Una película, ya antigua, nos hablaba de una bella pareja de jóvenes “civilizados” que hacen una finca en una zona del África salvaje. La finca es envidiable, pero está en plena senda de los elefantes. Cuando llega el momento, los elefantes, usuarios del territorio antes de que la pareja ocupase la parcela, irrumpen por su senda ancestral sin importarles las trabas arquitectónicas que puedan encontrar.