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viernes, 1 de septiembre de 2017

Dispersión

Estamos ante una importante fase vital para los vegetales, la dispersión de semillas. La formación de la generación siguiente, pero también la búsqueda de nuevos hábitats, la modificación, aunque ligera, del área de distribución. Todo eso está encerrado en ese proceso.

Fruto de Medicago
Recuerdo que de niño iba a jugar a un campo cercano a mi casa. En verano, volvía a casa con bolas espinosas pegadas a mis calcetines. Las bolas tenían la apariencia de ser vegetales, estar secas y eran del tamaño aproximado de un garbanzo. Muchos años más tarde, estudiando Ciencias Biológicas en la Universidad de Barcelona, me reencontré con esas bolas, pero entonces ya sabía yo que eran el fruto de un género de la familia de las Papilonáceas llamado Medicago. Aquel fruto con espinas estaba adaptado para adherirse a la piel peluda de cualquier mamífero que, luego, al notar algo molesto debido a las espinas, se lo quitaría dejándolo caer al suelo. De este modo contribuía a la dispersión de las semillas que llevaba el fruto. Las diferentes especies del género Medicago tienen el fruto en forma helicoidal, lo que le sirve para ser transportado por el viento.

Vilanos de diente de león
dispuestos a desprenderse

El viento es un agente importante en la dispersión de las semillas. ¿Quién de nosotros no ha jugado soplando sobre los vilanos del diente de león, para verlos esparcirse? Son tan puntuales en su aparición que en una recordada película, Amarcord, se mide el paso de un año por el período de tiempo que media entre una invasión de vilanos y la siguiente. Se dispersan a lo loco, con generosidad suelo decir, pues cuantas más semillas se dispersen, mayor será la probabilidad de que alguna caiga en terreno apropiado y que dé origen a una nueva planta.

Los vilanos se desprenden
El viento, sí, el gran dispersador. Con numerosas estructuras adaptadas para que las semillas sean llevadas por él, como los vilanos, de los que he hablado, pero también las sámaras, esas aletas que hacen que las semillas de arces semejen hélices con las que juega el viento, o las de olmos, rodeadas casi por completo de su aleta voladora.

Sámaras de olmo
A veces hay agentes inesperados, como es el caso de los arrendajos, que entierran bellotas como reservas que serán comidan en tiempos de escasez. Lo malo para él (y bueno para los robles), es que olvida muchos de los lugares de escondrijo de sus bellotas que, pasado el tiempo y cumplidas las condiciones biológicas, llegan a germinar. Los robles mantienen su presencia gracias a un modo peculiar de dispersión.
Hace unos cinco años vi en los borde de carreteras secundarias unas plantas de porte leñoso, de unos 70 cm. de altura y con flor duradera de color amarillo. Me pareció una especie de arrayán y le pregunté a un colega botánico. Me dio la razón y me comentó que era una especie que estaba entrando en Galicia por los bordes de carreteras, transportadas por coches. No es que las semillas se suban al coche, no. Pero de los cientos de semilla que forma cada planta, alguna puede engancharse al vehículo de modo inestable. Tan inestable, que al poco trecho se desprende y cae al suelo. La semilla ha sido transportada. Hace años veía menos ejemplares de este arrayán, ahora veo más. Parece que se dispersa bien. También las vías del tren son buenos caminos para la dispersión de semillas y, por tanto, para movimiento de plantas.

Cortaderia, invasora en Galicia

Hace unos cuarenta años, se inauguró el primer tramo de autopista en Galicia. Recorría 66 km entre A Coruña y Santiago de Compostela. Como mediana entre unas y otras vías se plantaron ejemplares de Cortaderia, aunque se levantaron voces alertando de la posibilidad de que se transformase en una planta invasora. Con los años, la autopista fue creciendo, las plantas se eliminaron del lugar en el que fueron plantadas, pero hoy actúan como invasoras y se extienden libremente a lo largo de muchos kilómetros y no sólo por la autopista, también por la autovía y demás carreteras próximas a ellas. Cientos de kilómetros. Tal vez los vilanos de estas plantas, que formarán por miles cada año, serán arrastrados hacia los camiones debido al efecto de succión generado por sus volúmenes y velocidades. Luego, y por diversas causas, pueden caer y germinar  en cualquier lugar, promoviendo de este modo la dispersión de las semillas.
Hoy, los céspedes de los campos de fútbol son gestionados y cuidados por especialistas. Antes, había en ellos problemas de drenaje, necesidad de mucho césped de crecimiento rápido y otros requerimientos. Hoy, en los campos de fútbol lucen céspedes muy hermosos antes de comenzar los partidos. Las partes cercanas a las porterías suelen ser las más castigadas, pero todo está reparado una semana más tarde.
Antes de la época de esos cuidados, siempre costosos, los campos de fútbol eran prados en los que crecían las hierbas. Quiero suponer que cuando mis calcetines se llenaban de frutos de Medicago, también lo hacían los de los futbolistas. La verdad es que había una gran uniformidad en la flora de esos campos, pues las botas de los futbolistas actuaban como eficaces agentes de dispersión, llevando semillas de un sitio para otro.

Dispersando...
En estos días estoy en Santiago. Cada día llegan cientos de peregrinos que vienen recorriendo el Camino. He salido de paseo y he visto una gran disparidad de ellos que llenaban las calles de mi ciudad. De un tipo u otro, casi todos iban calzados con botas. Y he pensado en qué modo ocasional de dispersión están llevando a cabo, qué tipos de semillas llevarán en sus botas. Tal vez recopilando las semillas presentes en ellas fuese posible realizar algún estudio sobre la dispersión de semillas en el Camino de Santiago, realizada por los mismos caminantes. Yo ya no estoy en condiciones de emprender ese estudio, pero le brindo la idea a quien quiera ponerla en práctica.

En el capítulo XII del Origen de las especies, Darwin trata con detenimiento el tema de la dispersión, en animales y vegetales. 

viernes, 21 de octubre de 2016

Otoño y quitamerendas

Reflexiono acerca de notas propias del otoño y su incidencia en los seres vivos. Traigo un nuevo nombre de planta que florece en esta época: Quitamerendas.
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Los ritos tienen eso, que casi sabemos cómo va a ser todo y ese conocimiento previo sólo sirve para sorprendernos de modo más intenso, porque después, nada es como esperábamos. El otoño ha venido y todos sabemos cómo ha sido. Terminó el verano un buen día, no lo notamos, pero poco a poco comenzaron a llegar avisos de que las cosas cambiaban. Tampoco fueron avisos desagradables: un poco menos calor, una brisa vespertina, tal vez una chaquetita de punto para la noche y, de pronto, el gran chaparrón que nos dijo de modo contundente que las cosas habían cambiado.

ATARDECER EN LA RÍA DE AROUSA

Los ritmos se repiten de modo inexorable. La Naturaleza también los tiene y nosotros estamos en ella, formamos parte de eso que conocemos con tal nombre. Nos vamos metiendo en el otoño con alegría, con timidez, como en agua caliente en pleno verano en una playa soñada. El otoño nos invita a formar parte de él y a saborear sus frutos. No ser simples espectadores de sus luces y sus ocres. 

JUNTO AL RÍO PALLARES

Tenemos las mandarinas, las granadas, los higos y las castañas, nuestras castañas. Las gallegas castañas, fruto de ese frondoso árbol que nos da sombra, madera casi noble y fruto que nos simboliza un tiempo y unas costumbres, como tiene que ser. Las castañas nos traen los magostos, las fiestas entre amigos, el fuego que acaricia, el vino nuevo, ¡el vino nuevo ya...! El tiempo renovado sabiéndonos juntos, como siempre. Y, claro, las setas, los cogumelos capaces de llamar a grupos y grupos de personas, como ensimismados mirando el suelo y dejándose guiar por quien sabe de estas cosas, que son sabrosas pero su amistad ha de ser prudente. De un tiempo a esta parte, también las setas representan un buen reclamo para grupos de amigos, siempre prudentes.

CASTAÑAS EN ESCAPARATES COMPOSTELANOS
He comentado el vino nuevo. Es curioso en esta Europa que nos gusta y nos hace sufrir porque nos decepciona. En toda Europa se celebra el vivo nuevo, de un modo u otro, y que no venga ningún agorero a recordarnos que “puede ser considerado” una droga dura. Hoy no queremos detenernos en eso. Es nuestra cultura y celebramos que siga llegando, también, puntual a nuestras citas. Como dice el arcano, la risa va por barrios y en esta fiesta del vino joven nadie quiere considerandos.

JUNTO AL RÍO MERA

El campo, el monte, están gloriosos. En los árboles, la clorofila, difícil de sintetizar, se va guardando en las raíces para años venideros y dejando otros pigmentos en las hojas, entre ellos la xantofila, amarilla, que antes, debido al verde de la clorofila, estaba oculto. Ahora luce como debió lucir de no estar enmascarado durante la época en que la clorofila realizaba su importante función. Importante para todos los seres vivos, nosotros incluidos. Aunque a veces nuestros hechos parezcan que menospreciemos esa función.


LOS DESAGÜES VOLVERÁN A SU FUNCIÓN

Otoño, acogedor y silencioso. Los paseos por el monte nos reciben como amigos de siempre que volvemos a donde siempre, a nuestros sitios. Las hojas crujirán bajo nuestros pies, lo sabemos pero nos sorprenden. Vayamos a donde vayamos, nos reencontramos con recuerdos, con sitios que enmarcaron nuestros pasos anteriores. Reencontrarnos en O Incio, en Vilar de Donas, en O Cebreiro o en Triacastela. Nuestros lugares, los jalones de nuestros pasos por esta vida. Recuerdos de amigos de siempre, Darío, Carlos, Óscar, Antonio, Dora, Marisa, Ana. Es lo de siempre, ir a sitios nuevos o volver a los ya conocidos para el reencuentro en general. Estas estaciones me incitan a volver en todos los sentidos, a volver con mi gente, volver a situaciones, a sentirme vivo en todos ellas, sabiendo reconocer que el tiempo no es gratuito en su pasar y que yo también he cambiado, ya no soy quien hacía esto o aquello. Pero de un modo diferente, nuevo, sigo y soy feliz sabiendo que hago de ese modo.

LAS CASAS QUIEREN RETENER LUZ Y CALOR

Pablo Neruda dijo que “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Este verso me ha acompañado en multitud de situaciones y circunstancias. Cierto, vamos cambiando, adecuándonos a las novedades, pero eso sí, intentamos seguir siendo fieles a nosotros mismos, como este otoño que viene llenando de pardos y de ocres todo lo que hasta ahora había sido una sinfonía de verdes. La felicidad de la coherencia, como la del sol que, en las casas, cada vez se adentra más en las solanas como curioseando y dejando el calor de sus visitas.

EL ORBALLO ABRAZA NUESTRA TORRE
En la ciudad volveremos a ver la venta de castañas asadas, el inicio ritual de los jóvenes amigos, los ventanales reflejarán el cielo a quien quiera verlo, y los desagües verterán de nuevo el agua a las calles. Todo igual y todo nuevo. En cualquier momento, el orballo se adueñará de la ciudad haciendo que torres y tejados se nos muestren como lejos, velados aunque conocidos. La magia de la estación también flota en el orballo.

Si una tarde soleada, que las hay y muy hermosas, vamos al campo, es posible que lo encontremos tapizado de pequeñas flores semejantes al azafrán. Es el Colchicum autumnale, azafrán silvestre también llamado quitamerendas en esta tierra. 

QUITAMERENDAS
Las plantas nacen de pequeños bulbos, que pasan el año enterrados bajo el suelo. Únicamente florecen cuando hay humedad y la tierra todavía conserva algo del calor del verano. Salen después de las primeras lluvias, pero ya no nos podremos sentar en el campo a merendar, su humedad no será buena para nuestra salud. 

Hay humedad, flota en el ambiente. Por este año terminó el esplendor en la yerba.