Situado sobre un abrupto alcor rodeado casi en su totalidad por un meandro encajado del río Deza, su situación le presta una apariencia temible. Eso es lo que parece hoy, no quiero pensar cómo se le vería en el siglo XIII, cuando era poderoso y para acceder a él se hacía a través de empinadas calzadas tal vez romanas.
CALZADA DE ACCESO EN 1975 HOY DESAPARECIDA |
1975. Yo en la entrada a Carboeiro |
Todo bien reconstruido para los ojos de un profano, que es lo que soy. Qué grandiosidad en la iglesia, y no en la superficie de la planta, sino en la altura. Ya dije que es pequeña, pero es alta y esbelta. Una esbeltez bien conseguida gracias a los múltiples arcos y columnas que se esparcen por las naves. Y si los arcos de las naves son de medio punto, los de la girola comienzan a apuntar, como todos los que se construirán poco tiempo más tarde. El gótico está en puertas.
No hay dos iguales. En el techo, la madera substituye a la piedra en la reconstrucción |
Mucha grandiosidad en la iglesia abacial y nada alrededor. La iglesia muestra riqueza, pero ¿cuál era su fuente? Un monasterio solitario, sin huertos que veamos, sin amplios caminos de acceso para llevar y traer, sólo dos calzadas medievales para llegar a él. Ninguna aldea de colonos o siervos, nada de nada. ¿De qué vivían estos ricos monjes? Un amigo, Darío, me dice que, sobre 1980, él ha visto a mujeres peneirando las arenas del río Deza. Intentaban sacar oro de ellas utilizando los artilugios que conocemos de las películas de buscadores de oro. En gallego, un peneiro es un cernidor y las mujeres cernían las arenas buscando oro. Tal vez un delicado oficio para unos monjes de suntuosa iglesia y pequeño monasterio, no lo sé. Pero en aquellas lejanías de entonces debía ser muy caro un portal con evocaciones al Maestro Mateo y el monasterio tenía cómo costearlo.
Otra versión sobre el origen del nombre, nos habla de la función de los monjes, fabricar carbón vegetal para enviarlo a la Abadía que les gobernaba, San Martín Pinario, en Santiago de Compostela. No lo sé.
Otra versión sobre el origen del nombre, nos habla de la función de los monjes, fabricar carbón vegetal para enviarlo a la Abadía que les gobernaba, San Martín Pinario, en Santiago de Compostela. No lo sé.
¡Qué bonito está Carboeiro! Aconsejo a quien pueda ir que no deje de hacerlo, pero que antes se entere del horario de visitas y no les ocurra lo que a mí en enero de 2010.
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¿Y qué más? Hay mucho más, pues en cuanto llegué me asaltaron miles de recuerdos de amigos y amigos con quienes estuve allí en otros tiempos. Atropelladamente se me agolparon situaciones, conversaciones, detalles, mil cosas que traían de nuevo a mi memoria multitud de momentos compartidos con aquellos a quienes quise y sigo queriendo en el recuerdo.
Nombres de personas que fueron importantes para mi y de los que ahora no sé nada. O tal vez sí, de varios conozco por dónde van sus vidas, pero allí, en Carboeiro, sentí intensamente la ausencia de muchos de ellos. Qué habría sido de nosotros de haber seguido en contacto. De qué hablaríamos en estos tiempos, cuáles serán sus preocupaciones actuales.
Con relación a muchos de ellos, no sé responder a estas preguntas. Pero con relación a otros, Ángel, Darío, Marisa, José Manuel, Antonio y algunos más, sí sé responder. Seguimos charlando y compartiendo preocupaciones.
Pero, en general, como dijo nuestro amigo Pablo, “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
Nota: Me dicen que muchas de las esculturas que faltan, están en el Museo Marés, un Museo privado situado en Barcelona. Llegaron al Museo como consecuencia de una compra legal, y allí están dignamente custodiadas.