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viernes, 28 de julio de 2017

Sobre extinciones

Las diferentes ciencias son ramas del saber que encierran criterios y conocimientos sistematizados, que constantemente están en revisión y, por tanto, en crecimiento actualizado. La biología no es ajena a este continuo cambio.
Cuando paseo en pequeños grupos por algún lugar con vegetales, siempre pienso en la función silenciosa que están realizando, de la que nos beneficiamos todos. Es curioso, para muchos los vegetales no son seres vivos. Desconozco qué lugar le asignan en sus mentes, pero para ellos una cosa son los animales y otra, diferente e inferior, los vegetales. No sé cuándo los vegetales alcanzarán el r/econocimiento popular de “seres vivos”. A todos los niveles. Causa mayor revuelo social el que una especie animal se encuentre en peligro de extinción y no que sea una vegetal la que afronte tal situación.



Pinus sylvestris, hoy en alta montaña de Galicia

Me encuentro muy cómodo entre vegetales. Pasear entre ellos genera muchos temas de conversación sobre biología. Grandes ideas, conceptos claves de biología han surgido del estudio de las plantas. Me asombra su diversidad, teniendo en cuenta su inmovilidad e indefensión derivada, como ocurre en una gran cantidad de especies. Me explico. Si un animal está en un lugar adverso, puede cambiar de sitio. Si lo hacen poblaciones enteras, hablamos de grandes migraciones, pero no extinciones. El registro fósil nos indica hechos de este tipo. Pero si una planta, si una población de plantas, se encuentra con un cambio ambiental adverso, a no ser que tenga un formidable mecanismo de dispersión de semillas, o la suficiente variabilidad génica, está abocada a la extinción. También hay casos de este tipo detectados en el registro fósil. Una población de plantas no dispone de mecanismos que le ayuden a escapar de situaciones adversas. El estudio de polen fósil nos indica cómo en amplias áreas fue cambiando la flora un poco más tarde de producirse cambios climáticos climáticos. Plantas que antes estuvieron por toda Europa, hoy están relegadas a sistemas montañosos fríos. Pero esto que digo puede inducir a error. En aquel tiempo, toda Europa tenía otro clima, propicio a esas plantas. Hoy sólo quedan reductos de aquel clima y en ellos, aquellas plantas. Pienso, por ejemplo, en el Pinus sylvestris o el Sorbus aucuparia, el Serval de las montañas, hoy en zonas de montaña pirenaicas. También, ya he comentado, la población puede sobrevivir si dispone de variabilidad génica.


Serval, en alta montaña de Galicia

He indicado, casi sin quererlo, algunos de los mecanismos de los cambios evolutivos. Los grandes mecanismos, que podemos agrupar en agentes interiores y agentes exteriores, siendo muchas veces estos últimos los desencadenantes de dichos cambios. Dije en otro lugar que la unidad de evolución es la población. No es el individuo, es la población la que evoluciona a lo largo de las generaciones. Para que esto ocurra, la población ha de tener suficiente variabilidad génica, es decir disponer de diferentes alelos para realizar una misma función biológica, por ejemplo color de pelaje en unos mamíferos o coloración de flor en vegetales. Gracias a poseer variabilidad génica, los individuos pueden presentar variabilidad fenotípica y, ante esa variabilidad, la selección pude actuar favoreciendo a algunos.
Hoy, con las condiciones ambientales actuales, las morfologías que vemos en el monte, poco variables, son favorecidas por la selección natural generándose los aspectos (fenotipos) que llamamos salvaje en animales y silvestre en vegetales. Pero en cada generación aparecen individuos con aspectos no favorecidos actualmente, que son eliminados por la selección natural. Esto es normal y se cumple siempre con un bajo porcentaje. Es un lastre de las poblaciones que poseen variabilidad génica, el hecho de que en cada generación aparecen individuos que no están adaptados a las condiciones ambientales del momento, pero sí pueden estarlo para condiciones futuras.

Archaeopterix, eslabón evolutivo
entre dinosaurios y aves

En casos de poblaciones no adaptadas a cambios puede producirse su extinción. También el registro fósil nos permite decir esto, pero con criterio biológico eso se considera como un fracaso evolutivo. Fracaso porque, por diversas causas, el patrimonio génico de la población no fue capaz de adaptarse a nuevos cambios, dando lugar al final de toda una historia evolutiva, la de ese grupo. En un momento concreto, una generación no fue capaz de generar la siguiente y, en consecuencia, la población fracasó. 
En lo de adaptarse a cambios ambientales, las poblaciones lo hacen aunque tal proceso implique un cambio de aspecto, de morfología o, incluso, de comportamiento. La historia biológica continua, aunque el grupo anterior ha desaparecido dando lugar a uno nuevo. A esa desaparición se le conoce como extinción filética. En ella, el grupo (el Philum) ha desaparecido desde un punto de vista morfológico, pero su patrimonio génico sigue evolucionando. Hay fósiles que también nos permiten hablar de este tipo de extinción. La más conocida es la de los dinosaurios que, como tal, se extinguieron dando lugar a las aves a través de formas intermedias, de las que se conservan testimonios fósiles.
Suele ocurrir de este modo, que los cambios ambientales generan modificaciones en los criterios de selección. Los individuos deben tener formas adaptadas a esos posibles cambios. Tal vez antes no estaban adaptadas a otras condiciones ambientales, pero ahora esas condiciones han cambiado y los adaptados de antes han dejado de serlo. La población sigue viva, aunque cambie de aspecto o de hábitat. Su permanencia, su supervivencia, es un éxito.
Recuerdo un concepto que tal vez ahora es tratado de modo diferente. Me refiero al llamado desastre ecológico. Se calificaba de tal modo al cambio drástico, intenso y muy corto en el tiempo, de modo que no permitía que las poblaciones reaccionaran ante él, extinguiéndose consecuentemente. Era un desastre por provocar extinciones.