Mostrando entradas con la etiqueta Solidaridad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Solidaridad. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de diciembre de 2020

Navidad 2020

Cuando tuvimos accidentes apocalípticos, con decenas de muertos como el del Alvia, en Galicia se colmaron las necesidades de sangre en unas horas. Pocos días más tarde, autocares del Servicio Galego de Saúde anduvieron por toda la Comunidad recogiendo más sangre, para que nadie que quisiese dar, quedase sin hacerlo. De la actuación de los vecinos de Angrois no digo nada, todos vimos su comportamiento gracias a los diversos canales de TV.

viernes, 2 de junio de 2017

Genes compartidos

Cuando digo que tengo primos o hermanos, quiero decir que tengo parientes. Que unos individuos sean parientes, implica que comparten progenitores y cuanto más próximos sean esos ascendentes, (padres, abuelos), más intenso es el grado de parentesco que nos une. A veces, en algún coloquio sobre evolución me preguntan si procedemos de los monos. En tales casos digo que no, pero que ambos grupos tenemos ascendentes comunes. Somos parientes desde un punto de vista filogenético.


Porque, con una visión genética, ¿qué significa compartir ascendentes? Significa compartir genes, ni más ni menos. Copias idénticas de genes que proceden de los progenitores comunes que por una u otra vía de descendencia llegan a nosotros y a nuestros parientes. El grado de parentesco implica la proporción de copias de genes compartidas.

Es como la herencia de los apellidos. Hace un tiempo, estaba yo en el pueblo de mi padre, donde nunca he estado más de una tarde, y al presentar ante una dependencia de la Administración los datos paternos, hubo quien dijo que con aquellos apellidos, no podía ocultar mi procedencia. Genes y apellidos. Antes, cuando había poca movilidad personal y la gente no se movía de sus lugares de origen, a la larga, todos eran parientes más o menos próximos. Compartían apellidos, como es posible ver en las lápidas de las partes antiguas de los cementerios, pero también compartían genes. Esa situación de compartir genes por proceder de antepasados comunes se llama consanguinidad, he hablado de ella en diversas ocasiones y puede tener efectos perniciosos.

Por otra parte, en biología evolutiva se tienen muy en cuenta algunos parámetros relativos a la reproducción y al altruismo. Existe un instinto muy fuerte a reproducirse y eso tiene un sentido, también muy fuerte, biológico. Es el instinto de reproducción, que también podemos verlo como un instinto de procurar que los genes propios estén presentes en la generación siguiente, contribuyendo a formarla. 

A veces encontramos casos de sacrificio por parte de progenitores, o familiares, de seres jóvenes, infantiles, que pueden ser enjuiciados como actividades tendentes a favorecer la presencia de los genes propios en la generación siguiente. Los hijos ya se han tenido, ahora hay que procurar que lleguen a adultos y se reproduzcan. A estas actividades de sacrificio les llamamos altruismo y, en general, cuanto menos es el grado de parentesco, menor es también la proporción de genes compartidos, y menor también la intensidad del altruismo. El altruismo de padres hacia hijos es mucho más intenso que el de tíos con relación a sus sobrinos. También comparten menos genes.

He dicho anteriormente “genes y apellidos” Lo genes son entidades biológicas, mientras que los apellidos son culturales, pero en muchos aspectos hay gran paralelismo. En muchas ocasiones, tratando situaciones humanas, es difícil diferenciar si algunos componentes son debidos a herencia biológica o cultural, o si ambos aspectos tienen su influencia en esas herencias. 

Pero la dimensión cultural también genera situaciones de altruismo. Todos conocemos la dimensión de las ayudas proporcionadas a paisanos desconocidos, pero con quienes nos une eso, proceder de un mismo lugar, sin importar la dimensión del lugar de procedencia, sea aldea, pueblo, ciudad o país. Compartimos historia, costumbres, cultura y eso genera solidaridad. No somos parientes en estos casos, pero somos paisanos, también con historia común.

El instinto de supervivencia es muy intenso y se refiere a los individuos y tiene a ellos mismos como objeto. El de reproducción es igualmente intenso, pero aunque tiene como sujeto a los individuos, su objeto biológico es la generación siguiente. El instinto de reproducción, en cada especie, tiende a su mantenimiento, a que siempre aparezca una siguiente generación. De ese modo se perpetúan las especies. 


Ahora, mediado el año 2017, llevamos mucho tiempo en que vemos desastres humanitarios con decenas o centenares de muertos. Cuando tal desgracia ocurre, siempre se nos hace ver el número de mujeres y de niños muertos. ¿A qué se puede deber este detalle pormenorizado? Como biólogo, lo veo muy claro, aunque otros lo vean de modo diferente. Puede que algunos lo vean como una información complementaria de la crueldad humana, al indicarnos el número de las víctimas indefensas, pero pienso que cuando mueren a consecuencia de una bomba, o el hundimiento de una patera, todos estaban indefensos. 

Tal vez, sin saberlo, estamos teniendo en cuenta algunas dimensiones biológicas del desastre, pues de una población de tantas personas, han desaparecido tantas posibles madres gestantes, disminuyendo la capacidad reproductiva de esa población, y se han matado a tantos miembros que ya eran parte de la generación siguiente, la que empezaba a vivir gracias al posible cuidado de unos progenitores, también desaparecidos. No olvidemos que los niños ya forman parte de la generación siguiente a la nuestra.

Me conmueven, como creo que a todos, los datos de muertos por mil motivos violentos. Pero me afectan de un modo especial los niños, en edad de vivir como tal, errantes hoy en día por Europa, careciendo de una mano que los guíe hacia un destino para ellos inexistente. Niños cuyo número se cifra en decenas de miles y que, tal vez, están irremediablemente desaparecidos en lugares que ni sé cómo nombrar. Siendo yo muy niño, vi una película llamada “Los ángeles perdidos”. Trataba de niños perdidos en la Alemania nazi. Era una historia muy triste, de llorar, pero había final feliz, de película. En esta Europa nuestra de hoy, temo, creo, que el final feliz está ausente. Es muy posible que esos niños hayan adquirido la consideración de mercancía en manos perversas.

No lo olvidemos
Me duele muy profundamente, porque esos niños, junto con otros que son de mi familia, de mi pueblo y de mi país, estaban destinados a protagonizar la situación mundial de mediados del siglo XXI, a participar, en la medida de sus posibilidades, en las tomas de decisiones pertinentes.

Me duelen porque, a fin de cuentas, compartimos mucha historia. Genes, muchos iguales. Dimensión cultural, inimaginable. Por eso considero que mucho mío se pierde en una patera o entre los escombros de un atentado.

martes, 9 de febrero de 2016

Asombrado, emocionado...

A veces siento como que me faltan palabras para comentar lo que quiero con la dimensión deseada. Transmitir, por ejemplo, la cantidad de asombro, la dimensión de una emoción o la profundidad de una gratitud.

Si hace días paseaba por el claustro del Museo Provincial de Lugo, donde disfrutaba de la sensación de estar en otro mundo, en estos días pasados he visitado en Lugo la sede de ASPNAIS, donde he vuelto a vivir ese sentimiento. ¿Que qué es ASPNAIS? Sus siglas nos hablan de una “Asociación de padres o tutores de personas con discapacidad intelectual de Lugo”. Una asociación con raigambre lucense que, aunque cuenta con el medio siglo largo de edad, nunca se me había brindado la posibilidad de conocerla de cerca, de adentrarme en sus labores que, como suele ocurrir en estos casos, son calladas, casi ocultas, pero eficaces y sorprendentes.

DISPUESTO PARA DECORAR
Nada más entrar en el lugar, me acometieron varias sensaciones, aparte la ya comentada de estar adentrándome en otro mundo. Me sorprendí, me asombré y me emocioné de modo profundo. Voy a explicar el por qué.

Las personas allí presentes desarrollaban su trabajo con una dedicación total. Trabajos que no requerían mayores luces intelectuales, es posible, pero a los que ellos dedicaban toda su inteligencia e ilusión. No eran trabajos cualesquiera, no. Había envasado de productos, fabricación de elementos de limpieza doméstica, decoración de cerámicas y bandejas, fabricación de velas y jabones, trabajos diversos de carpintería (platos de pulpo, muebles, caballetes), labores de lavandería y planchado, jardinería y un largo etcétera que no menciono por haberme olvidado de muchos de ellos. Todo nos lo enseñaron muchachos residentes allí que tal vez (y sin tal vez) careciesen de la soltura de lenguaje que se podía pedir, pero que se esforzaban en hacerlo bien con una dignidad que era capaz de infundir en los visitantes un tremendo respeto.

PIEZAS DE MADERA

Las cosas, los criterios, cambian, tal vez no con la rapidez que se requiere, pero todos recordamos cuando estas personas eran consideradas como inútiles totales. Hoy las calificamos como discapacitados intelectuales. Se les considera de ese modo, discapacitados, pero no carentes. La mayoría de los allí presentes realizan trabajos útiles para los demás, si bien hay algunos cuyo nivel intelectual es tan limitado, que no pueden integrase en estas actividades, pasando su tiempo con ocupaciones encaminadas a la propia distracción. Eran los menos.

CARPINTERÍA
Cómo me emocionó ver con qué mimo escogían colores para decorar, cómo se esmeraban con la ropa para lavar, o con qué cuidado manejaban las máquinas con las que hacer trabajos de carpintería. Pero lo que más me emocionó, lo que aún tengo clavado en mi memoria, y no quiero borrar de ella, fueron las profundas miradas de todos ellos, los ojos agradecidos, amigos, cariñosos, confiados. Pero también ojos que nos formulaban preguntas, las de siempre, para las que difícilmente disponemos de respuesta adecuada. Aquellos ojos, creo, eran capaces de traspasar sentimientos. 

MÁS PIEZAS
Luego, directivos del Centro nos explicaron todo cuanto quisimos saber. Éramos un grupo de 18 visitantes y las preguntas surgieron a borbotones. En contra de lo que muchos piensan, estas personas no sólo son niños, también los hay adolescentes, jóvenes y adultos. Todos con sus sentimientos y necesidades diversas, las propias de cada edad. Nos hablaron de las actividades que se desarrollan en el centro y fuera de él, siempre encaminadas a conferirles seguridad en lo que hacen y a saberse útiles, dentro de sus posibilidades, a una sociedad en la que, es posible, muchas veces se les olvida.

La visita fue un continuo ir de emoción en emoción. Hasta hoy. Porque, en el fondo, uno (yo en este caso), se siente privilegiado por ser como es sin mérito personal ninguno que justifique haber sido agraciado en esta lotería biológica. La biología y la herencia tienen esas cosas y, aunque de momento no vemos una solución a corto plazo, reitero la idea que desde siempre me ha acompañado: que la ciencia, la sociedad y la medicina, no pueden negar su ayuda a quienes más necesitan de ellas. 

Algo que me gusta poder decir en voz muy alta.


PIEZAS TERMINADAS

He puesto fotos de las instalaciones de ASPNAIS y de las mesas de trabajo. He rehuido poner fotos de personas por respeto a ellas.