En Galicia, hablar de tiempo de castañas es dar rienda suelta a multitud de recuerdos del pasado mezclados con hechos actuales, pues la tradición sigue viva.
Estamos
en la plenitud del otoño, con sus atardeceres dorados, aunque los días son
notoriamente más cortos. Acabamos de el
recuerdo de los días del San Floilán lucense, soleados pero con fresco en los
lugares de sombra, por no hablar del recuerdo de las fiestas de San Lucas, algo
después en el mismo mes, en las que ocurre tres cuartos de lo mismo, pero algo
más acentuado. El verano ya es recuerdo y las últimas fiestas del año van transcurriendo
con la puntualidad que marcan los calendarios. Aún tendría que venir la feria
de Santos en Monterroso, con aires de despedida. Después de ella, las
celebraciones de San Martiño repartidas por toda nuestra geografía nos llevarían
al invierno profundo hasta llegar a San Antón Lacoeiro, ya bien entrado el mes
de enero. Que yo recuerde… Pero este año, el covid-19 ha hundido todo esto en
el recuerdo y lo hemos vivido de modo diferente, intranquilos e incrédulos ante
lo evidente.
En
todas estas fiestas siempre hubo productos gastronómicos consagrados, como el
pulpo en San Froilán, pero no es mi intención hablar de particularidades
locales. Prefiero hablar de un producto que en esta época reina en todos los
rincones de Galicia, como la castaña.
Los
que saben de eso, nos dicen que fueron los romanos quienes trajeron con ellos
estos árboles, que pronto se aclimataron a nuestras tierras. Su fruto, la castaña,
fue fundamental en la nutrición humana, hasta que la patata la suplantó de modo
más saludable, aunque tendría que llegar el siglo XVIII para que tal cosa
ocurriese.
Los castaños son consustanciales con el paisaje de las provincias de Lugo y Ourense, donde encuentro la flora más autóctona. Los inviernos nos muestran los árboles desnudos y, conforme avanza la primavera y el verano, podemos asistir a su lenta maduración. En marzo y abril se llenarán de hojas. En julio sus flores masculinas, más llamativas que las femeninas (el mismo árbol tiene flores masculinas y femeninas), darán la sensación de que el árbol está cubierto por telas de araña amarillentas, y ya no veremos nada más de su proceso biológico anual, hasta que nos encontremos con los frutos, los erizos, en tierra, maduros con sus castañas brillantes y como ofrecidas, mientras los árboles van adquiriendo una hermosa tonalidad dorada antes de que caigan sus hojas.
Ante
esa oferta vegetal, nos llenábamos de alegría y comenzaban unas fiestas populares
con siglos de historia en su haber. Entre ellas, los “magostos”, que consisten
en comer castañas asadas regadas con vino joven. Son fiestas propias, claro, de
lugares con castaños, aunque ahora se quieren extender a lugares huérfanos de
estos bosques- Los magostos eran momentos de encuentro con amigos, vecinos y
familiares. Buenas ocasiones para convivir, actividad que se va olvidando. Las
tardes frescas nos obligan a acercarnos al fuego que va asando las castañas.
En
las ciudades, el tiempo de castañas también se manifiesta por la presencia de
carritos que imitan una máquina de tren, no conozco la causa, en cuyo interior
hay un brasero que asa castañas, que serán vendidas a los viandantes. En
Santiago, en Porta Faxeira no era raro ver colas de estudiantes esperando para
comprar su cartuchito.
Comento
esto, tan supuestamente alejado de la biología, porque es una fiesta basada en
una cita inexorable de la Naturaleza. Todos los otoños nos ofrecerá, generosa,
sus frutos. No es anárquica en sus ciclos y en sus manifestaciones y nosotros
nos acomodamos a esas citas. Son múltiples las fiestas que en Europa se hacen
con motivo de la aparición anual de productos naturales, en cada sitio los
suyos, pero siempre puntuales.
Si
a lo largo del año tenemos los “tiempos” de productos vegetales, siempre
puntuales a sus citas, tiempo de los cerezos en flor, de las manzanas, de las
cerezas, de la vendimia, de las castañas, de las setas, es porque todos los
individuos de cada una de esas especies viven sincronizados entre ellos y van
al unísono. De ese modo es factible realizar, por ejemplo, la fecundación
cruzada. Todos florecen a la vez y todos maduran y fructifican a la vez. Es
cuando lo celebramos con fiestas y reuniones.
Me
resulta muy bonito comprobar cómo hemos ido adaptando sus ciclos a nuestros
calendarios. Muchas veces casi sin darnos cuenta. Del modo más natural.
Nuestros calendarios, también los religiosos, se han sincronizado con los
ciclos de nuestros vegetales más familiares.
Qué papel más importante jugó la castaña en la alimentación de nuestros antepasados!
ResponderEliminarMe pregunto de dónde la traerían los romanos?
Abrazos
Chiruca
Parece que su área original es el sur de Europa. Gracias por tu comentario. Un beso, Chiruca.
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