imaginarme una época en Galicia, en un final del Camino de Santiago, hirviendo de creaciones artísticas y a donde llegaban, gracias al mismo Camino, las influencias del mundo artístico. Los artistas, creadores de todo tipo, andarían por los caminos llevando y trayendo su arte allá donde les llamasen. Y de ese ajetreo ha quedado constancia. Recuerdo que los baldaquinos tuvieron su origen en Italia, así como el representar en las obras a sus patrocinadores.


Por estos y otros detalles, que iré comentando, siempre es una alegría para mí estar en Vilar de Donas.

viernes, 15 de mayo de 2015

RELOJES EN EL MUSEO


VISTA GENERAL DE LA COLECCIÓN
Con mucha frecuencia visito el Museo Provincial de Lugo. Ya cuando adolescente, acostumbraba a ir los jueves, pues ese día la visita era gratuita. He asistido a cambios, he visto pasar a sus vitrinas objetos que conocí en sus lugares de origen y, en general, me siento muy a gusto en él.

Hoy me he parado a contemplar su hermosa colección de relojes de sol, que está situada en una de las paredes del claustro. Una colección magnífica y difícil de conseguir, creo yo, debido al menosprecio que se suele mostrar hacia estos objetos ya inservibles. Inservibles para algunos que tienen la osadía de catalogarlos de ese modo patán, claro. Inservibles, tal vez, para el día de hoy, pero muy indicativos si los miramos con cariño, con otros ojos y como exponentes de un tiempo ya terminado.

TRES EN UNO
SABIDURÍA APLICADA
Son muy bonitos todos ellos y están esculpidos en granito o en pizarra, arriesgada tarea, pues en pizarra, un golpe mal dado haría saltar una esquirla de la pieza, llevándose todo el trabajo realizado, o desbaratándolo. En sus tallas abundan los temas mitológicos y otros mas populares, como los geométricos buscadores de simetrías, siempre comprensibles.

Casi todos realizados en los siglos XVII y XVIII, a veces me he preguntado que para quién medirían el tiempo en aquel tiempo. Son relojes procedentes de pazos, de residencias de poderosos, de quienes marcaban su paso, creyéndose los amos del tiempo. ¿Qué sentido tenía para esa gente conocer ese transcurrir si eran ellos quienes marcaban sus cadencias? El tiempo, su medida, siempre fue monopolio del poder, político o eclesiástico. El poseer reloj, siempre fue signo de singularidad. Cuando se quiso que el conocimiento de su discurrir fuese de acceso general, se colocaron relojes en las sedes del poder, en torres altas, para ser vistos desde todas partes. Torres que por tenerlo, se llamaron y se siguen llamando “del reloj” El poder repartía información y se debilitaba. En las grandes catedrales europeas, estoy pensando en la de Estrasburgo, hay relojes en los que, además de darnos indicación del inmediato paso del tiempo, nos recuerdan su paso trascendente. Siempre regalando miedo,

MITOLÓGICO Y RURAL
Viendo esos relojes del Museo lucense, me pregunto quién ajustaría sus horas, qué criterios seguiría para esculpir los diferentes surcos correspondientes a ellas, cómo serían quienes los interpretasen en las distintas épocas del años. Y, sobre todo, cómo serían los tiempos que midieron. Los tiempos de la época, los del pazo. y los de cada uno.

Los tiempos de la época sólo se ven cuando ya han pasado. Nosotros, los de cierta edad, sabemos que hemos vivido lo que ahora se define como “la Transición” para delimitar una época, pero entonces no fuimos conscientes de estarla viviendo. Así ocurre con todos los tiempos.

Los tiempos del pazo, de la casa, de la familia, son más abarcables para sus componentes y nunca se miden por los años como número. Las distintas épocas se miden por hechos de trascendencia familiar, “cuando la boda de…” “la muerte de…” son hechos que marcan inexorablemente un antes y un después, no necesariamente de la misma duración temporal, ni de similar intensidad. En esos tiempos, los adversos parecen ser más largos y semejan transcurrir más lentos que los felices.
DE PIZARRA

Los tiempos de cada cual forman parte de las historias personales, a veces, incluso, de las secretas. Pero también vienen marcadas por hechos, más que por números ordinales. “Cuando el bachillerato”, “mis años en Barcelona”, me indican unos períodos de vida bien delimitados y, por tanto, definidos.

Imagino esos lujosos relojes que ahora veo en el Museo. Siempre fueron considerados de ese modo, adornando jardines y lugares a donde pudiesen llegar los rayos del sol. Me pregunto si medirían, servirían de símbolo de poder o si, más fundamental, presidirían.

Tal vez estuvieron en sus sitios no para informar del paso del tiempo del momento, sino más bien para recordar su paso inexorable para todos. No en vano muchos tienen esculpido el mismo lema “TEMPUS FUXIT”